En resumidas cuentas: 2007 se acaba dentro de poco más de nueve horas. Punto y seguido. Doce campanadas. Las doce uvas. De pequeño tomaba rodajas de plátano, luego llegaron los gajos de mandarina y también probé con las aceitunas (sin hueso). Y ahora, que me he vuelto mayor, ya estoy con las uvas, aunque tardo lo mío: debo terminar a y cinco del nuevo año, o algo así.
Aunque esta vez debería probar con galletitas saladas. Es decir: Les Biscuits Sales. Y cantar como ellas. ¿Lo digo? (Voces asaltan mi cabeza: "dilo!!!"). Pues sí: si fuese chica y no chico (o chico y chica, ya puestos), quisiera ser galletita salada para decir: "No me pongas tu capullo delante, capullo, / te lo arranco con los dientes, / no soy tan fácil, dime algo que me guste, / enséñame tu lado oscuro, / y si no se te ocurre nada, / pon esa lengua torpe entre mis piernas y hazme sonreír".
Pero voy a ser un chico fino y me olvido de esas cosas en esta cuenta atrás hacia 2008, que por lo pronto va a ser distinto a este año que termina básicamente por una cuestión numérica: tiene 366 días y no 365, lo que puede ser fabuloso si las cosas van bien o una putada si van mal. Esperemos que lo primero. Eso que no quede. En la sección supersticiones, no me voy a poner nada rojo, aunque sí hemos colocado en la entrada una ramita de muérdago para atraer la buena suerte. Ya veremos luego.
Iba a hacer un resumen de 2007, pero el caso es que me aburre lo de recordar, así que hago un resumen del 30 de diciembre de 2007, que ya es algo: me levanto tarde, con resaca (ay, se alargó la noche, y eso que me había puesto en lo peor) pero de buen humor; comemos cocido (soso, por cierto), M se echa la siesta, yo no soy de siesta, nadeamos en el sofá, nadeamos en general, echamos a cara o cruz si salimos para ir al cine a ver "American gangster", sale cruz, que es que no, así que nos quedamos en casa, cenamos nachos y jalapeños, vemos la tele, un capítulo de "a dos metros bajo tierra" y nos decimos que nos queremos y esas cosas hasta que M se queda dormida y a mí me dan las tantas trasteando y leyendo. Bueno, no es emocionante del todo, pero es una buena tarde de domingo, mejor que la de 2006 por estas fechas además, que ya que he puesto a recordar, me acuerdo. ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas del sexo, del primer concierto...?
El domingo también escuché Hidrogenesse y su "Así se baila el siglo XX", canción total ideal para despedir el año (ya que no el siglo).
Iba a decirte todo lo que siento... pero para no liarme, lo dejo a la imaginación.
No ha sido un mal año; podía haber sido mejor, claro, pero es lo que hay. Y en el resumen de futuros episodios precedentes, aquí va 2008: en enero nada claro todavía, salvo los Reyes y mi esperado libro con las letras de Dylan; y el cumpleaños de M, of course; en febrero un par de cumpleaños, bastante frío y alguna nevada, que en algún momento tendrá que llegar la nieve; en marzo, Semana Santa y algo más, seguro (una entradita para The Cure, Luis... por favor); en abril quizá el concierto de Hombres G en el Palacio de los Deportes (M me obliga, quede claro); mayo es el mes de María, como decían en el colegio, así que iré con flores a María, o a Atze; hay puente pero no saldremos; junio: toca boda en Ponferrada, así que viajecito al canto, y fiestas de San Bernabé, a la puerta de casa; julio: fiestas en Villalba (otro año que no iremos), fiestas de mozos, casados, solteros y viudos (cómo somos de mantener las tradiciones en mi pueblo, da gusto), bastante trabajo y la perspectiva de un mes de vacaciones; agosto: pues eso, vacaciones. Y este año quiero playa, aunque sea un poquito. Según avanzaba 2007 hemos ido bajando pretensiones al mismo ritmo que subía el euríbor: primero Tokio, luego Nueva York, en algún momento Chile, más tarde nos quedamos en Córcega, pensamos en Cannes (pero sólo por la canción de Carlos Berlanga), Biarritz, y ahora estamos (o estoy, que a M le da pereza pensar en vacaciones a ocho meses vista) entre Asturias y Girona, pero a este ritmo veo que dentro de un par de meses hemos optado por volver al apartamento de sus tíos en Torrevieja. Oh , cielos, otra vez no. Pienso en Torrevieja y me viene a la cabeza "El Caso": crimen en Levante.
En algún momento iremos a la Expo del agua en Zaragoza, con gastos pagados, eso sí. Y mucho deporte la tele, que es año de Juegos Olímpicos. Sigo: septiembre es mi mes; séptimo aniversario del 11-S (parece mentira que haya pasado tanto tiempo; todavía recuerdo cómo vi el primer avión estrellarse contra una de las torres gemelas en decenas de televisores del Carrefour de Los Valles, y de ahí a un día agotador; y recuerdo la tercera de "Abc" del 12-S: "La tercera guerra mundial". La batalla ahora se libra cada día). El 12 cumplo años, así que espero regalos, que el materialismo puede conmigo en estas situaciones; en octubre tengo otro cumpleaños que espero con ganas, y tengo también puente, pero no creo que salgamos; de noviembre lo mismo, con más frío; en diciembre ponemos el árbol de Navidad y demás adornos en el puente de la Inmaculada y la Constitución (tampoco salimos), llega la Navidad, el cumpleaños del 26 (el mismo que el sábado me dejó con resaca), las cenas y comidas múltiples, las conversaciones sin sustancia y todo eso. Nada nuevo y cada año distinto. Otra vez el champán y las uvas y el alquitrán (Mecano dixit). Así que en breve nos vemos por aquí. Feliz año.
lunes, 31 de diciembre de 2007
miércoles, 26 de diciembre de 2007
tokio me da igual
Tomo prestada una conversación de una amiga: "Si me haces caso, será que sí, y te encantará. Como en el poema de Kavafis: Fui, nada me retuvo, me liberé y fui / hacia placeres que estaban tanto en la realidad como en mi ser / a través de la noche iluminada / y bebí un vino fuerte / como sólo los audaces beben el placer". De Elena a Elena y yo como receptor último del mensaje, del que se podía esperar mucho y al final acabó en nada, como tantas otras historias bonitas. Me lo pasó el viernes pasado (forma parte de una charla mucho más larga) y no estaba muy seguro de airearlo, pero ya está por aquí, paseando a Kavafis y sus placeres audaces mientras el día de Navidad toca a su fin y mañana vuelvo al curro, que dicho sea de paso me apetece (y no es cuestión de masoquismo).
En los últimos días he pensado en bastantes cosas, casi todas para bien y algunas para mal. Es decir: hay una canción que dice que todo el mundo fantasea con una muerte dramática. Voy a dejarlo estar, pero es así. Feliz solsticio de invierno, que dirían los del Partido Comunista. Desde esta mañana tengo un atril para sostener los libros y leerlos, con libro incorporado ("Rant. Vida de un asesino", de Palahniuk; qué ganas, creo que lo leeré del tirón y luego ya me pondré con "American gods").
En mi blog de las canciones ya hablé de "Blade runner", pero también me dediqué a ver la semana pasada "Lost in translation", con dos únicos objetivos: la escena de Bill Murray en el karaoke cantando "More than this" y el final con "Just like honey". Quiero dejarme grabado tu nombre, todos los nombres: honey.
Creo en el amor a primera vista, cómo no, y también a la primera escucha. Eso pasó el miércoles 19 de diciembre, sobre las 12.00; al otro lado del teléfono Teresa Iturrioz (ex Aventuras de Kirlian, ex Le Mans, ahora en Single; para verla más de cerca, en la foto), que anuncia pequeña gira para el año que está a punto de entrar y que tiene una voz entusiasta, recogida, ilusionante, con un timbre cálido y una cercanía desarmante. Un malentendido nos llevó a esperar cada uno por su lado en la tarde del martes, pero el miércoles lo solucionamos en siete minutos y 38 segundos. Supongo que debería haber hablado más, pero así bastaba y además no había tiempo para entretenerse y mi veredicto estaba claro. Ella sería inocente, yo culpable. Todo eso, claro, contrastando con mi voz nasal, asediada por los mocos, así que mejor no echar a perder las cosas y quedar simplemente en que ya nos veremos en alguno de sus conciertos.
