En resumidas cuentas: 2007 se acaba dentro de poco más de nueve horas. Punto y seguido. Doce campanadas. Las doce uvas. De pequeño tomaba rodajas de plátano, luego llegaron los gajos de mandarina y también probé con las aceitunas (sin hueso). Y ahora, que me he vuelto mayor, ya estoy con las uvas, aunque tardo lo mío: debo terminar a y cinco del nuevo año, o algo así.
Aunque esta vez debería probar con galletitas saladas. Es decir: Les Biscuits Sales. Y cantar como ellas. ¿Lo digo? (Voces asaltan mi cabeza: "dilo!!!"). Pues sí: si fuese chica y no chico (o chico y chica, ya puestos), quisiera ser galletita salada para decir: "No me pongas tu capullo delante, capullo, / te lo arranco con los dientes, / no soy tan fácil, dime algo que me guste, / enséñame tu lado oscuro, / y si no se te ocurre nada, / pon esa lengua torpe entre mis piernas y hazme sonreír".
Pero voy a ser un chico fino y me olvido de esas cosas en esta cuenta atrás hacia 2008, que por lo pronto va a ser distinto a este año que termina básicamente por una cuestión numérica: tiene 366 días y no 365, lo que puede ser fabuloso si las cosas van bien o una putada si van mal. Esperemos que lo primero. Eso que no quede. En la sección supersticiones, no me voy a poner nada rojo, aunque sí hemos colocado en la entrada una ramita de muérdago para atraer la buena suerte. Ya veremos luego.
Iba a hacer un resumen de 2007, pero el caso es que me aburre lo de recordar, así que hago un resumen del 30 de diciembre de 2007, que ya es algo: me levanto tarde, con resaca (ay, se alargó la noche, y eso que me había puesto en lo peor) pero de buen humor; comemos cocido (soso, por cierto), M se echa la siesta, yo no soy de siesta, nadeamos en el sofá, nadeamos en general, echamos a cara o cruz si salimos para ir al cine a ver "American gangster", sale cruz, que es que no, así que nos quedamos en casa, cenamos nachos y jalapeños, vemos la tele, un capítulo de "a dos metros bajo tierra" y nos decimos que nos queremos y esas cosas hasta que M se queda dormida y a mí me dan las tantas trasteando y leyendo. Bueno, no es emocionante del todo, pero es una buena tarde de domingo, mejor que la de 2006 por estas fechas además, que ya que he puesto a recordar, me acuerdo. ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas del sexo, del primer concierto...?
El domingo también escuché Hidrogenesse y su "Así se baila el siglo XX", canción total ideal para despedir el año (ya que no el siglo).
Iba a decirte todo lo que siento... pero para no liarme, lo dejo a la imaginación.
No ha sido un mal año; podía haber sido mejor, claro, pero es lo que hay. Y en el resumen de futuros episodios precedentes, aquí va 2008: en enero nada claro todavía, salvo los Reyes y mi esperado libro con las letras de Dylan; y el cumpleaños de M, of course; en febrero un par de cumpleaños, bastante frío y alguna nevada, que en algún momento tendrá que llegar la nieve; en marzo, Semana Santa y algo más, seguro (una entradita para The Cure, Luis... por favor); en abril quizá el concierto de Hombres G en el Palacio de los Deportes (M me obliga, quede claro); mayo es el mes de María, como decían en el colegio, así que iré con flores a María, o a Atze; hay puente pero no saldremos; junio: toca boda en Ponferrada, así que viajecito al canto, y fiestas de San Bernabé, a la puerta de casa; julio: fiestas en Villalba (otro año que no iremos), fiestas de mozos, casados, solteros y viudos (cómo somos de mantener las tradiciones en mi pueblo, da gusto), bastante trabajo y la perspectiva de un mes de vacaciones; agosto: pues eso, vacaciones. Y este año quiero playa, aunque sea un poquito. Según avanzaba 2007 hemos ido bajando pretensiones al mismo ritmo que subía el euríbor: primero Tokio, luego Nueva York, en algún momento Chile, más tarde nos quedamos en Córcega, pensamos en Cannes (pero sólo por la canción de Carlos Berlanga), Biarritz, y ahora estamos (o estoy, que a M le da pereza pensar en vacaciones a ocho meses vista) entre Asturias y Girona, pero a este ritmo veo que dentro de un par de meses hemos optado por volver al apartamento de sus tíos en Torrevieja. Oh , cielos, otra vez no. Pienso en Torrevieja y me viene a la cabeza "El Caso": crimen en Levante.
En algún momento iremos a la Expo del agua en Zaragoza, con gastos pagados, eso sí. Y mucho deporte la tele, que es año de Juegos Olímpicos. Sigo: septiembre es mi mes; séptimo aniversario del 11-S (parece mentira que haya pasado tanto tiempo; todavía recuerdo cómo vi el primer avión estrellarse contra una de las torres gemelas en decenas de televisores del Carrefour de Los Valles, y de ahí a un día agotador; y recuerdo la tercera de "Abc" del 12-S: "La tercera guerra mundial". La batalla ahora se libra cada día). El 12 cumplo años, así que espero regalos, que el materialismo puede conmigo en estas situaciones; en octubre tengo otro cumpleaños que espero con ganas, y tengo también puente, pero no creo que salgamos; de noviembre lo mismo, con más frío; en diciembre ponemos el árbol de Navidad y demás adornos en el puente de la Inmaculada y la Constitución (tampoco salimos), llega la Navidad, el cumpleaños del 26 (el mismo que el sábado me dejó con resaca), las cenas y comidas múltiples, las conversaciones sin sustancia y todo eso. Nada nuevo y cada año distinto. Otra vez el champán y las uvas y el alquitrán (Mecano dixit). Así que en breve nos vemos por aquí. Feliz año.
lunes, 31 de diciembre de 2007
miércoles, 26 de diciembre de 2007
tokio me da igual
Tomo prestada una conversación de una amiga: "Si me haces caso, será que sí, y te encantará. Como en el poema de Kavafis: Fui, nada me retuvo, me liberé y fui / hacia placeres que estaban tanto en la realidad como en mi ser / a través de la noche iluminada / y bebí un vino fuerte / como sólo los audaces beben el placer". De Elena a Elena y yo como receptor último del mensaje, del que se podía esperar mucho y al final acabó en nada, como tantas otras historias bonitas. Me lo pasó el viernes pasado (forma parte de una charla mucho más larga) y no estaba muy seguro de airearlo, pero ya está por aquí, paseando a Kavafis y sus placeres audaces mientras el día de Navidad toca a su fin y mañana vuelvo al curro, que dicho sea de paso me apetece (y no es cuestión de masoquismo).
