martes, 20 de noviembre de 2007

el amor era esto (más o menos)



Me preguntaban esta mañana por la mejor novela de amor que había leído. Y no lo tengo demasiado claro. En ese momento dije que "Expiación", de Ian McEwan, y creo que ahora lo volvería a hacer. Por lo menos es la que en conjunto más me ha gustado en los últimos tres años, que es más o menos el límite que tengo para acordarme de las cosas sin tener que volver a ellas cada dos por tres. Por cierto que la película creo que se estrena pronto, con Keira Knightley como protagonista; abrió la última Mostra de Venecia y Carlos Boyero, en "El Mundo", antes de irse a "El País", dijo que merecía la pena.
Apenas unos minutos después de la pregunta entraba en otro blog y casualmente me encontraba con alguien que respondía a la misma cuestión. Se decantaba por "El amor en los tiempos del cólera", de García Márquez, un tipo que a mí nunca me ha llamado la atención, y tampoco especialmente ese libro. Bien: la chica con la que hablaba al otro lado se quedaba con "Las horas", de Michael Cunningan (la película me dejó un nudo en la garganta durante un buen rato).

Ahora añadiría a la lista al menos otros cuatro títulos: amor trágico y contenido en "El mar" (John Banville); amor anticapitalista y revolucionario en "El amor en los días de la furia" (Lawrence Ferlinguetti); amor en la Movida en "Castillos de cartón" (Almudena Grandes); y amor de corte posmoderno y desengañado en "El amor dura tres años" (Frederic Beigbeder).
Pensaba en todo esto cuando volvía a casa sobre las ocho y me encontré con un accidente en la M-600; un rato de atasco, lluvia y luces de las ambulancias y los coches de la Policía y la Guardia Civil. Me he acordado entonces de un libro que no es exactamente de amor pero en el que se ha habla mucho de amor: "Amor, etcétera", de Julian Barnes (especie de continuación de "Hablando del asunto"). Divertido, ágil, a veces pretencioso y siempre entretenido, como un vodevil que relata con mucho ritmo el triángulo amoroso de Oliver, Stuart y Gillian; y ella con zapatos rojos, que para eso está bien vestir de rojo. El mejor resumen está en esta frase: "No, la verdadera traición se da entre amigos, entre los seres queridos. La amistad y el amor sirven para que la gente se comporte mejor, ¿no? Pero ésa no ha sido mi experiencia. La confianza lleva a la traición".
Pues sí: la confianza lleva a menudo a cruzar la delgada línea roja (película un poco pesada; "Apocalyse now" ya se había adentrado en el infierno).

Voy al grano: casi todo lo que se puede decir del tema está aquí: "El primer amor es el único amor / El único amor es todo el amor posible / El único amor es el amor verdadero / El primer amor es irrepetible. Y puedas o no puedas, nunca te libras del primer amor. Del segundo sí. Del primero, nunca / (un inciso: "el estajanovismo sexual es para los que no tienen imaginación") / Necesitamos todo el amor posible porque escasea mucho, ¿no crees? / El verdadero amor es un amor sólido, cotidiano, fidedigno, un amor que nunca te falla. ¿Te suena aburrido? A mí no / ¿Quién dijo que el amor nos hace ser mejores? / ¿El amor lleva a la felicidad? Anda ya".
Por el camino me he dejado algunas frases que también figuran en este intercambio a tres desde el fondo de la pista, devolviendo una pelota tras otra hasta que al final se queda en la red.
Hay dos teorías básicas, según los protagonistas masculinos del libro: Oliver divide a las personas entre las que creen que el amor es todo y el resto es un simple etcétera; y las que no dan demasiada importancia al amor y sí al etcétera. Y casi a renglón seguido Stuart propone otra línea: "Algunos son lo bastante afortunados, o desventurados, de amar a varias personas, bien una detrás de otra, bien superpuestas; mientras que otros aman una sola vez en su vida".
Las teorías, más que distintas, son complementarias. Si tuviera que meterme en alguno de los grupos, diría, a día de hoy, que en el amor es necesario que haya una gran cantidad de etcétera. y que el único amor es todo el amor posible e incluso que se puede amar a dos (y más) personas a la vez y no estar loco.