Más sobre mí: lo percibo todo desenfocado. Será por eso que no me centro. Empecé con siete años y casi dos dioptrías; luego tres, cuatro y un suma y sigue en la escalada miope que me llevó hasta seis y pico, casi siete, más dos de astigmatismo. Eso fue en la última medición de hace un año. Temo que ahora haya aumentado, para desgracia de mi maltrecha economía. La oftalmóloga, muy simpática ella, me dijo además que tengo un problema (en realidad tengo varios, le debería haber dicho yo, pero no es cuestión de estropear el diagnóstico): no enfoco bien. Por mucho que me acerque y que fuerce, siempre falta un pelín, falla algo en mi mecanismo visual que hace que perciba todo ligeramente desenfocado, sensación que se acentúa de noche, cuando todos los gatos son pardos y mi abuela decía que no hay más que gente mala por ahí. No sé si incluirme, aunque en realidad tampoco he salido tanto últimamente. O sí, pero no me acuerdo o prefiero no acordarme, más que nada para no inventar más noches.
Cosas que pasan: habrá quien diga que hacer la compra en los comercios del barrio es mejor y hay más cercanía y todo eso, pero también en los grandes centros comerciales hay espacio para estrechar distancias, hablar con el carrito lleno, los hijos rondando (los del otro, no los míos, que no tengo) y quedar al día siguiente en plan parejitas para retarnos al sol (es un decir: la pista estaba cubierta) y acabar perdiendo (M y yo) por un ajustado 6-4 / 6-4, después de una hora y diez de juego y haber desperdiciado un parcial de 4-0 en el primer set. Hay veces que la gente te sorprende. Ésta es una de ellas.
Cuando escribo esto, a 15 minutos de que termine el dichoso 25 de diciembre, todavía acumulo tensión, no sé si quedarme leyendo o escuchar una rápida tripleta de temas navideños ("Son los padres", de Astrud; "Blanca Navidad", de Intronautas; y "Puta Navidad", de Sociedad Alkoholika; eso y los típicos momentos de Lennon, McCartney, Sinatra, Elvis y unos cuantos más; incluso Bowie. Por cierto, afirmación de estúpida gratuidad de la cena de Nochebuena. "Miguel Bosé es el Bowie español". Toma ya. Lo mismo habría que pensarse las cosas un par de veces antes de hablar. Yo, como soy muy educado (14 años en colegio de monjas algo han hecho, o eso parece), me callé lo que pensaba y pasé de entrar en debates chorras, así que mejor hablar del Madrid-Barça, que ahí sí que todo el mundo tiene algo que decir y cuenta con una opinión formada. Incluso yo. Por si acaso, de vuelta en casa me pusé unas cancioncillas de Bowie por ver si la cena se me había atragantado y además de desenfocada la realidad estaba distorsionada. Pero no. "Life on mars", "Changes", "The man who sold the world", "Heroes" y alguna otra marcaron las distancias una vez más. Bosé... sí, claro, claro... (Y que conste que este verano le ví y me divertí y todo, pero hay cosas y cosas, y hay algunas que no deberían siquiera insinuarse).
Ya que estamos: momentos de felicidad. La mayoría se concentraron el viernes 21 y el sábado 22. Siempre cabe contextualizar y relativizar la felicidad, y en este caso creo que el inicio de las fiestas puso el listón demasiado alto y a partir de ahí sólo cabe esperar decepciones. El viernes lo bueno fue que no estaba M y disfrute de la tarde en solitario (también con alguna conversación por MSN), que así dicho queda un poco onanista, aunque en realidad me mantuve puro e inmaculado, así como soy. Lo bueno también es que M se lo pasó muy bien con sus compañeras de curro y eso es importante y me hace sentir mejor y dormir más tranquilo. Y el sábado lo bueno fue que estuvo M todo el tiempo, y desde que nos levantamos a las 9 hasta que nos fuimos a dormir a las 2 completamos 17 horas de felicidad sin matices, que daban ganas de congelar el momento y olvidarse del resto del mundo. Pero va a ser que eso es imposible y que hay resto del mundo, para bien o para mal. El domingo estuvo bien también, sin esos excesos, y ayer y hoy la cosa decayó, aunque sin llegar a extremos preocupantes. De momento no me he puesto alarmista, que ya es algo.
Tenía pensado ponerme con un listado de ciudades a las que quiero ir, empezando por Tokio, pero como ya tengo a Bill Murray y a The Jesus & Mary Chain cantando para mí con el monte Fuji de fondo, pues hago como Antònia Font y canturreo en catalán (regular, eso sí) lo de "Tokio m’es igual".
Etiquetas:
La vida...,
La vida... ego sum,
Libros,
mujeres,
Un soplo en el corazón...
domingo, 16 de diciembre de 2007
arruinarse la vida (y algo sobre la educación y algo más sobre la tele)
Bueno. El titular es éste: "Un guardia civil mata a su ex pareja porque ésta le había denunciado". Y el comentario de mi tía (que dicho sea de paso no es santo de mi devoción) cuando escuchamos la noticia en medio de una comida familiar, este otro: "Ahora empezarán a decir que si es que los guardias civiles no tienen que tener el arma reglamentaria en casa". Y luego: "Vaya manera de arruinarse la vida". Supongo que, bien visto, la única vida arruinada es la de la mujer (y de paso la de su familia); en cuanto al tío (guardia civil o no), lo mínimo es que se pase unos cuantos años (más de los que le caerán) en la cárcel.
Me da reparo hablar de estas cosas, pero la ingenuidad hace que me siga pareciendo increíble que se pronuncien frases como esas, y más cuando una de sus hijas (de mi tía, quiero decir) es juez titular en un juzgado de violencia de género. Pero claro, aquí llega lo siguiente: "Bueno, es que anda que no les llegan denuncias que son falsas, que sólo denuncian para sacar dinero y quedarse con la casa; pero tienen que dar prioridad a todo eso, claro". Vale, pues venga. No digo yo que no haya casos, que los habrá, pero creo que si entre todos los que tratan se logra hacer algo para evitar una muerte más (van 71 este año), una paliza, un golpe o una amenaza, pues bien habrá estado empleado ese tiempo. Y, en todo caso, si hay denuncia falsa, la justicia tiene mecanismos para corregirlo, así que tampoco estaría mal que se empleara en eso en vez de hacer juicios de valor superficiales, ridículos y, como en este caso, fuera de sitio.
Pero para eso todavía debe quedar tiempo. Soy escéptico con las campañas de concienciación, con las concejalías de Igualdad, con los planes de igualdad, con las leyes de igualdad y con la igualdad misma si al final no es algo que empieza por cada uno y después de las palabras lo dejamos ahí y que sea otro el que se lo aplique, que al fin y al cabo yo no hago nada malo si levanto la voz, si te digo que no se te ocurra salir, si te empujo y te digo que me perdones luego y una semana después te vuelvo a empujar con renovadas fuerzas porque allí sigues, a mi lado.
Me parece algo tan grave y sobre todo tan personal, porque cada uno puede tener encerrada una historia más allá del juego de las apariencias, que frivolizar con eso (también con otras cosas, y no seré yo el que diga que no lo ha hecho) me parece, por lo menos, fuera de lugar.
Para terminar con esta parte sólo se me ocurre rescatar una frase de la canción "El enemigo en casa", de Nosoträsh: "Para escapar de él, me duermo... / pues hasta el momento / no sabe entrar en mis sueños". Ojalá que cada vez menos mujeres tengan que soñar despiertas.