En los últimos días he pensado en bastantes cosas, casi todas para bien y algunas para mal. Es decir: hay una canción que dice que todo el mundo fantasea con una muerte dramática. Voy a dejarlo estar, pero es así. Feliz solsticio de invierno, que dirían los del Partido Comunista. Desde esta mañana tengo un atril para sostener los libros y leerlos, con libro incorporado ("Rant. Vida de un asesino", de Palahniuk; qué ganas, creo que lo leeré del tirón y luego ya me pondré con "American gods").
En mi blog de las canciones ya hablé de "Blade runner", pero también me dediqué a ver la semana pasada "Lost in translation", con dos únicos objetivos: la escena de Bill Murray en el karaoke cantando "More than this" y el final con "Just like honey". Quiero dejarme grabado tu nombre, todos los nombres: honey.
Creo en el amor a primera vista, cómo no, y también a la primera escucha. Eso pasó el miércoles 19 de diciembre, sobre las 12.00; al otro lado del teléfono Teresa Iturrioz (ex Aventuras de Kirlian, ex Le Mans, ahora en Single; para verla más de cerca, en la foto), que anuncia pequeña gira para el año que está a punto de entrar y que tiene una voz entusiasta, recogida, ilusionante, con un timbre cálido y una cercanía desarmante. Un malentendido nos llevó a esperar cada uno por su lado en la tarde del martes, pero el miércoles lo solucionamos en siete minutos y 38 segundos. Supongo que debería haber hablado más, pero así bastaba y además no había tiempo para entretenerse y mi veredicto estaba claro. Ella sería inocente, yo culpable. Todo eso, claro, contrastando con mi voz nasal, asediada por los mocos, así que mejor no echar a perder las cosas y quedar simplemente en que ya nos veremos en alguno de sus conciertos.
Más sobre mí: lo percibo todo desenfocado. Será por eso que no me centro. Empecé con siete años y casi dos dioptrías; luego tres, cuatro y un suma y sigue en la escalada miope que me llevó hasta seis y pico, casi siete, más dos de astigmatismo. Eso fue en la última medición de hace un año. Temo que ahora haya aumentado, para desgracia de mi maltrecha economía. La oftalmóloga, muy simpática ella, me dijo además que tengo un problema (en realidad tengo varios, le debería haber dicho yo, pero no es cuestión de estropear el diagnóstico): no enfoco bien. Por mucho que me acerque y que fuerce, siempre falta un pelín, falla algo en mi mecanismo visual que hace que perciba todo ligeramente desenfocado, sensación que se acentúa de noche, cuando todos los gatos son pardos y mi abuela decía que no hay más que gente mala por ahí. No sé si incluirme, aunque en realidad tampoco he salido tanto últimamente. O sí, pero no me acuerdo o prefiero no acordarme, más que nada para no inventar más noches.
Cosas que pasan: habrá quien diga que hacer la compra en los comercios del barrio es mejor y hay más cercanía y todo eso, pero también en los grandes centros comerciales hay espacio para estrechar distancias, hablar con el carrito lleno, los hijos rondando (los del otro, no los míos, que no tengo) y quedar al día siguiente en plan parejitas para retarnos al sol (es un decir: la pista estaba cubierta) y acabar perdiendo (M y yo) por un ajustado 6-4 / 6-4, después de una hora y diez de juego y haber desperdiciado un parcial de 4-0 en el primer set. Hay veces que la gente te sorprende. Ésta es una de ellas.
Cuando escribo esto, a 15 minutos de que termine el dichoso 25 de diciembre, todavía acumulo tensión, no sé si quedarme leyendo o escuchar una rápida tripleta de temas navideños ("Son los padres", de Astrud; "Blanca Navidad", de Intronautas; y "Puta Navidad", de Sociedad Alkoholika; eso y los típicos momentos de Lennon, McCartney, Sinatra, Elvis y unos cuantos más; incluso Bowie. Por cierto, afirmación de estúpida gratuidad de la cena de Nochebuena. "Miguel Bosé es el Bowie español". Toma ya. Lo mismo habría que pensarse las cosas un par de veces antes de hablar. Yo, como soy muy educado (14 años en colegio de monjas algo han hecho, o eso parece), me callé lo que pensaba y pasé de entrar en debates chorras, así que mejor hablar del Madrid-Barça, que ahí sí que todo el mundo tiene algo que decir y cuenta con una opinión formada. Incluso yo. Por si acaso, de vuelta en casa me pusé unas cancioncillas de Bowie por ver si la cena se me había atragantado y además de desenfocada la realidad estaba distorsionada. Pero no. "Life on mars", "Changes", "The man who sold the world", "Heroes" y alguna otra marcaron las distancias una vez más. Bosé... sí, claro, claro... (Y que conste que este verano le ví y me divertí y todo, pero hay cosas y cosas, y hay algunas que no deberían siquiera insinuarse).
Ya que estamos: momentos de felicidad. La mayoría se concentraron el viernes 21 y el sábado 22. Siempre cabe contextualizar y relativizar la felicidad, y en este caso creo que el inicio de las fiestas puso el listón demasiado alto y a partir de ahí sólo cabe esperar decepciones. El viernes lo bueno fue que no estaba M y disfrute de la tarde en solitario (también con alguna conversación por MSN), que así dicho queda un poco onanista, aunque en realidad me mantuve puro e inmaculado, así como soy. Lo bueno también es que M se lo pasó muy bien con sus compañeras de curro y eso es importante y me hace sentir mejor y dormir más tranquilo. Y el sábado lo bueno fue que estuvo M todo el tiempo, y desde que nos levantamos a las 9 hasta que nos fuimos a dormir a las 2 completamos 17 horas de felicidad sin matices, que daban ganas de congelar el momento y olvidarse del resto del mundo. Pero va a ser que eso es imposible y que hay resto del mundo, para bien o para mal. El domingo estuvo bien también, sin esos excesos, y ayer y hoy la cosa decayó, aunque sin llegar a extremos preocupantes. De momento no me he puesto alarmista, que ya es algo.