El día 21 cumplo años (unos cuantos) de mi amor con M. Hoy no ha sido un buen día. Etcétera.

(La ilustración que abre el texto la he cogido prestada de Hablando del asunto).

lunes, 19 de noviembre de 2007

Xabel Vegas. traiciones, mentiras y palabras



Todavía está por venir su primer disco, pero Xabel Vegas y Las Uvas de la Ira se presentan en sociedad con un mini-lp, “Canciones sobre traiciones y mentiras” (Mushroom Pillow), que augura grandes cosas y que ya merece unas líneas. Y como esta tarde he hablado con él y la versión oficial sólo tendrá 30 por aquello de que donde manda patrón no manda marinero, aquí va la conversación (casi) íntegra, como punto final a una semana en donde me he despachado con unas voleas definitivas, he visto el musical “Jesucristo Superstar” -que es una manera como otra cualquiera de tirar 50 euros- y he comprobado de nuevo que me quedo con esta parte de la Sierra frente a Valdemoro. Bueno, que no me lío y aquí va la interviú, en rigurosa exclusiva para Vestir de Rojo.

¿Cuándo empieza a gestarse este proyecto?
En realidad ya llevaba varios años, probablemente desde el penúltimo disco de Manta Ray, “Estratexa”. Llevaba tiempo planteándome eso, haciendo canciones y muy interesado por la música también como expresión de emociones y experiencias, y con las canciones como elemento central. Y hace dos años decidí materializarlo creando una banda, Las uvas de la Ira.

¿Pero sigues también en Manta Ray?
Sí, sí, ahora mismo estamos un poco en stand-by, como los amplis, pero es un proyecto que sigue vivo. Tenemos un ritmo un poco más lento, porque todos estamos también en otros proyectos y con la cabeza en otras cosas, pero sigue existiendo y yo me considero uno más.

¿Cómo resulta ahora esta aventura respecto a la experiencia en el grupo?
Bueno, Manta Ray cubre una parte muy importante de mi interés por la música, que es la de entenderla como una experiencia colectiva, y como un lenguaje en el que trabajamos con el sonido como materia prima de manera un poco abstracta. Pero también hay otra parte que me interesa mucho, que es la más narrativa, con textos más centrales y personales, como vehículo de transmisión de sentimientos y experiencias.

¿Estás ahora más cerca de la tradición norteamericana, de Bob Dylan a Leonard Cohen?
Sí, siempre me interesó. Supongo que mi bagaje musical es sobre todo norteamericano. Me interesa gente actual como puede ser Will Oldham, Vic Chesnutt o Howe Gelb, y también clásicos como Leonard Cohen o Bob Dylan. Y también parte del folk norteamericano, gente como Woody Guthrie o Pete Seeger, e incluso el soul y el blues, pero casi más como expresión y como idea, la manera que tenían de expresar los sentimientos. Sé que no soy un bluesman, y no voy a ser fiel a ese estilo. Pero sí, mi bagaje musical está más cerca de Norteamérica que de Inglaterra.

Después de este primer mini-lp, ¿en qué fase está el disco?
Ayer mismo vine del estudio, en Gárate, de acabar las mezclas. Este mini-lp pretendía ser una especie de tarjeta de presentación del proyecto, con canciones muy diferentes entre sí, pero a la vez un poco conceptual, con la idea de las traiciones y mentiras. Pero esto debe servir como tarjeta de presentación para el lp, que es el trabajo que yo considero más importante, y que saldrá a finales de enero o principios de febrero.

¿Y funciona como carta de presentación o quedan muchas cosas por descubrir?
Quedan cosas por descubrir, pero creo que es buena tarjeta de presentación aunque sean canciones muy diferentes, como “La cena”, que es muy acústica, o “Nuestra sociedad secreta”, que es más eléctrica. Pero quizá era la primera vez que la banda entraba en el estudio y en el lp hay un trabajo más consciente de búsqueda de lenguaje propio. Aquí ya existe, pero quizá de manera más tenue.

