martes, 25 de septiembre de 2007

pop (hablamos. besos)


“Miramos aburridos por el ventanal”, aunque la estrategia del tedio, en este caso, sea mía en exclusiva, sin acompañamiento.
Cumplo con un ritual que me lleva a buscarte saliendo del metro cuando apenas pasan unos minutos de las siete. Cambian los actores secundarios, pero el escenario siempre es el mismo. Pongo un cd.
Hay canciones para llorar, para reír, para acudir a un funeral, para celebrar una boda; hay canciones de cumpleaños, por supuesto, igual que hay canciones sin fecha de caducidad; otras que encajan en abril, temas que escucharías de manera obligada en un viaje a Nueva York, o atravesando Portugal en coche; canciones en estado de coma, canciones sobre asesinatos -estoy pensando en Nick Cave-; canciones para los días de vino y rosas, canciones que hablan de Madrid, San Francisco, Vigo, Barcelona, París, Chicago, Londres, la vía láctea y más allá; música hecha bajo el influjo de las drogas, música para consumir drogas, canciones para una noche de verano, canciones para una noche; música de medianoche y música con la que amanecer (“mejor si es acompañado”); canciones para exaltar la amistad, para decirte eso que no me atrevo a decir; para leer a Kerouac y luego a Burroughs y más tarde a Cortázar; música para bailar un vals abstracto, un-dos-tres, un-dos-tres; canciones de la edad de oro y de la edad tardía, música para adolescentes, canciones desde el norte (Nacho Vegas y Nick Drake) y temas para hacer la revolución; canciones en tiempos de desastres y canciones en los días de la furia; la canción de amor definitiva y la última canción; temas para bailar y bailes de salón, un tango, una aventura, un bolero, un drama, el folk del siglo XXI, el tecno pop del siglo XX, música para las masas, una canción para los dos, nuestra canción. “Me muero por tener algo contigo”. Hay canciones y canciones. Y en alguno de estos grupos, o en otro, está la de este momento.
Entonces sonó el teléfono. (¿Fue así?) “Fotogramas del delirio entre tú y yo”

- Adiós.
- Hablamos. Besos.

Sólo fue un momento. Te busqué de nuevo tras la ventana, con la inquietud de que hubieras pasado por delante en este breve lapso de tiempo (un minuto, a lo mejor dos). La música volvió a cobrar protagonismo: “Miramos aburridos por el ventanal, para inventar otra vida en la misma ciudad”.

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