Tenía pensado ponerme con un listado de ciudades a las que quiero ir, empezando por Tokio, pero como ya tengo a Bill Murray y a The Jesus & Mary Chain cantando para mí con el monte Fuji de fondo, pues hago como Antònia Font y canturreo en catalán (regular, eso sí) lo de "Tokio m’es igual".
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domingo, 16 de diciembre de 2007
arruinarse la vida (y algo sobre la educación y algo más sobre la tele)
Bueno. El titular es éste: "Un guardia civil mata a su ex pareja porque ésta le había denunciado". Y el comentario de mi tía (que dicho sea de paso no es santo de mi devoción) cuando escuchamos la noticia en medio de una comida familiar, este otro: "Ahora empezarán a decir que si es que los guardias civiles no tienen que tener el arma reglamentaria en casa". Y luego: "Vaya manera de arruinarse la vida". Supongo que, bien visto, la única vida arruinada es la de la mujer (y de paso la de su familia); en cuanto al tío (guardia civil o no), lo mínimo es que se pase unos cuantos años (más de los que le caerán) en la cárcel.
Me da reparo hablar de estas cosas, pero la ingenuidad hace que me siga pareciendo increíble que se pronuncien frases como esas, y más cuando una de sus hijas (de mi tía, quiero decir) es juez titular en un juzgado de violencia de género. Pero claro, aquí llega lo siguiente: "Bueno, es que anda que no les llegan denuncias que son falsas, que sólo denuncian para sacar dinero y quedarse con la casa; pero tienen que dar prioridad a todo eso, claro". Vale, pues venga. No digo yo que no haya casos, que los habrá, pero creo que si entre todos los que tratan se logra hacer algo para evitar una muerte más (van 71 este año), una paliza, un golpe o una amenaza, pues bien habrá estado empleado ese tiempo. Y, en todo caso, si hay denuncia falsa, la justicia tiene mecanismos para corregirlo, así que tampoco estaría mal que se empleara en eso en vez de hacer juicios de valor superficiales, ridículos y, como en este caso, fuera de sitio.
Pero para eso todavía debe quedar tiempo. Soy escéptico con las campañas de concienciación, con las concejalías de Igualdad, con los planes de igualdad, con las leyes de igualdad y con la igualdad misma si al final no es algo que empieza por cada uno y después de las palabras lo dejamos ahí y que sea otro el que se lo aplique, que al fin y al cabo yo no hago nada malo si levanto la voz, si te digo que no se te ocurra salir, si te empujo y te digo que me perdones luego y una semana después te vuelvo a empujar con renovadas fuerzas porque allí sigues, a mi lado.
Me parece algo tan grave y sobre todo tan personal, porque cada uno puede tener encerrada una historia más allá del juego de las apariencias, que frivolizar con eso (también con otras cosas, y no seré yo el que diga que no lo ha hecho) me parece, por lo menos, fuera de lugar.
Para terminar con esta parte sólo se me ocurre rescatar una frase de la canción "El enemigo en casa", de Nosoträsh: "Para escapar de él, me duermo... / pues hasta el momento / no sabe entrar en mis sueños". Ojalá que cada vez menos mujeres tengan que soñar despiertas.
Segunda parte, y sigo en clave social: hay que tener valor para decir que en educación no estamos tan mal como dicen los datos del informe Pisa. ¿De verdad alguien se lo cree? ¿No será mejor callarse que tener que defender lo que a mí me parece indefendible? ¿Por qué son tan malos nuestros políticos? Astrud, en una de sus canciones, decían: "Qué malos son nuestros poetas". Y por ahí caían Gimferrer, Góngora, Quevedo, Jorge Manrique, Lorca, Becquer, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, entre otros. Allá ellos quienes se lo tomen en serio. Lo malo es que a un porcentaje de estudiantes de Secundaria más alto de lo que pensamos lo más seguro es que la mayoría de esos nombres no les suene de nada o, si acaso, como decía un chico en la tele, tomen a Azorín (o a Quevedo, vete a saber) por presidente de la República. Lo que decía: los que son malos de verdad son nuestros políticos, incluidos los que llegan de rebote; en su caso, son malos por contagio. Le pasó a una profesora mía bastante regular de Teoría de la Comunicación, que apenas supo hacer que nos moviésemos una línea del libro de cabecera (un pestiño). El caso es que acabó como directora general de TVE y prometió cambios y una televisión pública verdaderamente de calidad: meses después llegó "Mira quien baila", luego se contrató (vale, lo hizo una productora externa) a Carmen Martínez Bordiú como bailaora, más tarde se acabó con un programa musical potable como "iPop" -en La2-, los informativos siguen cayendo, la Primera estrenó una serie con Arturo Fernández como protagonista, "Días de cine" continuaba su baile por la parrilla, los anuncios volvieron a "Versión española" y se empezaba a perfilar la serie de Concha Velasco inspirada en el mundo taurino (supongo que para compensar que en todo este año no se haya retransmitido ni una sola corrida). Hay más cosas, pero paso de hacer memoria, que me canso y no me pagan por pensar, que básicamente debe ser lo que les ocurra a los jefazos del Ente, que cada vez hace más honor a su nombre, convirtiéndose en un bodrio del que difícilmente se puede salvar algo. Bueno, el otro día programaron, supongo que por error, "Mystic river".
A todo esto: leo esta mañana en un magazine dominical que los críticos eligen como mejor película (de todos los tiempos) "Sin perdón", de Clint Eastwood, mientras los lectores en general se decantaban primero por "Lo que el viento se llevó" y luego por "Brokeback mountain", que a mí me parece una película totalmente sobrevalorada (poco más que un drama lacriomógeno de los de la sobremesa de Antena 3, aunque con el toque gay como elemento diferenciador). Aquí va mi top cinco, que puede ir alternando según días: "El Padrino I", "El Padrino II", "Blade Runner", "Bailar en la oscuridad", "Apocalyse now" y "Con la muerte en los talones".
Y una cita para despedirme: "La vida ya nos obliga a tomar en demasiadas ocasiones decisiones definitivas. Deberíamos tener la sensatez de evitar tomar las que no sean estrictamente necesarias siempre que nos sea posible". (Leslie Oastler a Jack Burns en "Hasta que te encuentre", de John Irving).