¿Ha sido un cambio complicado pasar de la batería en Manta Ray al primer plano?
No. En primer lugar porque en Manta Ray nunca nos hemos considerado instrumentistas. Y en mi caso nunca me interesó demasiado la técnica instrumentista, y nunca fui buen instrumentista, ni con la batería, ni con la guitarra, ni cantando, ni nada. Y en el caso de manta ray nos gusta más considerarnos como compositores. Cuatro compositores que nos juntamos y de manera circunstancial uno toca la batería, aunque luego también pueda coger la guitarra o el bajo. Lo que sí me resultó, no difícil pero sí una experiencia muy nueva para mi, fue no tanto ponerme delante del escenario, sino empezar a cantar textos en castellano que salen un poco de las vísceras y que tienen para mí una importancia personal muy fuerte.

¿Hay mucho de autobiográfico en estas “Canciones sobre traiciones y mentiras”?
Sí, casi todo. Incluso las canciones que están escritas en tercera persona o que hablan de cosas aparentemente ajenas, siempre parten de la experiencia y trato de reflejarme un poco en esas historias. En este proyecto soy incapaz de escribir textos que no partan de la experiencia, aunque eso no quiere decir que todo lo que aparezca sea real o necesariamente autobiográfico.

¿Incluso en “La cena”, donde hablando de traiciones tiras por lo alto y vas a la traición de Judas?
Sí, quizá más oculta, porque es una historia que habla de un personaje como judas. Pero igual sí que hay algo de autobiográfico porque cuando me planteé hacer un disco sobre traiciones y mentiras me interesaba la experiencia de los seres humanos como gente traicionada, pero también la visión de quien traiciona, incluso a veces por necesidad. Y de hecho Judas, lejos de parecerme un ser detestable, me parece un personaje histórico con el que fácilmente me puedo identificar y con el que todos podemos hacerlo en algún momento de nuestra vida.

Resulta curioso, porque ahora hace 10 años publicabais un disco de Manta Ray con Corcobado en el que aparecía el otro protagonista de la historia, Jesucristo, en “Getsemaní”…
Sí, la banda sonora de “Jesucristo Superstar” me parece buenísima. Y a mí, aunque soy ateo y además bastante militante en ese sentido, siempre me ha interesado mucho la iconografía cristiana y especialmente los evangelios como herramienta para utilizar en mis canciones. Me parece que son muy evocadores y tienen mucha fuerza.

A pesar del tono serio y grave, también hay un cierto sentido del humor…
Sí, me interesa mucho. Soy consciente de que no hago música alegre y de que mis textos no son muy vitalistas, pero dentro de ese gusto por atender a las partes más oscuras del ser humano me interesa buscar cierta clase de ironía, aunque a veces sea un poco agria. Por ejemplo, me interesa Leonard Cohen, que aunque todo el mundo piensa en sus textos como muy tristes, yo creo que también están cargados de ironía.


Hablábamos antes de cantautores, pero en tu música hay mucho de rock, al menos formalmente…
Sí, de hecho la palabra cantautor no me gusta mucho. Yo suelo utilizar, aunque suene un poco pedante por ser una palabra anglosajona, el término songwriter, porque me parece que cantautor tiene unas connotaciones en nuestro país que en mi caso por lo menos me parecen bastante despectivas. Lo que sí tenía claro desde el primer momento es que no me gusta presentarme como el típico cantautor que defiende sus canciones con una guitarra acústica y su propia voz, porque suelo decir que para hacerlo de esa manera hay que tener dos características de las que yo carezco. Hay que tener una buena dosis de valor y hay que gustarse mucho a sí mismo. Y yo ni lo uno ni lo otro: soy más bien cobarde y me gusto poco, así que desde el principio tenía claro que quería que fuese un proyecto de rock y que no se hablara tanto de mí como un cantautor, sino como un escritor de canciones de rock. Me interesa más Bob Dylan cuando coge una guitarra eléctrica que sus primeros discos, que eran más acústicos.

Supongo que eso pesa de alguna manera a la hora de componer…
Sí, lo que pasa es que las canciones las compongo sólo con una acústica, pero sí tengo presente la idea de introducir la electricidad y de tener una banda detrás apoyándome. Aunque tampoco descarto hacer canciones e incluso algún concierto en acústico, no reniego de ello.