Segunda parte, y sigo en clave social: hay que tener valor para decir que en educación no estamos tan mal como dicen los datos del informe Pisa. ¿De verdad alguien se lo cree? ¿No será mejor callarse que tener que defender lo que a mí me parece indefendible? ¿Por qué son tan malos nuestros políticos? Astrud, en una de sus canciones, decían: "Qué malos son nuestros poetas". Y por ahí caían Gimferrer, Góngora, Quevedo, Jorge Manrique, Lorca, Becquer, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, entre otros. Allá ellos quienes se lo tomen en serio. Lo malo es que a un porcentaje de estudiantes de Secundaria más alto de lo que pensamos lo más seguro es que la mayoría de esos nombres no les suene de nada o, si acaso, como decía un chico en la tele, tomen a Azorín (o a Quevedo, vete a saber) por presidente de la República. Lo que decía: los que son malos de verdad son nuestros políticos, incluidos los que llegan de rebote; en su caso, son malos por contagio. Le pasó a una profesora mía bastante regular de Teoría de la Comunicación, que apenas supo hacer que nos moviésemos una línea del libro de cabecera (un pestiño). El caso es que acabó como directora general de TVE y prometió cambios y una televisión pública verdaderamente de calidad: meses después llegó "Mira quien baila", luego se contrató (vale, lo hizo una productora externa) a Carmen Martínez Bordiú como bailaora, más tarde se acabó con un programa musical potable como "iPop" -en La2-, los informativos siguen cayendo, la Primera estrenó una serie con Arturo Fernández como protagonista, "Días de cine" continuaba su baile por la parrilla, los anuncios volvieron a "Versión española" y se empezaba a perfilar la serie de Concha Velasco inspirada en el mundo taurino (supongo que para compensar que en todo este año no se haya retransmitido ni una sola corrida). Hay más cosas, pero paso de hacer memoria, que me canso y no me pagan por pensar, que básicamente debe ser lo que les ocurra a los jefazos del Ente, que cada vez hace más honor a su nombre, convirtiéndose en un bodrio del que difícilmente se puede salvar algo. Bueno, el otro día programaron, supongo que por error, "Mystic river".
A todo esto: leo esta mañana en un magazine dominical que los críticos eligen como mejor película (de todos los tiempos) "Sin perdón", de Clint Eastwood, mientras los lectores en general se decantaban primero por "Lo que el viento se llevó" y luego por "Brokeback mountain", que a mí me parece una película totalmente sobrevalorada (poco más que un drama lacriomógeno de los de la sobremesa de Antena 3, aunque con el toque gay como elemento diferenciador). Aquí va mi top cinco, que puede ir alternando según días: "El Padrino I", "El Padrino II", "Blade Runner", "Bailar en la oscuridad", "Apocalyse now" y "Con la muerte en los talones".
Y una cita para despedirme: "La vida ya nos obliga a tomar en demasiadas ocasiones decisiones definitivas. Deberíamos tener la sensatez de evitar tomar las que no sean estrictamente necesarias siempre que nos sea posible". (Leslie Oastler a Jack Burns en "Hasta que te encuentre", de John Irving).
Me da reparo hablar de estas cosas, pero la ingenuidad hace que me siga pareciendo increíble que se pronuncien frases como esas, y más cuando una de sus hijas (de mi tía, quiero decir) es juez titular en un juzgado de violencia de género. Pero claro, aquí llega lo siguiente: "Bueno, es que anda que no les llegan denuncias que son falsas, que sólo denuncian para sacar dinero y quedarse con la casa; pero tienen que dar prioridad a todo eso, claro". Vale, pues venga. No digo yo que no haya casos, que los habrá, pero creo que si entre todos los que tratan se logra hacer algo para evitar una muerte más (van 71 este año), una paliza, un golpe o una amenaza, pues bien habrá estado empleado ese tiempo. Y, en todo caso, si hay denuncia falsa, la justicia tiene mecanismos para corregirlo, así que tampoco estaría mal que se empleara en eso en vez de hacer juicios de valor superficiales, ridículos y, como en este caso, fuera de sitio.
Pero para eso todavía debe quedar tiempo. Soy escéptico con las campañas de concienciación, con las concejalías de Igualdad, con los planes de igualdad, con las leyes de igualdad y con la igualdad misma si al final no es algo que empieza por cada uno y después de las palabras lo dejamos ahí y que sea otro el que se lo aplique, que al fin y al cabo yo no hago nada malo si levanto la voz, si te digo que no se te ocurra salir, si te empujo y te digo que me perdones luego y una semana después te vuelvo a empujar con renovadas fuerzas porque allí sigues, a mi lado.
Me parece algo tan grave y sobre todo tan personal, porque cada uno puede tener encerrada una historia más allá del juego de las apariencias, que frivolizar con eso (también con otras cosas, y no seré yo el que diga que no lo ha hecho) me parece, por lo menos, fuera de lugar.
Para terminar con esta parte sólo se me ocurre rescatar una frase de la canción "El enemigo en casa", de Nosoträsh: "Para escapar de él, me duermo... / pues hasta el momento / no sabe entrar en mis sueños". Ojalá que cada vez menos mujeres tengan que soñar despiertas.
Segunda parte, y sigo en clave social: hay que tener valor para decir que en educación no estamos tan mal como dicen los datos del informe Pisa. ¿De verdad alguien se lo cree? ¿No será mejor callarse que tener que defender lo que a mí me parece indefendible? ¿Por qué son tan malos nuestros políticos? Astrud, en una de sus canciones, decían: "Qué malos son nuestros poetas". Y por ahí caían Gimferrer, Góngora, Quevedo, Jorge Manrique, Lorca, Becquer, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, entre otros. Allá ellos quienes se lo tomen en serio. Lo malo es que a un porcentaje de estudiantes de Secundaria más alto de lo que pensamos lo más seguro es que la mayoría de esos nombres no les suene de nada o, si acaso, como decía un chico en la tele, tomen a Azorín (o a Quevedo, vete a saber) por presidente de la República. Lo que decía: los que son malos de verdad son nuestros políticos, incluidos los que llegan de rebote; en su caso, son malos por contagio. Le pasó a una profesora mía bastante regular de Teoría de la Comunicación, que apenas supo hacer que nos moviésemos una línea del libro de cabecera (un pestiño). El caso es que acabó como directora general de TVE y prometió cambios y una televisión pública verdaderamente de calidad: meses después llegó "Mira quien baila", luego se contrató (vale, lo hizo una productora externa) a Carmen Martínez Bordiú como bailaora, más tarde se acabó con un programa musical potable como "iPop" -en La2-, los informativos siguen cayendo, la Primera estrenó una serie con Arturo Fernández como protagonista, "Días de cine" continuaba su baile por la parrilla, los anuncios volvieron a "Versión española" y se empezaba a perfilar la serie de Concha Velasco inspirada en el mundo taurino (supongo que para compensar que en todo este año no se haya retransmitido ni una sola corrida). Hay más cosas, pero paso de hacer memoria, que me canso y no me pagan por pensar, que básicamente debe ser lo que les ocurra a los jefazos del Ente, que cada vez hace más honor a su nombre, convirtiéndose en un bodrio del que difícilmente se puede salvar algo. Bueno, el otro día programaron, supongo que por error, "Mystic river".
A todo esto: leo esta mañana en un magazine dominical que los críticos eligen como mejor película (de todos los tiempos) "Sin perdón", de Clint Eastwood, mientras los lectores en general se decantaban primero por "Lo que el viento se llevó" y luego por "Brokeback mountain", que a mí me parece una película totalmente sobrevalorada (poco más que un drama lacriomógeno de los de la sobremesa de Antena 3, aunque con el toque gay como elemento diferenciador). Aquí va mi top cinco, que puede ir alternando según días: "El Padrino I", "El Padrino II", "Blade Runner", "Bailar en la oscuridad", "Apocalyse now" y "Con la muerte en los talones".