Me da reparo hablar de estas cosas, pero la ingenuidad hace que me siga pareciendo increíble que se pronuncien frases como esas, y más cuando una de sus hijas (de mi tía, quiero decir) es juez titular en un juzgado de violencia de género. Pero claro, aquí llega lo siguiente: "Bueno, es que anda que no les llegan denuncias que son falsas, que sólo denuncian para sacar dinero y quedarse con la casa; pero tienen que dar prioridad a todo eso, claro". Vale, pues venga. No digo yo que no haya casos, que los habrá, pero creo que si entre todos los que tratan se logra hacer algo para evitar una muerte más (van 71 este año), una paliza, un golpe o una amenaza, pues bien habrá estado empleado ese tiempo. Y, en todo caso, si hay denuncia falsa, la justicia tiene mecanismos para corregirlo, así que tampoco estaría mal que se empleara en eso en vez de hacer juicios de valor superficiales, ridículos y, como en este caso, fuera de sitio.
Pero para eso todavía debe quedar tiempo. Soy escéptico con las campañas de concienciación, con las concejalías de Igualdad, con los planes de igualdad, con las leyes de igualdad y con la igualdad misma si al final no es algo que empieza por cada uno y después de las palabras lo dejamos ahí y que sea otro el que se lo aplique, que al fin y al cabo yo no hago nada malo si levanto la voz, si te digo que no se te ocurra salir, si te empujo y te digo que me perdones luego y una semana después te vuelvo a empujar con renovadas fuerzas porque allí sigues, a mi lado.
Me parece algo tan grave y sobre todo tan personal, porque cada uno puede tener encerrada una historia más allá del juego de las apariencias, que frivolizar con eso (también con otras cosas, y no seré yo el que diga que no lo ha hecho) me parece, por lo menos, fuera de lugar.
Para terminar con esta parte sólo se me ocurre rescatar una frase de la canción "El enemigo en casa", de Nosoträsh: "Para escapar de él, me duermo... / pues hasta el momento / no sabe entrar en mis sueños". Ojalá que cada vez menos mujeres tengan que soñar despiertas.
Segunda parte, y sigo en clave social: hay que tener valor para decir que en educación no estamos tan mal como dicen los datos del informe Pisa. ¿De verdad alguien se lo cree? ¿No será mejor callarse que tener que defender lo que a mí me parece indefendible? ¿Por qué son tan malos nuestros políticos? Astrud, en una de sus canciones, decían: "Qué malos son nuestros poetas". Y por ahí caían Gimferrer, Góngora, Quevedo, Jorge Manrique, Lorca, Becquer, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, entre otros. Allá ellos quienes se lo tomen en serio. Lo malo es que a un porcentaje de estudiantes de Secundaria más alto de lo que pensamos lo más seguro es que la mayoría de esos nombres no les suene de nada o, si acaso, como decía un chico en la tele, tomen a Azorín (o a Quevedo, vete a saber) por presidente de la República. Lo que decía: los que son malos de verdad son nuestros políticos, incluidos los que llegan de rebote; en su caso, son malos por contagio. Le pasó a una profesora mía bastante regular de Teoría de la Comunicación, que apenas supo hacer que nos moviésemos una línea del libro de cabecera (un pestiño). El caso es que acabó como directora general de TVE y prometió cambios y una televisión pública verdaderamente de calidad: meses después llegó "Mira quien baila", luego se contrató (vale, lo hizo una productora externa) a Carmen Martínez Bordiú como bailaora, más tarde se acabó con un programa musical potable como "iPop" -en La2-, los informativos siguen cayendo, la Primera estrenó una serie con Arturo Fernández como protagonista, "Días de cine" continuaba su baile por la parrilla, los anuncios volvieron a "Versión española" y se empezaba a perfilar la serie de Concha Velasco inspirada en el mundo taurino (supongo que para compensar que en todo este año no se haya retransmitido ni una sola corrida). Hay más cosas, pero paso de hacer memoria, que me canso y no me pagan por pensar, que básicamente debe ser lo que les ocurra a los jefazos del Ente, que cada vez hace más honor a su nombre, convirtiéndose en un bodrio del que difícilmente se puede salvar algo. Bueno, el otro día programaron, supongo que por error, "Mystic river".
A todo esto: leo esta mañana en un magazine dominical que los críticos eligen como mejor película (de todos los tiempos) "Sin perdón", de Clint Eastwood, mientras los lectores en general se decantaban primero por "Lo que el viento se llevó" y luego por "Brokeback mountain", que a mí me parece una película totalmente sobrevalorada (poco más que un drama lacriomógeno de los de la sobremesa de Antena 3, aunque con el toque gay como elemento diferenciador). Aquí va mi top cinco, que puede ir alternando según días: "El Padrino I", "El Padrino II", "Blade Runner", "Bailar en la oscuridad", "Apocalyse now" y "Con la muerte en los talones".
Y una cita para despedirme: "La vida ya nos obliga a tomar en demasiadas ocasiones decisiones definitivas. Deberíamos tener la sensatez de evitar tomar las que no sean estrictamente necesarias siempre que nos sea posible". (Leslie Oastler a Jack Burns en "Hasta que te encuentre", de John Irving).
miércoles, 12 de diciembre de 2007
fábula del crecepelo y la barriga
Estaba yo que no sabía muy bien de qué escribir y aparece mi compañero de Deportes con una noticia de esas de quitar el hipo: “Pecharromán da positivo en la Vuelta a los Puertos por usar crecepelo”. Todavía lo estoy flipando. Anonadado me hallo. Descolocado. Impresionado. Peor que mal. Suerte que tengo una buena mata de pelo (y suerte también que no monto en bici).