¿Las referencias literarias, empezando por el nombre de la banda, son fundamentales?
Sí, sí que son importantes. En el caso de “Las Uvas de la Ira”, es una novela que me marcó mucho. En general toda la obra de Steinbeck. No sólo por la manera en que está escrita, sino porque cuenta una historia que desgraciadamente sigue siendo muy actual, la de la gente que tiene que dejar su tierra e irse a un lugar que le es hostil y le hace daño. Y después hay referencias literarias en algún caso de manera más explícita, porque ya te digo que en este proyecto la escritura de textos es un elemento central y tiene un papel casi protagonista. Y en eso me influye tanto la música que escucho como las cosas que leo.

¿Cuéntas con la alargada sombra de las comparaciones con tu hermano Nacho?
Bueno, es inevitable. Cuando empecé con este proyecto tenía claro que iba a haber comparaciones, y también tenía claro que no voy a luchar contra ellas ni a enfadarme, porque me parece una pérdida de tiempo. Es cierto que los dos estamos haciendo rock de autor y que tenemos referencias o una cultura musical parecida, pero a los dos nos interesan cosas distintas en la manera de escribir y contar historias, de relatar nuestras propias experiencias y también en la manera de ambientarlas con la banda. A Nacho le veo más como hermano que como músico, y de hecho creo que sólo tengo su primer disco realmente escuchado. No por nada, sino porque no se dio la circunstancia de escuchar un disco suyo entero, pero ahora mismo no está nada presente en mí a la hora de hacer canciones. Pero sé que es inevitable que exista la comparación, aunque eso me perjudique más que otra cosa, aunque soy consciente de que a veces incluso nuestro timbre de voz se parece, pero nos interesan cosas muy diferentes a la hora de escribir canciones.

¿Tienes ya título para el álbum?
No, y es algo en lo que llevo pensando varias semanas y que tengo que dar ya.




(Para el próximo post me prometo a mí mismo escapar de la música, hablar del musical y también de alguna traición, pero eso tendrá que esperar...).