Y una cita para despedirme: "La vida ya nos obliga a tomar en demasiadas ocasiones decisiones definitivas. Deberíamos tener la sensatez de evitar tomar las que no sean estrictamente necesarias siempre que nos sea posible". (Leslie Oastler a Jack Burns en "Hasta que te encuentre", de John Irving).
miércoles, 12 de diciembre de 2007
fábula del crecepelo y la barriga
Estaba yo que no sabía muy bien de qué escribir y aparece mi compañero de Deportes con una noticia de esas de quitar el hipo: “Pecharromán da positivo en la Vuelta a los Puertos por usar crecepelo”. Todavía lo estoy flipando. Anonadado me hallo. Descolocado. Impresionado. Peor que mal. Suerte que tengo una buena mata de pelo (y suerte también que no monto en bici).
Pero he de confesar una cosa: yo también me dopé. Sí, lo hice. Fue “a long time ago”, cuando era cadete y hacía judo y era una joven promesa (porque lo fui, en serio) del deporte madrileño. Me dopé con Bisolvón (ese jarabe tan dulzón, tan rosa, tan pegajoso, casi adictivo), que entonces no era sustancia dopante pero dos años después se incluyó en el catálogo. Y yo ahí, exhibiendo músculos y poderío físico. Y peso, porque iba yo en menos 70 y por un 1,2 kilos me pasé en la báscula (la de nuestro gimnasio una semana antes me había marcado dos por debajo) y me mandaron a categoría open (es decir, sin límite de peso). El Bisolvón, era obvio, me sirvió de poco, aunque llegué a semifinales, perdí con un maromo de casi 100 kilos y finalmente quedé cuarto. Y allí se jodió mi carrera, suponiendo que la hubiera o hubiese; el tercero me hubiera dado vía libre a los juveniles de Ámsterdam (quién sabe, a lo mejor allí también me hubiese dopado), pero la cagué de medio a medio. Tenía una hora para bajar peso, pero sudé lo que no está en los escritos y me quedé tal cual, kilito y pico por encima. Fueron otros los que se llevaron la gloria. Yo una llorina de cuidado y el principio de una desmotivación que acabó luego.
El Bisolvón fue el principio del fin. Quién sabe si con crecepelo hubiera conseguido logros mayores y hoy estaría camino de Pekín 2008. Entonces nos lo imaginábamos. Ninguno de mis compañeros lo consiguió. Ni eso ni nada parecido. Me encontré con uno de ellos hace tres meses o así; había engordado y se parecía levemente a Jorge Javier Vázquez. El miedo en el cuerpo me metió al verle. Se había marchado de casa, que ya era hora, y resulta que está de alquiler a 300 metros de mi casa.
Hoy yo sería presa fácil en categoría open, incluso para un cadete; estoy fuera de forma, me fatigo con tres carreras y tengo barriguilla (o barriga, sin medias tintas) también un poco en plan j. j. vázquez. Y a veces cara de tomate, porque me pongo colorao con facilidad (esa foto en la siesta a las seis de la mañana; dios, qué imagen).
También tenía pensado hablar de “hurricane”, de bob dylan, pero lo dejo para otro momento.
No sé. Quizá necesite crecepelo, aunque sea para espabilarme.
Pero he de confesar una cosa: yo también me dopé. Sí, lo hice. Fue “a long time ago”, cuando era cadete y hacía judo y era una joven promesa (porque lo fui, en serio) del deporte madrileño. Me dopé con Bisolvón (ese jarabe tan dulzón, tan rosa, tan pegajoso, casi adictivo), que entonces no era sustancia dopante pero dos años después se incluyó en el catálogo. Y yo ahí, exhibiendo músculos y poderío físico. Y peso, porque iba yo en menos 70 y por un 1,2 kilos me pasé en la báscula (la de nuestro gimnasio una semana antes me había marcado dos por debajo) y me mandaron a categoría open (es decir, sin límite de peso). El Bisolvón, era obvio, me sirvió de poco, aunque llegué a semifinales, perdí con un maromo de casi 100 kilos y finalmente quedé cuarto. Y allí se jodió mi carrera, suponiendo que la hubiera o hubiese; el tercero me hubiera dado vía libre a los juveniles de Ámsterdam (quién sabe, a lo mejor allí también me hubiese dopado), pero la cagué de medio a medio. Tenía una hora para bajar peso, pero sudé lo que no está en los escritos y me quedé tal cual, kilito y pico por encima. Fueron otros los que se llevaron la gloria. Yo una llorina de cuidado y el principio de una desmotivación que acabó luego.
El Bisolvón fue el principio del fin. Quién sabe si con crecepelo hubiera conseguido logros mayores y hoy estaría camino de Pekín 2008. Entonces nos lo imaginábamos. Ninguno de mis compañeros lo consiguió. Ni eso ni nada parecido. Me encontré con uno de ellos hace tres meses o así; había engordado y se parecía levemente a Jorge Javier Vázquez. El miedo en el cuerpo me metió al verle. Se había marchado de casa, que ya era hora, y resulta que está de alquiler a 300 metros de mi casa.
Hoy yo sería presa fácil en categoría open, incluso para un cadete; estoy fuera de forma, me fatigo con tres carreras y tengo barriguilla (o barriga, sin medias tintas) también un poco en plan j. j. vázquez. Y a veces cara de tomate, porque me pongo colorao con facilidad (esa foto en la siesta a las seis de la mañana; dios, qué imagen).
También tenía pensado hablar de “hurricane”, de bob dylan, pero lo dejo para otro momento.
No sé. Quizá necesite crecepelo, aunque sea para espabilarme.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
la lista de la compra
Cuando 2007 ya toca a su fin llega el recurrente momento de hacer listas y resúmenes de todo tipo, de utilidad tirando a nula; pero ya forma parte de la tradición, como las cestas de Navidad, la lotería (mi número termina en 8), Papá Noel, los Reyes Magos, las cenas, las comidas, las copas, los controles de alcoholemia, las campañas de la DGT, el cochinillo, el cordero, la lombarda, los langostinos, el turrón, los christmas (cada vez con más pereza, eso sí), los mensajes de móvil, los móviles saturados de mensajes, las llamadas a deshoras, las uvas, Ramón García, los de los matrimonios de Tele 5, José Luis Moreno, Ricky Martin y así podríamos seguir y no acabar. Stop. Punto y aparte.
Listas, decía. Yo, claro, he hecho las mías, pero no se trata de aburrir, así que abrevio y dejo para mejor momento el top 10. Desierto en el capítulo películas; dos libros: "La carretera", de Cormac McCarthy, y "Nocilla dream", de Agustín Fernández Mallo; dos discos de fuera, y además muy por encima del resto y convertidos desde ya en clásicos del siglo XXI: "Neon bible", de Arcade Fire; y "I’ll sleep when you’re dead", de El-P, en el que todavía sobrevuela el 11-S, Guantánamo, la violencia, Nueva York en estado de pánico permanente y una energía a veces casi sobrenatural (curioso: España no ha dado ni un disco mínimamente reseñable que se adentre en el 11-M; creo que tampoco ningún libro; sólo recuerdo una columna de Francisco Umbral). Lo firma un rapero blanco que le da mil vueltas a Eminem, descarga rimas con la misma facilidad que en la quinta con la octava a un tío le meten un tiro en la cabeza y le dejan en el sitio (o ya puestos, con la misma facilidad que dos tíos matan a un guardia civil y dejan a otro en coma cerebral disparándoles a bocajarro en la mañana de un sábado para certificar que no hay tregua y que de nuevo toca volver a empezar).
Sigo. Dos discos de aquí: "La leyenda del espacio", de Los Planetas, y "Animalitos", de Hidrogenesse, tan tierno como amenazante en la ingenuidad y la maldad de ponies, chimpancés, caballos y suricatos, entre otros. Vivimos en la jungla de asfalto, es verdad. Más: un concierto, el de Elvis Costello y Allen Toussaint en Villalba; y dos menciones especiales: a la nostalgia para Nacha Pop y a la modernidad inagotable para Pet Shop Boys (los dos en Hoyos del Espino, Ávila; qué frío que pasé, pero qué bien que lo pasé, y qué bocata de calamares y qué sueño en la vuelta a casa; y qué bonita la noche en Gredos).
