La idea era haber esperado algún día más para publicar otra entrada, pero hace 50 minutos que he terminado “La carretera”, de Cormac McCarthy, y prefería no esperar para hacer algunos comentarios. El primero es que las 20 últimas páginas son terriblemente tristes y también esperanzadoramente desoladoras, o al revés. Sobre todo a partir de una pregunta y su respuesta:
“¿Qué es lo más valiente que has hecho?
Levantarme esta mañana”.
Pues sí. Es la estrategia del tedio en un mundo gris absolutamente arruinado, en el que un padre y su hijo luchan por sobrevivir, llevando el fuego y siguiendo el trazado de una carretera a ninguna parte. El final, decía, es triste, pero sobre todo porque deja una puerta abierta a la esperanza cuando parecía que por fin llegaba la muerte.
Siempre hay oportunidades para empezar de cero. O por debajo o por encima de cero, lo mismo da. Y a ese crío se le presenta una más, aunque sea en un mundo tan mínimo y amenazante como en el que se mueve.
Aquí, en esta otra parte de la vida real, también seguimos.
Escenas de matrimonio (M&E): M, tumbada en el sillón rojo, empieza “Brooklyn follies”; y yo, sentado en una butaca de Ikea que hace un ruido del demonio, termino “La carretera”, poniendo fin provisional a un puente en el que ha habido tiempo para varias cosas: un partidillo, visita al cementerio, bollitos de miel, teatro (“El maletín”, de Mark Ravenhill), cine (“El sueño de Cassandra”, más floja que las otras dos de la trilogía de Londres), victoria de Nadal sobre Bagdhatis, derrota de Nadal ante Nalbaldian, un disco de Trentemoller, Pauline en la Playa, Joan Miguel Oliver y sus “surfistas a cámara lenta”, unas fotos en flickr.com, unas bravas en la cantina y hasta un post en el blog.
Hoy, por enésima vez en las últimas semanas, iba a empezar el libro que me lleva esperando desde diciembre de 2006: “Hablamos. Besos”. Creo que tengo una idea y un par de buenos protagonistas, como siempre heredados de este lado de la vida real, pero no tengo claro si debo hacerlo, o si debo hacerlo con variaciones, o si mejor miro hacia otro lado. Lo que sí sé es que si al final lo hago la siguiente escena empezará así:
Hola.
Hola.
Tan simple como eso, y con la banda sonora de “Noam Chomsky”, de Astrud, como recurso musical para animar el messenger.
Hasta aquí esta entrada. Si fuera Nacho Vegas mandaría saludos desde el norte, pero como soy el que soy, y vale, dejamos el norte como un estado de ánimo y me limito a despedirme desde este rincón peregrino de la sierra, con vistas al monasterio y a la iglesia de san Bernabé, y a la espera de que mañana sea un día más en el que poder decir, también desde aquí, que lo más valiente que he hecho ha sido levantarme.
1 comentario:
desde el fin del mundo, de una tierra extrema levantarse debiese ser un desafío, sin duda lo es por ratos,,,sin embargo lo más valiente que he hecho sigue siendo escribir...para levantarse sólo necesitas un impulso..
Soledad..desde Chile
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