lunes, 12 de noviembre de 2007

causas, hechos, consecuencias


Parece claro que tenemos una peligrosa tendencia a complicarnos la vida. Hoy lo digo por un amigo que hace unos días dejo a su chica. Me lo contó por teléfono, que es un medio como otro cualquiera para ponerse a hablar de estas cosas, aunque tiene sus riesgos. Uno de ellos es que vayas conduciendo y aparezca la Guardia Civil en medio del relato, con lo que las cosas se quedan a la espera de un café para profundizar en causas y consecuencias. Cuando estudiábamos historia, en BUP, COU y luego en la facultad, los profesores hacían hincapié en el asunto de las causas y las consecuencias, aunque yo creo que en definitiva lo que importan son los hechos. Las causas dependen de cada cual y las consecuencias a menudo son impredecibles, pero los hechos no tienen vuelta de hoja. Pues aquí lo mismo.
Hace mes y medio estábamos tan a gusto en su casa, en una cena apañadita, con unas copas y una noche que se alargó más de lo previsto, con el becario y uno mismo dando cuenta de una botella de Johnny Walker. Llevaban viviendo juntos desde agosto, con sus libros de filosofía, la guitarra, dostoievski, jodorowski, sartre, los girasoles ciegos y un patio acojonante de 70 metros cuadrados. Pero se acabó, y me jode. Vamos a llamarles F (chico) y A (chica). F es mi amigo, ex compañero de trabajo, el que lo contó el martes pasado un poco de repente, después de hacer chascarrillos sobre temas varios (entre otros el "olé, olé, olé, somos españoles" con que los ceutíes hacían patria). Le aprecio como a poca gente, pero hay una cosa que no acabo de entender: la facilidad que tiene para complicarse la vida. Lo hace con todo. Y lo pasa mal. Pero me temo que ya no tiene remedio. Las navidades pasadas también lo dejaron, aunque entonces fue un calentón en sentido inverso y se veía que no duraría mucho. Se lo dije entonces y se lo he dicho ahora: A te hace mejor. Es así. Hay gente que nos mejora y éste era uno de esos casos.
Esta tarde he hablado con A (o ella ha hablado conmigo, para ser más fieles a la realidad). Dice que F dijo hasta aquí porque no era feliz con ella, que desde luego es una razón de peso que no necesita causas ni consecuencias, aunque creo que esconde un mal endémico de este chico: su retorcida necesidad de estrujar la felicidad. Nacho Vegas escribe en una canción que la felicidad es un estado que existe sólo de manera contextualizada. Sólo somos felices respecto a algo. F ha estrechado tanto las cosas, ha dejado márgenes tan reducidos, que ha ahogado los límites y corre el riesgo de no ver más allá de una premeditada insatisfacción. Le ha pasado antes y le está pasando otra vez, con la diferencia de que en este caso A le hacía mejor.
Todo esto lo escribo pero no se lo digo, o lo hago de otra manera, porque no quiero caer en el riesgo de la psicología barata y porque también confío en que pese a todo sabe lo que hace. Pero espero que se lo piense, para que engañarnos.
A todo esto, en las historias ajenas siempre encuentra uno la posibilidad de medirse, de preguntarse qué es lo que haría y qué es lo que va a pasar, suponiendo que tenga que pasar algo. Esta vez también lo he hecho, y salgo bien parado: me siento feliz y procuro no complicarme la existencia. Pero también tengo la sensación de que tengo todo tan aparentemente controlado que en caso de que algo falle la hostia va a ser de campeonato. En todo caso, es simplemente un supuesto, pero aquí pasa como con la Policía Científica (y mejor CSI que la versión española made in Coronado): hay que trabajar con todas las hipótesis.
Hasta aquí la charla. Me da un poco de reparo hablar de otros, pero ya está hecho. Desde el jueves, día de la última entrada, han pasado varias cosas: torneo de wii frustrado, fin de semana seta, lentejas bien ricas, me quedo dormido en el sofá, M está tristona, compramos el regalo para el cumple del próximo viernes (a mí no me gusta, que quede claro), el rey manda callar a chávez, madrid se convierte en escenario de la ampliación del campo de batalla, empiezo a hacer las compras de reyes, voto por la tapa de las murallas, justine henin gana a maria sharapova (a la que voy a dedicar una santología en breve, voy avisando) y me encargan entrevista con xabel vegas, que acepto encantado y a quien podría recibir en batín si fuese su hermano, pero como no lo soy y él además está en gijón, pues hablaremos por teléfono y se acabó.


Hacía días que no terminaba con ninguna cita, pero hoy he estado escuchando a Triángulo de Amor Bizarro (TAB) y dicen con razón: "Lo malo del gobierno es que gobierna" (en "Isa Vs. El Partido Comunista"). Y también (en "¿Quiénes son los curanderos?"): "Portaos bien, hijos de puta; Jesús os mira desde las alturas". Pues eso, vamos a ser buenos, aunque sea por una vez.

jueves, 8 de noviembre de 2007

vuelve la canción protesta



No. No voy a hablar de Ismael Serrano ni de los habituales del Libertad 8. Sólo faltaba. Los líderes de la nueva canción protesta, los más frescos del pop a la izquierda y también los más rápidos, efectivos, eficaces y eficientes son Grande-Marlaska, el grupo antes llamado Garzón hasta que el juez de marras en un ataque de egolatría dijo que nanai y ellos encontraron un nuevo superjuez en Grande-Marlaska, que el verano de 2006 (cuando pasó todo esto) andaba revolucionando la Audiencia Nacional.
Ahora acaban de publicar disco, "El momento de hacer" (te lo puedes bajar enterito en http://www.superjuez.com), que de verdad merece la pena, porque tienen cosas que decir, porque las dicen y porque las dicen bien. Y porque son los que mejores estribillos y la-la-las tienen ahora mismo. Pueden gustar a niños y grandes y en su repertorio (no en este trabajo) tienen una frase que tiene mucha más ideología que todos los sesudos planteamientos de los cantautores autoproclamados revolucionarios:"¿Qué es lo que vigila tu libertad?".
Aquí empiezan con un medio tiempo, aunque con idéntica disposición: "Llegó el día, escoged la posición; llegó la hora: despertad, es el momento de hacer". No hay "ora et labora". Sólo de lo segundo, y adiós a la palabrería.
Víctor Lenore ha escrito siete razones para hacerles caso, de las que sólo rescataré dos para no alargarme demasiado:

"2) Es un grupo digno de sus influencias: Violent Femmes, Beat Happening, The Go-Betweens, Television Personalities, The Feelies, La Polla Records, The Wedding Present, Phil Ochs... Casi nada. ¿Cuántos artistas (de aquí o de fuera) pueden decir eso?
3) Han conseguido quitar telarañas al término "pop político". No escriben eslóganes ni arengas sobre causas con las que todos estamos de acuerdo. Siguiendo la tradición de The Smiths, Housemartins o McCarthy deshacen fronteras entre lo público y lo privado. No es que hagan un esfuerzo por incluir la política, simplemente cantan sobre conflictos que les afectan (que nos afectan a la mayoría)".

Y antes César Estabiel resumió sin complicaciones su manera de hacer pop: "Con ilusión, mucho nervio, sin dictados estéticos y poca tontería".

Ni más ni menos. Ahora estas 12 canciones permiten de nuevo creer en una música que no salvará el mundo, aunque seguro que sí más de una noche. Ellos son Roberto Herreros, Malela (también Le Mot y ex de Nosoträsh) y Pepo Márquez (al que en otro sitio rebauticé como Pepo Hernández; espero que lo corrigieran).
Pero como no sólo de jueces vive el hombre, y como la justicia es una cosa lenta y a menudo incomprensible (hoy leo que una juez ha quitado la custodia de sus hijos a un hombre porque éste es cojo), aquí va un pequeño catálogo de autores (Grande-Marlaska es un grupo, pero una cosa lleva a la otra) con los que quitar las telarañas a un género que ha sufrido y todavía sufre mucho por obra y desgracia de unos pocos.

- El Hijo (Abel Hernández; ex Migala): su primer disco largo es "Las otras vidas", donde demuestra que es mucho más que una gran voz, descubriendo matices inéditos y con un lenguaje que le pone a años luz de la mayoría.
- Aroah (Irene R. Tremblay): en cada uno de sus tres discos ha dado una vuelta de tuerca a la intimidad, con una desarmante facilidad para la melodía. En todo caso, me quedo con el primero, de título genial, "No podemos ser amigos".
- Refree (Raúl Fernández): lo último suyo es "Els invertebrats", como siempre distinto y sacando brillo a la canción mediterránea, aunque todavía me falta cogerle el punto. Por lo menos no tanto como a "La matrona", que tiene la canción de cumpleaños más triste que conozco.
- Nacho Vegas: hay a quien le ha dado últimamente por decir que acabará siendo el Sabina del indie, pero eso es porque no han escuchado bien "Desaparezca aquí". No digo más para no aburrir al personal.
- Christina Rosenvinge: acaba de publicar un mini-lp con Nacho Vegas, "Un verano fatal", y con "Continental 62" ya dejó bien claro que ha vuelto para quedarse. Hace tres semanas redescubrí toda la belleza de "Días grandes de Teresa", de su época con subterráneos.

Me dejo unos cuantos: Antonio Luque (Sr. Chinarro), Xabel Vegas, Jabier Muguruza, Joan Miquel Oliver, Ainara LeGardon, Jonston, Juana Molina (al otro lado del charco), Ana Laan, trocitos de Bunbury, Martín Buscaglia ("El Evangelio según mi jardinero" es divertidísimo), algo de Quique González, The Secret Society (Pepo Márquez), pero para completar la lista de songwriters de aquí reservo a otros dos:
- Lluis Llach: éste sí que sabe de canción protesta, pero sobre todo de canción. Y tiene un disco del que no me canso, "Viatge a Ítaca", que contiene toda la épica y la lucha y el deseo y también el sentimiento más mínimo ("Fins el mai").
- Jorge Drexler: en otras circunstancias no estaría entre mis favoritos, pero sí me gustan algunas canciones y tiene una cosa que no tienen los demás, y es que es el primer tío que se ha venido con un Óscar a mi pueblo, San Lorenzo de El Escorial, y eso ya está bien, así que ganado se lo tiene.