Más listas: nada de cómic (aunque ahora estoy con cosas de hace años y no está mal); un paisaje: Lastours. Un día: el 8 de octubre. Personas: varias (he perdido a algunas, he ganado otras). Un mes: agosto. Una entrevista: La Mala. Una canción dedicada: esa de Sr. Chinarro de los langostinos. Una ciudad: El Escorial (he sido muy generoso; vamos a dejarlo en pueblo). Una copa: la última en Cuenca en las fiestas de San Mateo. Una conversación: media hora con M esta noche. Y un deseo, claro: que "The overly dramatic truth" sonase hasta el amanecer (qué ganas de comerme el mundo, de matar a alguien, de besar al primero -mejor primera- que se cruce conmigo), que "Perfect day" no sólo sea una canción de Lou Reed y que los días perfectos para gente perfecta sean más cada vez (y viceversa). Y que el cielo violeta que caía sobre Valmayor el domingo a las seis de la tarde se quedase ahí durante un par de semanas y que 2008 me convierta en protagonista mejorado de "Family guy". Juro además que si Tricky se pone a hablar me convierto a la cienciología (sólo para restregarle a Tom Cruise que soy más alto que él), el sintoísmo o la religión de Nuestro Señor Maradona. Y de paso nos recasamos en Las Vegas, aunque sólo sea para desgañitarme cantando lo de "you were always on my mind", aunque mejor si le ponemos el toque disco y la carta de ajuste de PSB.
Hay listas más importantes, por lo menos desde el punto de vista de la supervivencia pura y dura: los extractos en la cuenta corriente (vamos jodidos, pero vamos) y la lista de la compra. Naranjas de zumo, azúcar, donuts, café, hielo, cebolla frita de la que venden en Ikea, toallitas para el desteñido, peras, arroz con leche, carne picada, churrasco, el salmón (como Calamaro), yogures (griegos, de fresa y de plátano), perchas, canónigos, pan de molde y algo más, seguro que se me olvida algo.
Una cosa más antes de echar el cierre: hace hora y media veo en "Sé lo que hicistéis" (La Sexta) cómo sacan el vídeo de una tía (Sonia se llamaba) que llama al programa de Cristina Tárrega para decir que tiene cierta angustia porque cuando mea hace mucho ruido; y va y la otra y le recomienda que ponga varios kleenex como "colchón" para amortiguar el ruido. Joder, y mientras tanto los ingenieros devanándose los sesos para poner pantallas acústicas en las carreteras. En fin, que después de eso uno no sabe ya qué contar y si algo puede tener realmente importancia ante semejante problemática.
Listas, decía. Yo, claro, he hecho las mías, pero no se trata de aburrir, así que abrevio y dejo para mejor momento el top 10. Desierto en el capítulo películas; dos libros: "La carretera", de Cormac McCarthy, y "Nocilla dream", de Agustín Fernández Mallo; dos discos de fuera, y además muy por encima del resto y convertidos desde ya en clásicos del siglo XXI: "Neon bible", de Arcade Fire; y "I’ll sleep when you’re dead", de El-P, en el que todavía sobrevuela el 11-S, Guantánamo, la violencia, Nueva York en estado de pánico permanente y una energía a veces casi sobrenatural (curioso: España no ha dado ni un disco mínimamente reseñable que se adentre en el 11-M; creo que tampoco ningún libro; sólo recuerdo una columna de Francisco Umbral). Lo firma un rapero blanco que le da mil vueltas a Eminem, descarga rimas con la misma facilidad que en la quinta con la octava a un tío le meten un tiro en la cabeza y le dejan en el sitio (o ya puestos, con la misma facilidad que dos tíos matan a un guardia civil y dejan a otro en coma cerebral disparándoles a bocajarro en la mañana de un sábado para certificar que no hay tregua y que de nuevo toca volver a empezar).
Sigo. Dos discos de aquí: "La leyenda del espacio", de Los Planetas, y "Animalitos", de Hidrogenesse, tan tierno como amenazante en la ingenuidad y la maldad de ponies, chimpancés, caballos y suricatos, entre otros. Vivimos en la jungla de asfalto, es verdad. Más: un concierto, el de Elvis Costello y Allen Toussaint en Villalba; y dos menciones especiales: a la nostalgia para Nacha Pop y a la modernidad inagotable para Pet Shop Boys (los dos en Hoyos del Espino, Ávila; qué frío que pasé, pero qué bien que lo pasé, y qué bocata de calamares y qué sueño en la vuelta a casa; y qué bonita la noche en Gredos).
Más listas: nada de cómic (aunque ahora estoy con cosas de hace años y no está mal); un paisaje: Lastours. Un día: el 8 de octubre. Personas: varias (he perdido a algunas, he ganado otras). Un mes: agosto. Una entrevista: La Mala. Una canción dedicada: esa de Sr. Chinarro de los langostinos. Una ciudad: El Escorial (he sido muy generoso; vamos a dejarlo en pueblo). Una copa: la última en Cuenca en las fiestas de San Mateo. Una conversación: media hora con M esta noche. Y un deseo, claro: que "The overly dramatic truth" sonase hasta el amanecer (qué ganas de comerme el mundo, de matar a alguien, de besar al primero -mejor primera- que se cruce conmigo), que "Perfect day" no sólo sea una canción de Lou Reed y que los días perfectos para gente perfecta sean más cada vez (y viceversa). Y que el cielo violeta que caía sobre Valmayor el domingo a las seis de la tarde se quedase ahí durante un par de semanas y que 2008 me convierta en protagonista mejorado de "Family guy". Juro además que si Tricky se pone a hablar me convierto a la cienciología (sólo para restregarle a Tom Cruise que soy más alto que él), el sintoísmo o la religión de Nuestro Señor Maradona. Y de paso nos recasamos en Las Vegas, aunque sólo sea para desgañitarme cantando lo de "you were always on my mind", aunque mejor si le ponemos el toque disco y la carta de ajuste de PSB.
Hay listas más importantes, por lo menos desde el punto de vista de la supervivencia pura y dura: los extractos en la cuenta corriente (vamos jodidos, pero vamos) y la lista de la compra. Naranjas de zumo, azúcar, donuts, café, hielo, cebolla frita de la que venden en Ikea, toallitas para el desteñido, peras, arroz con leche, carne picada, churrasco, el salmón (como Calamaro), yogures (griegos, de fresa y de plátano), perchas, canónigos, pan de molde y algo más, seguro que se me olvida algo.
Una cosa más antes de echar el cierre: hace hora y media veo en "Sé lo que hicistéis" (La Sexta) cómo sacan el vídeo de una tía (Sonia se llamaba) que llama al programa de Cristina Tárrega para decir que tiene cierta angustia porque cuando mea hace mucho ruido; y va y la otra y le recomienda que ponga varios kleenex como "colchón" para amortiguar el ruido. Joder, y mientras tanto los ingenieros devanándose los sesos para poner pantallas acústicas en las carreteras. En fin, que después de eso uno no sabe ya qué contar y si algo puede tener realmente importancia ante semejante problemática.
Etiquetas:
así opino yo,
discoteque,
La vida...,
listas
sábado, 1 de diciembre de 2007
sharapova y rodríguez. las dos marías
Como se me van acumulando las cosas y tenía pendientes unas palabras sobre Maria Sharapova, hoy mato dos pájaros de un tiro y traigo por aquí también a otra María, La Mala, que el jueves se marcó un concierto de lo más majo en La Riviera. En definitiva: las dos marías, las que más duro pegan en lo suyo y también, qué carajo, las que están de mejor ver. Porque lo están. A Sharapova se la conoce bien por su faceta como modelo, exhibiendo su melena rubia desde las alturas, con una mirada que tiene un punto melancólico que hace que uno la pueda querer para siempre, unos rasgos suaves, ojos verdes, unos brazos con un poderío que ya quisiera yo y unas piernas larguísimas que invitan a los tópicos y, por supuesto, a perderse.