Pero he de confesar una cosa: yo también me dopé. Sí, lo hice. Fue “a long time ago”, cuando era cadete y hacía judo y era una joven promesa (porque lo fui, en serio) del deporte madrileño. Me dopé con Bisolvón (ese jarabe tan dulzón, tan rosa, tan pegajoso, casi adictivo), que entonces no era sustancia dopante pero dos años después se incluyó en el catálogo. Y yo ahí, exhibiendo músculos y poderío físico. Y peso, porque iba yo en menos 70 y por un 1,2 kilos me pasé en la báscula (la de nuestro gimnasio una semana antes me había marcado dos por debajo) y me mandaron a categoría open (es decir, sin límite de peso). El Bisolvón, era obvio, me sirvió de poco, aunque llegué a semifinales, perdí con un maromo de casi 100 kilos y finalmente quedé cuarto. Y allí se jodió mi carrera, suponiendo que la hubiera o hubiese; el tercero me hubiera dado vía libre a los juveniles de Ámsterdam (quién sabe, a lo mejor allí también me hubiese dopado), pero la cagué de medio a medio. Tenía una hora para bajar peso, pero sudé lo que no está en los escritos y me quedé tal cual, kilito y pico por encima. Fueron otros los que se llevaron la gloria. Yo una llorina de cuidado y el principio de una desmotivación que acabó luego.
El Bisolvón fue el principio del fin. Quién sabe si con crecepelo hubiera conseguido logros mayores y hoy estaría camino de Pekín 2008. Entonces nos lo imaginábamos. Ninguno de mis compañeros lo consiguió. Ni eso ni nada parecido. Me encontré con uno de ellos hace tres meses o así; había engordado y se parecía levemente a Jorge Javier Vázquez. El miedo en el cuerpo me metió al verle. Se había marchado de casa, que ya era hora, y resulta que está de alquiler a 300 metros de mi casa.
Hoy yo sería presa fácil en categoría open, incluso para un cadete; estoy fuera de forma, me fatigo con tres carreras y tengo barriguilla (o barriga, sin medias tintas) también un poco en plan j. j. vázquez. Y a veces cara de tomate, porque me pongo colorao con facilidad (esa foto en la siesta a las seis de la mañana; dios, qué imagen).
También tenía pensado hablar de “hurricane”, de bob dylan, pero lo dejo para otro momento.
No sé. Quizá necesite crecepelo, aunque sea para espabilarme.
Pero he de confesar una cosa: yo también me dopé. Sí, lo hice. Fue “a long time ago”, cuando era cadete y hacía judo y era una joven promesa (porque lo fui, en serio) del deporte madrileño. Me dopé con Bisolvón (ese jarabe tan dulzón, tan rosa, tan pegajoso, casi adictivo), que entonces no era sustancia dopante pero dos años después se incluyó en el catálogo. Y yo ahí, exhibiendo músculos y poderío físico. Y peso, porque iba yo en menos 70 y por un 1,2 kilos me pasé en la báscula (la de nuestro gimnasio una semana antes me había marcado dos por debajo) y me mandaron a categoría open (es decir, sin límite de peso). El Bisolvón, era obvio, me sirvió de poco, aunque llegué a semifinales, perdí con un maromo de casi 100 kilos y finalmente quedé cuarto. Y allí se jodió mi carrera, suponiendo que la hubiera o hubiese; el tercero me hubiera dado vía libre a los juveniles de Ámsterdam (quién sabe, a lo mejor allí también me hubiese dopado), pero la cagué de medio a medio. Tenía una hora para bajar peso, pero sudé lo que no está en los escritos y me quedé tal cual, kilito y pico por encima. Fueron otros los que se llevaron la gloria. Yo una llorina de cuidado y el principio de una desmotivación que acabó luego.
El Bisolvón fue el principio del fin. Quién sabe si con crecepelo hubiera conseguido logros mayores y hoy estaría camino de Pekín 2008. Entonces nos lo imaginábamos. Ninguno de mis compañeros lo consiguió. Ni eso ni nada parecido. Me encontré con uno de ellos hace tres meses o así; había engordado y se parecía levemente a Jorge Javier Vázquez. El miedo en el cuerpo me metió al verle. Se había marchado de casa, que ya era hora, y resulta que está de alquiler a 300 metros de mi casa.
Hoy yo sería presa fácil en categoría open, incluso para un cadete; estoy fuera de forma, me fatigo con tres carreras y tengo barriguilla (o barriga, sin medias tintas) también un poco en plan j. j. vázquez. Y a veces cara de tomate, porque me pongo colorao con facilidad (esa foto en la siesta a las seis de la mañana; dios, qué imagen).
También tenía pensado hablar de “hurricane”, de bob dylan, pero lo dejo para otro momento.
No sé. Quizá necesite crecepelo, aunque sea para espabilarme.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
la lista de la compra
Cuando 2007 ya toca a su fin llega el recurrente momento de hacer listas y resúmenes de todo tipo, de utilidad tirando a nula; pero ya forma parte de la tradición, como las cestas de Navidad, la lotería (mi número termina en 8), Papá Noel, los Reyes Magos, las cenas, las comidas, las copas, los controles de alcoholemia, las campañas de la DGT, el cochinillo, el cordero, la lombarda, los langostinos, el turrón, los christmas (cada vez con más pereza, eso sí), los mensajes de móvil, los móviles saturados de mensajes, las llamadas a deshoras, las uvas, Ramón García, los de los matrimonios de Tele 5, José Luis Moreno, Ricky Martin y así podríamos seguir y no acabar. Stop. Punto y aparte.
Listas, decía. Yo, claro, he hecho las mías, pero no se trata de aburrir, así que abrevio y dejo para mejor momento el top 10. Desierto en el capítulo películas; dos libros: "La carretera", de Cormac McCarthy, y "Nocilla dream", de Agustín Fernández Mallo; dos discos de fuera, y además muy por encima del resto y convertidos desde ya en clásicos del siglo XXI: "Neon bible", de Arcade Fire; y "I’ll sleep when you’re dead", de El-P, en el que todavía sobrevuela el 11-S, Guantánamo, la violencia, Nueva York en estado de pánico permanente y una energía a veces casi sobrenatural (curioso: España no ha dado ni un disco mínimamente reseñable que se adentre en el 11-M; creo que tampoco ningún libro; sólo recuerdo una columna de Francisco Umbral). Lo firma un rapero blanco que le da mil vueltas a Eminem, descarga rimas con la misma facilidad que en la quinta con la octava a un tío le meten un tiro en la cabeza y le dejan en el sitio (o ya puestos, con la misma facilidad que dos tíos matan a un guardia civil y dejan a otro en coma cerebral disparándoles a bocajarro en la mañana de un sábado para certificar que no hay tregua y que de nuevo toca volver a empezar).