Hay otros, seguro, pero así ha quedado esto: demasiado serio, creo, aunque sin dogmas ni nada parecido (o eso intento). Y nada más: vuelvo al principio. Es el momento de hacer. Se finí.

domingo, 4 de noviembre de 2007

on the road (again)


La idea era haber esperado algún día más para publicar otra entrada, pero hace 50 minutos que he terminado “La carretera”, de Cormac McCarthy, y prefería no esperar para hacer algunos comentarios. El primero es que las 20 últimas páginas son terriblemente tristes y también esperanzadoramente desoladoras, o al revés. Sobre todo a partir de una pregunta y su respuesta:


“¿Qué es lo más valiente que has hecho?
Levantarme esta mañana”.


Pues sí. Es la estrategia del tedio en un mundo gris absolutamente arruinado, en el que un padre y su hijo luchan por sobrevivir, llevando el fuego y siguiendo el trazado de una carretera a ninguna parte. El final, decía, es triste, pero sobre todo porque deja una puerta abierta a la esperanza cuando parecía que por fin llegaba la muerte.
Siempre hay oportunidades para empezar de cero. O por debajo o por encima de cero, lo mismo da. Y a ese crío se le presenta una más, aunque sea en un mundo tan mínimo y amenazante como en el que se mueve.
Aquí, en esta otra parte de la vida real, también seguimos.
Escenas de matrimonio (M&E): M, tumbada en el sillón rojo, empieza “Brooklyn follies”; y yo, sentado en una butaca de Ikea que hace un ruido del demonio, termino “La carretera”, poniendo fin provisional a un puente en el que ha habido tiempo para varias cosas: un partidillo, visita al cementerio, bollitos de miel, teatro (“El maletín”, de Mark Ravenhill), cine (“El sueño de Cassandra”, más floja que las otras dos de la trilogía de Londres), victoria de Nadal sobre Bagdhatis, derrota de Nadal ante Nalbaldian, un disco de Trentemoller, Pauline en la Playa, Joan Miguel Oliver y sus “surfistas a cámara lenta”, unas fotos en flickr.com, unas bravas en la cantina y hasta un post en el blog.
Hoy, por enésima vez en las últimas semanas, iba a empezar el libro que me lleva esperando desde diciembre de 2006: “Hablamos. Besos”. Creo que tengo una idea y un par de buenos protagonistas, como siempre heredados de este lado de la vida real, pero no tengo claro si debo hacerlo, o si debo hacerlo con variaciones, o si mejor miro hacia otro lado. Lo que sí sé es que si al final lo hago la siguiente escena empezará así:


Hola.
Hola.


Tan simple como eso, y con la banda sonora de “Noam Chomsky”, de Astrud, como recurso musical para animar el messenger.
Hasta aquí esta entrada. Si fuera Nacho Vegas mandaría saludos desde el norte, pero como soy el que soy, y vale, dejamos el norte como un estado de ánimo y me limito a despedirme desde este rincón peregrino de la sierra, con vistas al monasterio y a la iglesia de san Bernabé, y a la espera de que mañana sea un día más en el que poder decir, también desde aquí, que lo más valiente que he hecho ha sido levantarme.