La Mala es más menuda, con una corona tatuada en su hombro derecho, alejada de los clichés del hip hop, morena, menos racial de lo que parece, con acento pese que a lleva 10 años en Madrid, moderadamente tímida, moderadamente agresiva (o al menos cortante), elegante pero informal a su manera, con una sonrisa que bien vale una buena foto y una cantidad creciente de matices en la voz. Y además de eso tiene su morbo y más que su aquél, aunque cualquiera se atreve con Mahoma, un rapero cubano que intimida, y más cuando uno le escucha en "Miedo" cantar eso de "aquí hay un negrón que va enseñar follar a tu mujer". Sí, ya se sabe que estos chicos del hip hop no se suelen andar con medianías ni sutilezas. "Voy a lo que voy", cantaba ella hace años, y a fe que lo cumple, aunque ahora, cosas de la promoción, tenga que compartir escenario con Paulina Rubio, Pereza o Dover y parezcan tan lejos los tiempos en que gritaba eso de "¡¡ Comedme el coño!!" con que terminaba un tema con Alta Escuela y (creo) SFDK.
Pero para gritos los de la María rusa, convertida en una fiera desde el fondo de la pista. Cuando está en forma es la que pega más duro, especialmente unos derechazos a dos manos que parecen misiles que salen acompañados de un aullido que ni Allen Ginsberg en sus mejores tiempos. Su padre observa vigilante desde la grada, se desespera en los fallos, asiente en los puntos a favor y finalmente se resigna cuando pierde, como en la final del Masters de Madrid el pasado 11 de noviembre, en donde Sharapova cedió ante Justin Henin-Hardenne, infalible en la red y segura desde el fondo, aunque las paso putas en el primer set, en donde la protagonista de estas líneas la arrinconó a base de raquetazos y de buscar y encontrar angulos tan imposibles como las rimas matemáticas y demoledoras de la rapera nacida en Jerez y criada en Sevilla.
No sé: ¿hay semejanzas más allá del nombre? Pues depende lo que se quieran forzar las cosas. La rusa acaba de empezar la veintena, la andaluza se despide de ella el próximo año; la rusa agita el brazo con una raqueta, la andaluza con un micro; Sharapova cierra el puño, La Mala también; una levanta pasiones (y más que pasiones) y hace de modelo, con posados de infarto y mirada de cordero degollado; María Rodríguez mira de frente y se viste de mujer clásica para la portada de "Yo Dona" (El Mundo), con trapitos de marca y poses lejos de las habituales en su mundo; una nació en Siberia y creció tenísticamente en Estados Unidos; la otra llegó al mundo en Jerez, marchó a Sevilla, recorrió sus calles, dejó su sello y se vino pa’ Madrid (como los de Ketama, sí), donde creció como artista hasta convertirse en la más grande en lo suyo, con todas sus virtudes y también algún defecto; Sharapova, siberiana ella, fue efímera número uno, su carrera se truncó por una lesión y ahora anda en el seis, aunque 2008 tiene que ser su año, el que la convierta sin discusión en la estrella que ya es.
La Mala actuó el jueves 29 de noviembre en La Riviera, poniendo fin a la gira de "Malabarismo", con un inicio de vértigo, aunque luego perdió fuelle, como la rusa en la final del Masters frente a Henin. A uno la verdad es que le da igual: disfrutó de lo lindo con el arranque de cada una de ellas; ya hicieron bastante ahí para ganarse éstas y más líneas. Una mandando desde el escenario, ceñida en un vestido morado (luego se pondría más cómoda con uno verde y terminó combinando mallas y lentejuelas con zapatos rojos con un tacón de aúpa) y despachando rimas que no admiten contestación. Hay dos nombres que me parecen incontestables en el hip hop en español: Sólo los Solo y La Mala. El resto, incluidos los pesos pesados, tienen tics para dar y regalar, pero ellos trascienden los tópicos.
Sharapova manda en la pista, a pesar de Justine Henin o Ana Ivanovic; ella grita más, golpea seco y se gira sobre sí misma haciendo que se muevan unos pendientes imposibles para jugar al tenis. Su juego es saque y volea, pero desde el fondo consigue aburrir a sus rivales a base de bien. De granate o blanco, con horquillas negras, el pelo recogido en una coleta y las piernas deslizándose de lado a lado. Le falta ritmo, puede que sí, pero cuando lo acabe de coger a ver quién la para. Y eso arrebatándose sólo ligeramente, casi vulnerable en el tercer set, cuando la derrota estaba cantada pero aguantaba y todavía guardaba fuerzas para cerrar el puño y sacarse un golpe ganador. La Mala mientras tanto termina la gira, levanta las manos y se despide agradecida, como Rosendo, después de decir que sólo sabe hacer esto.
Lo canta en "Yo marco el minuto" y vale para las dos: "Me lo estoy currando, me lo estoy currando. Soy una mujer de recursos, chulo; tu suela, pasión, saliva, leche y trucos. Yo marco el minuto". Y luego: "Tengo lo que tú quieres". Es verdad: las dos lo tienen ("la gloria será pa quien la corresponde). Ay, cómo lo sabía yo.
La Mala es más menuda, con una corona tatuada en su hombro derecho, alejada de los clichés del hip hop, morena, menos racial de lo que parece, con acento pese que a lleva 10 años en Madrid, moderadamente tímida, moderadamente agresiva (o al menos cortante), elegante pero informal a su manera, con una sonrisa que bien vale una buena foto y una cantidad creciente de matices en la voz. Y además de eso tiene su morbo y más que su aquél, aunque cualquiera se atreve con Mahoma, un rapero cubano que intimida, y más cuando uno le escucha en "Miedo" cantar eso de "aquí hay un negrón que va enseñar follar a tu mujer". Sí, ya se sabe que estos chicos del hip hop no se suelen andar con medianías ni sutilezas. "Voy a lo que voy", cantaba ella hace años, y a fe que lo cumple, aunque ahora, cosas de la promoción, tenga que compartir escenario con Paulina Rubio, Pereza o Dover y parezcan tan lejos los tiempos en que gritaba eso de "¡¡ Comedme el coño!!" con que terminaba un tema con Alta Escuela y (creo) SFDK.
Pero para gritos los de la María rusa, convertida en una fiera desde el fondo de la pista. Cuando está en forma es la que pega más duro, especialmente unos derechazos a dos manos que parecen misiles que salen acompañados de un aullido que ni Allen Ginsberg en sus mejores tiempos. Su padre observa vigilante desde la grada, se desespera en los fallos, asiente en los puntos a favor y finalmente se resigna cuando pierde, como en la final del Masters de Madrid el pasado 11 de noviembre, en donde Sharapova cedió ante Justin Henin-Hardenne, infalible en la red y segura desde el fondo, aunque las paso putas en el primer set, en donde la protagonista de estas líneas la arrinconó a base de raquetazos y de buscar y encontrar angulos tan imposibles como las rimas matemáticas y demoledoras de la rapera nacida en Jerez y criada en Sevilla.
No sé: ¿hay semejanzas más allá del nombre? Pues depende lo que se quieran forzar las cosas. La rusa acaba de empezar la veintena, la andaluza se despide de ella el próximo año; la rusa agita el brazo con una raqueta, la andaluza con un micro; Sharapova cierra el puño, La Mala también; una levanta pasiones (y más que pasiones) y hace de modelo, con posados de infarto y mirada de cordero degollado; María Rodríguez mira de frente y se viste de mujer clásica para la portada de "Yo Dona" (El Mundo), con trapitos de marca y poses lejos de las habituales en su mundo; una nació en Siberia y creció tenísticamente en Estados Unidos; la otra llegó al mundo en Jerez, marchó a Sevilla, recorrió sus calles, dejó su sello y se vino pa’ Madrid (como los de Ketama, sí), donde creció como artista hasta convertirse en la más grande en lo suyo, con todas sus virtudes y también algún defecto; Sharapova, siberiana ella, fue efímera número uno, su carrera se truncó por una lesión y ahora anda en el seis, aunque 2008 tiene que ser su año, el que la convierta sin discusión en la estrella que ya es.