Sigo. Dos discos de aquí: "La leyenda del espacio", de Los Planetas, y "Animalitos", de Hidrogenesse, tan tierno como amenazante en la ingenuidad y la maldad de ponies, chimpancés, caballos y suricatos, entre otros. Vivimos en la jungla de asfalto, es verdad. Más: un concierto, el de Elvis Costello y Allen Toussaint en Villalba; y dos menciones especiales: a la nostalgia para Nacha Pop y a la modernidad inagotable para Pet Shop Boys (los dos en Hoyos del Espino, Ávila; qué frío que pasé, pero qué bien que lo pasé, y qué bocata de calamares y qué sueño en la vuelta a casa; y qué bonita la noche en Gredos).
Más listas: nada de cómic (aunque ahora estoy con cosas de hace años y no está mal); un paisaje: Lastours. Un día: el 8 de octubre. Personas: varias (he perdido a algunas, he ganado otras). Un mes: agosto. Una entrevista: La Mala. Una canción dedicada: esa de Sr. Chinarro de los langostinos. Una ciudad: El Escorial (he sido muy generoso; vamos a dejarlo en pueblo). Una copa: la última en Cuenca en las fiestas de San Mateo. Una conversación: media hora con M esta noche. Y un deseo, claro: que "The overly dramatic truth" sonase hasta el amanecer (qué ganas de comerme el mundo, de matar a alguien, de besar al primero -mejor primera- que se cruce conmigo), que "Perfect day" no sólo sea una canción de Lou Reed y que los días perfectos para gente perfecta sean más cada vez (y viceversa). Y que el cielo violeta que caía sobre Valmayor el domingo a las seis de la tarde se quedase ahí durante un par de semanas y que 2008 me convierta en protagonista mejorado de "Family guy". Juro además que si Tricky se pone a hablar me convierto a la cienciología (sólo para restregarle a Tom Cruise que soy más alto que él), el sintoísmo o la religión de Nuestro Señor Maradona. Y de paso nos recasamos en Las Vegas, aunque sólo sea para desgañitarme cantando lo de "you were always on my mind", aunque mejor si le ponemos el toque disco y la carta de ajuste de PSB.
Hay listas más importantes, por lo menos desde el punto de vista de la supervivencia pura y dura: los extractos en la cuenta corriente (vamos jodidos, pero vamos) y la lista de la compra. Naranjas de zumo, azúcar, donuts, café, hielo, cebolla frita de la que venden en Ikea, toallitas para el desteñido, peras, arroz con leche, carne picada, churrasco, el salmón (como Calamaro), yogures (griegos, de fresa y de plátano), perchas, canónigos, pan de molde y algo más, seguro que se me olvida algo.
Una cosa más antes de echar el cierre: hace hora y media veo en "Sé lo que hicistéis" (La Sexta) cómo sacan el vídeo de una tía (Sonia se llamaba) que llama al programa de Cristina Tárrega para decir que tiene cierta angustia porque cuando mea hace mucho ruido; y va y la otra y le recomienda que ponga varios kleenex como "colchón" para amortiguar el ruido. Joder, y mientras tanto los ingenieros devanándose los sesos para poner pantallas acústicas en las carreteras. En fin, que después de eso uno no sabe ya qué contar y si algo puede tener realmente importancia ante semejante problemática.
Listas, decía. Yo, claro, he hecho las mías, pero no se trata de aburrir, así que abrevio y dejo para mejor momento el top 10. Desierto en el capítulo películas; dos libros: "La carretera", de Cormac McCarthy, y "Nocilla dream", de Agustín Fernández Mallo; dos discos de fuera, y además muy por encima del resto y convertidos desde ya en clásicos del siglo XXI: "Neon bible", de Arcade Fire; y "I’ll sleep when you’re dead", de El-P, en el que todavía sobrevuela el 11-S, Guantánamo, la violencia, Nueva York en estado de pánico permanente y una energía a veces casi sobrenatural (curioso: España no ha dado ni un disco mínimamente reseñable que se adentre en el 11-M; creo que tampoco ningún libro; sólo recuerdo una columna de Francisco Umbral). Lo firma un rapero blanco que le da mil vueltas a Eminem, descarga rimas con la misma facilidad que en la quinta con la octava a un tío le meten un tiro en la cabeza y le dejan en el sitio (o ya puestos, con la misma facilidad que dos tíos matan a un guardia civil y dejan a otro en coma cerebral disparándoles a bocajarro en la mañana de un sábado para certificar que no hay tregua y que de nuevo toca volver a empezar).
Sigo. Dos discos de aquí: "La leyenda del espacio", de Los Planetas, y "Animalitos", de Hidrogenesse, tan tierno como amenazante en la ingenuidad y la maldad de ponies, chimpancés, caballos y suricatos, entre otros. Vivimos en la jungla de asfalto, es verdad. Más: un concierto, el de Elvis Costello y Allen Toussaint en Villalba; y dos menciones especiales: a la nostalgia para Nacha Pop y a la modernidad inagotable para Pet Shop Boys (los dos en Hoyos del Espino, Ávila; qué frío que pasé, pero qué bien que lo pasé, y qué bocata de calamares y qué sueño en la vuelta a casa; y qué bonita la noche en Gredos).
Más listas: nada de cómic (aunque ahora estoy con cosas de hace años y no está mal); un paisaje: Lastours. Un día: el 8 de octubre. Personas: varias (he perdido a algunas, he ganado otras). Un mes: agosto. Una entrevista: La Mala. Una canción dedicada: esa de Sr. Chinarro de los langostinos. Una ciudad: El Escorial (he sido muy generoso; vamos a dejarlo en pueblo). Una copa: la última en Cuenca en las fiestas de San Mateo. Una conversación: media hora con M esta noche. Y un deseo, claro: que "The overly dramatic truth" sonase hasta el amanecer (qué ganas de comerme el mundo, de matar a alguien, de besar al primero -mejor primera- que se cruce conmigo), que "Perfect day" no sólo sea una canción de Lou Reed y que los días perfectos para gente perfecta sean más cada vez (y viceversa). Y que el cielo violeta que caía sobre Valmayor el domingo a las seis de la tarde se quedase ahí durante un par de semanas y que 2008 me convierta en protagonista mejorado de "Family guy". Juro además que si Tricky se pone a hablar me convierto a la cienciología (sólo para restregarle a Tom Cruise que soy más alto que él), el sintoísmo o la religión de Nuestro Señor Maradona. Y de paso nos recasamos en Las Vegas, aunque sólo sea para desgañitarme cantando lo de "you were always on my mind", aunque mejor si le ponemos el toque disco y la carta de ajuste de PSB.