jueves, 1 de noviembre de 2007

santos que yo te pinté



Creo que tenía unas cuantas cosas que contar, pero como hoy es hoy, empezaré por aquí. Día de Todos los Santos. Visita al cementerio. Flores por aquí, oraciones por allá. Gran ganga, gran ganga, él es de Teherán. A ver si me centro. En realidad el Día de Todos los Difuntos es mañana, 2 de noviembre, pero mis abuelos es verdad que tenían algo de santos, así que vale.
En el colegio (de monjas, claro) nos decían que todos estábamos llamados a la santidad. Y yo, que últimamente no estoy muy católico, creo que es verdad. Que cada uno se tome la santidad como quiera, pero mejor eso que no otras cosas peores y que además hacen más daño. El martes, antes de hablar de amores express en otro ámbito, me marqué una parrafada sobre los mártires de San Lorenzo, que por cierto me quedó medianamente bien y que me recordó algo que escribí hace tres o cuatro años después de ver "Soldados de Salamina". Héroes y mártires, se llamaba aquello, y a eso me refiero con lo de la santidad; que andamos faltos de héroes y santos, y que algunos van de mártires. Bowie lo cantó antes, Los Planetas se marcaron luego "San Juan de la Cruz", pero en aquella película el olor a santidad era el del barro y la pólvora, la tierra mojada y la sangre. Y eso además con la banda sonora de "Suspiros de España" en la versión de Diego El Cigala. Algo así debe ser la santidad: un baile lento mientras el mundo se para y la muerte aguarda; un soldado abrazado a su fusil. O un pic-nic en medio del campo de batalla.
Hay a gente a quien los cementerios le dan yuyu; a mí no, como casi todo. Ni fu ni fa. Encuentro que es un lugar como otro cualquiera para las convenciones sociales, donde se llora más que un bar pero a lo mejor no más que en el cine viendo "Bailar en la oscuridad". Me acuerdo ahora de la canción de Mecano y del numerito en el musical "Hoy no me puedo levantar", también de los Smiths y otro poco de Los Enemigos y "La vida mata", pero en realidad escucho "Santos que yo te pinté", segunda canción del disco "Unidad de desplazamiento" de Los Planetas: "Yo no soy ningún ángel, yo no soy ningún santo, pero lo que me estás haciendo es que me está matando".
Y me acuerdo también de "Encuentros en la tercera fase", pero sólo porque hace un par de semanas, en el entierro del padre de una amiga, voy y me encuentro con esa persona que en el libro de familia y el DNI pone que es mi padre, que también es mala suerte, o buena. O, ya lo he dicho, ni fu ni fa. Hola. Hola. Qué tal. Bien. Y tú. Bien. Pues nada. Sí.
De las cosas que se quedan en el tintero lo más destacable es el pedazo de concierto de Wedding Present, que a lo mejor ya lo mencioné en otro post, no estoy demasiado seguro; y antes una surrealista entrevista con Devendra Banhart que lo mismo un día cuelgo íntegra. Hay más cosas, sí, y algunas más interesantes, pero uno tiene su intimidad (y también los demás),así que me las dejo para otro momento.
Y ahora empieza el puente, en el que no hay grandes planes, aunque acabo de convencer a M para bajar a Madrid a ver "Construyendo a Verónica". Nuestra última experiencia con el teatro, a cuento del "Método Gronholm", es más bien para olvidar, pero allá que vamos. Yo mañana quería ir a comer fuera, pero el Euríbor dice que mejor nos quedemos en casa, que ya hemos rebasado la cuota de gastos extra comprando un portátil (falta hacía, eso sí).
También quería ir al Prado a ver la ampliación (y los cuadros que se exponen), pero como es gratis hasta el domingo hay unas colas del carajo, así que me espero a que cobren. Si la entrada costase aunque fuera 20 céntimos, otro gallo cantaría, pero como es gratis, viva la cultura! (y lo digo yo que trabajo en un periódico gratuito y sé de qué va la vaina).
En definitiva, que ya es otoño de verdad, que hemos dado la calefacción aunque hoy hace bastante bueno, que el cambio de hora es una sandez como otra cualquiera y que empiezo a otear en el horizonte la Navidad, que me apetece tan poco como otros años y si cabe un poquito menos. Calculo que este año tendré unas 10 comidas / cenas, excluyendo las familiares, así que de verdad que acabo hasta la bola de solomillos, corderos y demás (este año pido pescado, aunque mejor si no es merluza). El primero de los eventos está programado para el 23 de noviembre, viernes, con la propuesta de cena-espectáculo en un árabe del centro de la capital del reino. No sé. Es que a mí lo de la danza del vientre no me acaba de poner. Ya ha surgido otra propuesta de un sitio en el que alguien conoce a alguien que conoce al dueño y lo mismo nos sale más barato, pero vamos que me da igual cinco euros más o menos; y yo lo mismo hago caso y voy y digo que si vamos al Bo Finn, que está por el barrio de Salamanca y dice alguien a quien le mola "Dogville", Palahniuk, Ingrid Bergman y Eric Bana (amén de otras cuantas referencias) que está bien.
Hasta aquí la charla. Me da la sensación de que se me olvidan cosas, pero no me apetece ponerme a pensar demasiado. Eso sí, otro día escribo sobre Le Mans y la canción de todas nuestras vidas, incluyendo la mía: "Mi novela autobiográfica". De eso y de la paternidad que viene o pueda venir.