La Mala actuó el jueves 29 de noviembre en La Riviera, poniendo fin a la gira de "Malabarismo", con un inicio de vértigo, aunque luego perdió fuelle, como la rusa en la final del Masters frente a Henin. A uno la verdad es que le da igual: disfrutó de lo lindo con el arranque de cada una de ellas; ya hicieron bastante ahí para ganarse éstas y más líneas. Una mandando desde el escenario, ceñida en un vestido morado (luego se pondría más cómoda con uno verde y terminó combinando mallas y lentejuelas con zapatos rojos con un tacón de aúpa) y despachando rimas que no admiten contestación. Hay dos nombres que me parecen incontestables en el hip hop en español: Sólo los Solo y La Mala. El resto, incluidos los pesos pesados, tienen tics para dar y regalar, pero ellos trascienden los tópicos.
Sharapova manda en la pista, a pesar de Justine Henin o Ana Ivanovic; ella grita más, golpea seco y se gira sobre sí misma haciendo que se muevan unos pendientes imposibles para jugar al tenis. Su juego es saque y volea, pero desde el fondo consigue aburrir a sus rivales a base de bien. De granate o blanco, con horquillas negras, el pelo recogido en una coleta y las piernas deslizándose de lado a lado. Le falta ritmo, puede que sí, pero cuando lo acabe de coger a ver quién la para. Y eso arrebatándose sólo ligeramente, casi vulnerable en el tercer set, cuando la derrota estaba cantada pero aguantaba y todavía guardaba fuerzas para cerrar el puño y sacarse un golpe ganador. La Mala mientras tanto termina la gira, levanta las manos y se despide agradecida, como Rosendo, después de decir que sólo sabe hacer esto.
Lo canta en "Yo marco el minuto" y vale para las dos: "Me lo estoy currando, me lo estoy currando. Soy una mujer de recursos, chulo; tu suela, pasión, saliva, leche y trucos. Yo marco el minuto". Y luego: "Tengo lo que tú quieres". Es verdad: las dos lo tienen ("la gloria será pa quien la corresponde). Ay, cómo lo sabía yo.
martes, 20 de noviembre de 2007
el amor era esto (más o menos)
Me preguntaban esta mañana por la mejor novela de amor que había leído. Y no lo tengo demasiado claro. En ese momento dije que "Expiación", de Ian McEwan, y creo que ahora lo volvería a hacer. Por lo menos es la que en conjunto más me ha gustado en los últimos tres años, que es más o menos el límite que tengo para acordarme de las cosas sin tener que volver a ellas cada dos por tres. Por cierto que la película creo que se estrena pronto, con Keira Knightley como protagonista; abrió la última Mostra de Venecia y Carlos Boyero, en "El Mundo", antes de irse a "El País", dijo que merecía la pena.
Apenas unos minutos después de la pregunta entraba en otro blog y casualmente me encontraba con alguien que respondía a la misma cuestión. Se decantaba por "El amor en los tiempos del cólera", de García Márquez, un tipo que a mí nunca me ha llamado la atención, y tampoco especialmente ese libro. Bien: la chica con la que hablaba al otro lado se quedaba con "Las horas", de Michael Cunningan (la película me dejó un nudo en la garganta durante un buen rato).
Ahora añadiría a la lista al menos otros cuatro títulos: amor trágico y contenido en "El mar" (John Banville); amor anticapitalista y revolucionario en "El amor en los días de la furia" (Lawrence Ferlinguetti); amor en la Movida en "Castillos de cartón" (Almudena Grandes); y amor de corte posmoderno y desengañado en "El amor dura tres años" (Frederic Beigbeder).
Pensaba en todo esto cuando volvía a casa sobre las ocho y me encontré con un accidente en la M-600; un rato de atasco, lluvia y luces de las ambulancias y los coches de la Policía y la Guardia Civil. Me he acordado entonces de un libro que no es exactamente de amor pero en el que se ha habla mucho de amor: "Amor, etcétera", de Julian Barnes (especie de continuación de "Hablando del asunto"). Divertido, ágil, a veces pretencioso y siempre entretenido, como un vodevil que relata con mucho ritmo el triángulo amoroso de Oliver, Stuart y Gillian; y ella con zapatos rojos, que para eso está bien vestir de rojo. El mejor resumen está en esta frase: "No, la verdadera traición se da entre amigos, entre los seres queridos. La amistad y el amor sirven para que la gente se comporte mejor, ¿no? Pero ésa no ha sido mi experiencia. La confianza lleva a la traición".
Pues sí: la confianza lleva a menudo a cruzar la delgada línea roja (película un poco pesada; "Apocalyse now" ya se había adentrado en el infierno).
Voy al grano: casi todo lo que se puede decir del tema está aquí: "El primer amor es el único amor / El único amor es todo el amor posible / El único amor es el amor verdadero / El primer amor es irrepetible. Y puedas o no puedas, nunca te libras del primer amor. Del segundo sí. Del primero, nunca / (un inciso: "el estajanovismo sexual es para los que no tienen imaginación") / Necesitamos todo el amor posible porque escasea mucho, ¿no crees? / El verdadero amor es un amor sólido, cotidiano, fidedigno, un amor que nunca te falla. ¿Te suena aburrido? A mí no / ¿Quién dijo que el amor nos hace ser mejores? / ¿El amor lleva a la felicidad? Anda ya".
Por el camino me he dejado algunas frases que también figuran en este intercambio a tres desde el fondo de la pista, devolviendo una pelota tras otra hasta que al final se queda en la red.
Hay dos teorías básicas, según los protagonistas masculinos del libro: Oliver divide a las personas entre las que creen que el amor es todo y el resto es un simple etcétera; y las que no dan demasiada importancia al amor y sí al etcétera. Y casi a renglón seguido Stuart propone otra línea: "Algunos son lo bastante afortunados, o desventurados, de amar a varias personas, bien una detrás de otra, bien superpuestas; mientras que otros aman una sola vez en su vida".
Las teorías, más que distintas, son complementarias. Si tuviera que meterme en alguno de los grupos, diría, a día de hoy, que en el amor es necesario que haya una gran cantidad de etcétera. y que el único amor es todo el amor posible e incluso que se puede amar a dos (y más) personas a la vez y no estar loco.
El día 21 cumplo años (unos cuantos) de mi amor con M. Hoy no ha sido un buen día. Etcétera.
(La ilustración que abre el texto la he cogido prestada de Hablando del asunto).
Etiquetas:
citas...,
La vida...,
Libros,
Un soplo en el corazón...
lunes, 19 de noviembre de 2007
Xabel Vegas. traiciones, mentiras y palabras
Todavía está por venir su primer disco, pero Xabel Vegas y Las Uvas de la Ira se presentan en sociedad con un mini-lp, “Canciones sobre traiciones y mentiras” (Mushroom Pillow), que augura grandes cosas y que ya merece unas líneas. Y como esta tarde he hablado con él y la versión oficial sólo tendrá 30 por aquello de que donde manda patrón no manda marinero, aquí va la conversación (casi) íntegra, como punto final a una semana en donde me he despachado con unas voleas definitivas, he visto el musical “Jesucristo Superstar” -que es una manera como otra cualquiera de tirar 50 euros- y he comprobado de nuevo que me quedo con esta parte de la Sierra frente a Valdemoro. Bueno, que no me lío y aquí va la interviú, en rigurosa exclusiva para Vestir de Rojo.
¿Cuándo empieza a gestarse este proyecto?
En realidad ya llevaba varios años, probablemente desde el penúltimo disco de Manta Ray, “Estratexa”. Llevaba tiempo planteándome eso, haciendo canciones y muy interesado por la música también como expresión de emociones y experiencias, y con las canciones como elemento central. Y hace dos años decidí materializarlo creando una banda, Las uvas de la Ira.