Hay listas más importantes, por lo menos desde el punto de vista de la supervivencia pura y dura: los extractos en la cuenta corriente (vamos jodidos, pero vamos) y la lista de la compra. Naranjas de zumo, azúcar, donuts, café, hielo, cebolla frita de la que venden en Ikea, toallitas para el desteñido, peras, arroz con leche, carne picada, churrasco, el salmón (como Calamaro), yogures (griegos, de fresa y de plátano), perchas, canónigos, pan de molde y algo más, seguro que se me olvida algo.
Una cosa más antes de echar el cierre: hace hora y media veo en "Sé lo que hicistéis" (La Sexta) cómo sacan el vídeo de una tía (Sonia se llamaba) que llama al programa de Cristina Tárrega para decir que tiene cierta angustia porque cuando mea hace mucho ruido; y va y la otra y le recomienda que ponga varios kleenex como "colchón" para amortiguar el ruido. Joder, y mientras tanto los ingenieros devanándose los sesos para poner pantallas acústicas en las carreteras. En fin, que después de eso uno no sabe ya qué contar y si algo puede tener realmente importancia ante semejante problemática.
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sábado, 1 de diciembre de 2007
sharapova y rodríguez. las dos marías
Como se me van acumulando las cosas y tenía pendientes unas palabras sobre Maria Sharapova, hoy mato dos pájaros de un tiro y traigo por aquí también a otra María, La Mala, que el jueves se marcó un concierto de lo más majo en La Riviera. En definitiva: las dos marías, las que más duro pegan en lo suyo y también, qué carajo, las que están de mejor ver. Porque lo están. A Sharapova se la conoce bien por su faceta como modelo, exhibiendo su melena rubia desde las alturas, con una mirada que tiene un punto melancólico que hace que uno la pueda querer para siempre, unos rasgos suaves, ojos verdes, unos brazos con un poderío que ya quisiera yo y unas piernas larguísimas que invitan a los tópicos y, por supuesto, a perderse.
La Mala es más menuda, con una corona tatuada en su hombro derecho, alejada de los clichés del hip hop, morena, menos racial de lo que parece, con acento pese que a lleva 10 años en Madrid, moderadamente tímida, moderadamente agresiva (o al menos cortante), elegante pero informal a su manera, con una sonrisa que bien vale una buena foto y una cantidad creciente de matices en la voz. Y además de eso tiene su morbo y más que su aquél, aunque cualquiera se atreve con Mahoma, un rapero cubano que intimida, y más cuando uno le escucha en "Miedo" cantar eso de "aquí hay un negrón que va enseñar follar a tu mujer". Sí, ya se sabe que estos chicos del hip hop no se suelen andar con medianías ni sutilezas. "Voy a lo que voy", cantaba ella hace años, y a fe que lo cumple, aunque ahora, cosas de la promoción, tenga que compartir escenario con Paulina Rubio, Pereza o Dover y parezcan tan lejos los tiempos en que gritaba eso de "¡¡ Comedme el coño!!" con que terminaba un tema con Alta Escuela y (creo) SFDK.
Pero para gritos los de la María rusa, convertida en una fiera desde el fondo de la pista. Cuando está en forma es la que pega más duro, especialmente unos derechazos a dos manos que parecen misiles que salen acompañados de un aullido que ni Allen Ginsberg en sus mejores tiempos. Su padre observa vigilante desde la grada, se desespera en los fallos, asiente en los puntos a favor y finalmente se resigna cuando pierde, como en la final del Masters de Madrid el pasado 11 de noviembre, en donde Sharapova cedió ante Justin Henin-Hardenne, infalible en la red y segura desde el fondo, aunque las paso putas en el primer set, en donde la protagonista de estas líneas la arrinconó a base de raquetazos y de buscar y encontrar angulos tan imposibles como las rimas matemáticas y demoledoras de la rapera nacida en Jerez y criada en Sevilla.
No sé: ¿hay semejanzas más allá del nombre? Pues depende lo que se quieran forzar las cosas. La rusa acaba de empezar la veintena, la andaluza se despide de ella el próximo año; la rusa agita el brazo con una raqueta, la andaluza con un micro; Sharapova cierra el puño, La Mala también; una levanta pasiones (y más que pasiones) y hace de modelo, con posados de infarto y mirada de cordero degollado; María Rodríguez mira de frente y se viste de mujer clásica para la portada de "Yo Dona" (El Mundo), con trapitos de marca y poses lejos de las habituales en su mundo; una nació en Siberia y creció tenísticamente en Estados Unidos; la otra llegó al mundo en Jerez, marchó a Sevilla, recorrió sus calles, dejó su sello y se vino pa’ Madrid (como los de Ketama, sí), donde creció como artista hasta convertirse en la más grande en lo suyo, con todas sus virtudes y también algún defecto; Sharapova, siberiana ella, fue efímera número uno, su carrera se truncó por una lesión y ahora anda en el seis, aunque 2008 tiene que ser su año, el que la convierta sin discusión en la estrella que ya es.
La Mala actuó el jueves 29 de noviembre en La Riviera, poniendo fin a la gira de "Malabarismo", con un inicio de vértigo, aunque luego perdió fuelle, como la rusa en la final del Masters frente a Henin. A uno la verdad es que le da igual: disfrutó de lo lindo con el arranque de cada una de ellas; ya hicieron bastante ahí para ganarse éstas y más líneas. Una mandando desde el escenario, ceñida en un vestido morado (luego se pondría más cómoda con uno verde y terminó combinando mallas y lentejuelas con zapatos rojos con un tacón de aúpa) y despachando rimas que no admiten contestación. Hay dos nombres que me parecen incontestables en el hip hop en español: Sólo los Solo y La Mala. El resto, incluidos los pesos pesados, tienen tics para dar y regalar, pero ellos trascienden los tópicos.
Sharapova manda en la pista, a pesar de Justine Henin o Ana Ivanovic; ella grita más, golpea seco y se gira sobre sí misma haciendo que se muevan unos pendientes imposibles para jugar al tenis. Su juego es saque y volea, pero desde el fondo consigue aburrir a sus rivales a base de bien. De granate o blanco, con horquillas negras, el pelo recogido en una coleta y las piernas deslizándose de lado a lado. Le falta ritmo, puede que sí, pero cuando lo acabe de coger a ver quién la para. Y eso arrebatándose sólo ligeramente, casi vulnerable en el tercer set, cuando la derrota estaba cantada pero aguantaba y todavía guardaba fuerzas para cerrar el puño y sacarse un golpe ganador. La Mala mientras tanto termina la gira, levanta las manos y se despide agradecida, como Rosendo, después de decir que sólo sabe hacer esto.
Lo canta en "Yo marco el minuto" y vale para las dos: "Me lo estoy currando, me lo estoy currando. Soy una mujer de recursos, chulo; tu suela, pasión, saliva, leche y trucos. Yo marco el minuto". Y luego: "Tengo lo que tú quieres". Es verdad: las dos lo tienen ("la gloria será pa quien la corresponde). Ay, cómo lo sabía yo.
La Mala es más menuda, con una corona tatuada en su hombro derecho, alejada de los clichés del hip hop, morena, menos racial de lo que parece, con acento pese que a lleva 10 años en Madrid, moderadamente tímida, moderadamente agresiva (o al menos cortante), elegante pero informal a su manera, con una sonrisa que bien vale una buena foto y una cantidad creciente de matices en la voz. Y además de eso tiene su morbo y más que su aquél, aunque cualquiera se atreve con Mahoma, un rapero cubano que intimida, y más cuando uno le escucha en "Miedo" cantar eso de "aquí hay un negrón que va enseñar follar a tu mujer". Sí, ya se sabe que estos chicos del hip hop no se suelen andar con medianías ni sutilezas. "Voy a lo que voy", cantaba ella hace años, y a fe que lo cumple, aunque ahora, cosas de la promoción, tenga que compartir escenario con Paulina Rubio, Pereza o Dover y parezcan tan lejos los tiempos en que gritaba eso de "¡¡ Comedme el coño!!" con que terminaba un tema con Alta Escuela y (creo) SFDK.
Pero para gritos los de la María rusa, convertida en una fiera desde el fondo de la pista. Cuando está en forma es la que pega más duro, especialmente unos derechazos a dos manos que parecen misiles que salen acompañados de un aullido que ni Allen Ginsberg en sus mejores tiempos. Su padre observa vigilante desde la grada, se desespera en los fallos, asiente en los puntos a favor y finalmente se resigna cuando pierde, como en la final del Masters de Madrid el pasado 11 de noviembre, en donde Sharapova cedió ante Justin Henin-Hardenne, infalible en la red y segura desde el fondo, aunque las paso putas en el primer set, en donde la protagonista de estas líneas la arrinconó a base de raquetazos y de buscar y encontrar angulos tan imposibles como las rimas matemáticas y demoledoras de la rapera nacida en Jerez y criada en Sevilla.
No sé: ¿hay semejanzas más allá del nombre? Pues depende lo que se quieran forzar las cosas. La rusa acaba de empezar la veintena, la andaluza se despide de ella el próximo año; la rusa agita el brazo con una raqueta, la andaluza con un micro; Sharapova cierra el puño, La Mala también; una levanta pasiones (y más que pasiones) y hace de modelo, con posados de infarto y mirada de cordero degollado; María Rodríguez mira de frente y se viste de mujer clásica para la portada de "Yo Dona" (El Mundo), con trapitos de marca y poses lejos de las habituales en su mundo; una nació en Siberia y creció tenísticamente en Estados Unidos; la otra llegó al mundo en Jerez, marchó a Sevilla, recorrió sus calles, dejó su sello y se vino pa’ Madrid (como los de Ketama, sí), donde creció como artista hasta convertirse en la más grande en lo suyo, con todas sus virtudes y también algún defecto; Sharapova, siberiana ella, fue efímera número uno, su carrera se truncó por una lesión y ahora anda en el seis, aunque 2008 tiene que ser su año, el que la convierta sin discusión en la estrella que ya es.
La Mala actuó el jueves 29 de noviembre en La Riviera, poniendo fin a la gira de "Malabarismo", con un inicio de vértigo, aunque luego perdió fuelle, como la rusa en la final del Masters frente a Henin. A uno la verdad es que le da igual: disfrutó de lo lindo con el arranque de cada una de ellas; ya hicieron bastante ahí para ganarse éstas y más líneas. Una mandando desde el escenario, ceñida en un vestido morado (luego se pondría más cómoda con uno verde y terminó combinando mallas y lentejuelas con zapatos rojos con un tacón de aúpa) y despachando rimas que no admiten contestación. Hay dos nombres que me parecen incontestables en el hip hop en español: Sólo los Solo y La Mala. El resto, incluidos los pesos pesados, tienen tics para dar y regalar, pero ellos trascienden los tópicos.
Sharapova manda en la pista, a pesar de Justine Henin o Ana Ivanovic; ella grita más, golpea seco y se gira sobre sí misma haciendo que se muevan unos pendientes imposibles para jugar al tenis. Su juego es saque y volea, pero desde el fondo consigue aburrir a sus rivales a base de bien. De granate o blanco, con horquillas negras, el pelo recogido en una coleta y las piernas deslizándose de lado a lado. Le falta ritmo, puede que sí, pero cuando lo acabe de coger a ver quién la para. Y eso arrebatándose sólo ligeramente, casi vulnerable en el tercer set, cuando la derrota estaba cantada pero aguantaba y todavía guardaba fuerzas para cerrar el puño y sacarse un golpe ganador. La Mala mientras tanto termina la gira, levanta las manos y se despide agradecida, como Rosendo, después de decir que sólo sabe hacer esto.
Lo canta en "Yo marco el minuto" y vale para las dos: "Me lo estoy currando, me lo estoy currando. Soy una mujer de recursos, chulo; tu suela, pasión, saliva, leche y trucos. Yo marco el minuto". Y luego: "Tengo lo que tú quieres". Es verdad: las dos lo tienen ("la gloria será pa quien la corresponde). Ay, cómo lo sabía yo.
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