¿Pero sigues también en Manta Ray?
Sí, sí, ahora mismo estamos un poco en stand-by, como los amplis, pero es un proyecto que sigue vivo. Tenemos un ritmo un poco más lento, porque todos estamos también en otros proyectos y con la cabeza en otras cosas, pero sigue existiendo y yo me considero uno más.
¿Cómo resulta ahora esta aventura respecto a la experiencia en el grupo?
Bueno, Manta Ray cubre una parte muy importante de mi interés por la música, que es la de entenderla como una experiencia colectiva, y como un lenguaje en el que trabajamos con el sonido como materia prima de manera un poco abstracta. Pero también hay otra parte que me interesa mucho, que es la más narrativa, con textos más centrales y personales, como vehículo de transmisión de sentimientos y experiencias.
¿Estás ahora más cerca de la tradición norteamericana, de Bob Dylan a Leonard Cohen?
Sí, siempre me interesó. Supongo que mi bagaje musical es sobre todo norteamericano. Me interesa gente actual como puede ser Will Oldham, Vic Chesnutt o Howe Gelb, y también clásicos como Leonard Cohen o Bob Dylan. Y también parte del folk norteamericano, gente como Woody Guthrie o Pete Seeger, e incluso el soul y el blues, pero casi más como expresión y como idea, la manera que tenían de expresar los sentimientos. Sé que no soy un bluesman, y no voy a ser fiel a ese estilo. Pero sí, mi bagaje musical está más cerca de Norteamérica que de Inglaterra.
¿Cuándo empieza a gestarse este proyecto?
En realidad ya llevaba varios años, probablemente desde el penúltimo disco de Manta Ray, “Estratexa”. Llevaba tiempo planteándome eso, haciendo canciones y muy interesado por la música también como expresión de emociones y experiencias, y con las canciones como elemento central. Y hace dos años decidí materializarlo creando una banda, Las uvas de la Ira.
¿Pero sigues también en Manta Ray?
Sí, sí, ahora mismo estamos un poco en stand-by, como los amplis, pero es un proyecto que sigue vivo. Tenemos un ritmo un poco más lento, porque todos estamos también en otros proyectos y con la cabeza en otras cosas, pero sigue existiendo y yo me considero uno más.
¿Cómo resulta ahora esta aventura respecto a la experiencia en el grupo?
Bueno, Manta Ray cubre una parte muy importante de mi interés por la música, que es la de entenderla como una experiencia colectiva, y como un lenguaje en el que trabajamos con el sonido como materia prima de manera un poco abstracta. Pero también hay otra parte que me interesa mucho, que es la más narrativa, con textos más centrales y personales, como vehículo de transmisión de sentimientos y experiencias.
¿Estás ahora más cerca de la tradición norteamericana, de Bob Dylan a Leonard Cohen?
Sí, siempre me interesó. Supongo que mi bagaje musical es sobre todo norteamericano. Me interesa gente actual como puede ser Will Oldham, Vic Chesnutt o Howe Gelb, y también clásicos como Leonard Cohen o Bob Dylan. Y también parte del folk norteamericano, gente como Woody Guthrie o Pete Seeger, e incluso el soul y el blues, pero casi más como expresión y como idea, la manera que tenían de expresar los sentimientos. Sé que no soy un bluesman, y no voy a ser fiel a ese estilo. Pero sí, mi bagaje musical está más cerca de Norteamérica que de Inglaterra.
Después de este primer mini-lp, ¿en qué fase está el disco?
Ayer mismo vine del estudio, en Gárate, de acabar las mezclas. Este mini-lp pretendía ser una especie de tarjeta de presentación del proyecto, con canciones muy diferentes entre sí, pero a la vez un poco conceptual, con la idea de las traiciones y mentiras. Pero esto debe servir como tarjeta de presentación para el lp, que es el trabajo que yo considero más importante, y que saldrá a finales de enero o principios de febrero.
¿Y funciona como carta de presentación o quedan muchas cosas por descubrir?
Quedan cosas por descubrir, pero creo que es buena tarjeta de presentación aunque sean canciones muy diferentes, como “La cena”, que es muy acústica, o “Nuestra sociedad secreta”, que es más eléctrica. Pero quizá era la primera vez que la banda entraba en el estudio y en el lp hay un trabajo más consciente de búsqueda de lenguaje propio. Aquí ya existe, pero quizá de manera más tenue.
¿Ha sido un cambio complicado pasar de la batería en Manta Ray al primer plano?
No. En primer lugar porque en Manta Ray nunca nos hemos considerado instrumentistas. Y en mi caso nunca me interesó demasiado la técnica instrumentista, y nunca fui buen instrumentista, ni con la batería, ni con la guitarra, ni cantando, ni nada. Y en el caso de manta ray nos gusta más considerarnos como compositores. Cuatro compositores que nos juntamos y de manera circunstancial uno toca la batería, aunque luego también pueda coger la guitarra o el bajo. Lo que sí me resultó, no difícil pero sí una experiencia muy nueva para mi, fue no tanto ponerme delante del escenario, sino empezar a cantar textos en castellano que salen un poco de las vísceras y que tienen para mí una importancia personal muy fuerte.
¿Hay mucho de autobiográfico en estas “Canciones sobre traiciones y mentiras”?
Sí, casi todo. Incluso las canciones que están escritas en tercera persona o que hablan de cosas aparentemente ajenas, siempre parten de la experiencia y trato de reflejarme un poco en esas historias. En este proyecto soy incapaz de escribir textos que no partan de la experiencia, aunque eso no quiere decir que todo lo que aparezca sea real o necesariamente autobiográfico.
¿Incluso en “La cena”, donde hablando de traiciones tiras por lo alto y vas a la traición de Judas?
Sí, quizá más oculta, porque es una historia que habla de un personaje como judas. Pero igual sí que hay algo de autobiográfico porque cuando me planteé hacer un disco sobre traiciones y mentiras me interesaba la experiencia de los seres humanos como gente traicionada, pero también la visión de quien traiciona, incluso a veces por necesidad. Y de hecho Judas, lejos de parecerme un ser detestable, me parece un personaje histórico con el que fácilmente me puedo identificar y con el que todos podemos hacerlo en algún momento de nuestra vida.
Resulta curioso, porque ahora hace 10 años publicabais un disco de Manta Ray con Corcobado en el que aparecía el otro protagonista de la historia, Jesucristo, en “Getsemaní”…
Sí, la banda sonora de “Jesucristo Superstar” me parece buenísima. Y a mí, aunque soy ateo y además bastante militante en ese sentido, siempre me ha interesado mucho la iconografía cristiana y especialmente los evangelios como herramienta para utilizar en mis canciones. Me parece que son muy evocadores y tienen mucha fuerza.
A pesar del tono serio y grave, también hay un cierto sentido del humor…
Sí, me interesa mucho. Soy consciente de que no hago música alegre y de que mis textos no son muy vitalistas, pero dentro de ese gusto por atender a las partes más oscuras del ser humano me interesa buscar cierta clase de ironía, aunque a veces sea un poco agria. Por ejemplo, me interesa Leonard Cohen, que aunque todo el mundo piensa en sus textos como muy tristes, yo creo que también están cargados de ironía.
Hablábamos antes de cantautores, pero en tu música hay mucho de rock, al menos formalmente…
Sí, de hecho la palabra cantautor no me gusta mucho. Yo suelo utilizar, aunque suene un poco pedante por ser una palabra anglosajona, el término songwriter, porque me parece que cantautor tiene unas connotaciones en nuestro país que en mi caso por lo menos me parecen bastante despectivas. Lo que sí tenía claro desde el primer momento es que no me gusta presentarme como el típico cantautor que defiende sus canciones con una guitarra acústica y su propia voz, porque suelo decir que para hacerlo de esa manera hay que tener dos características de las que yo carezco. Hay que tener una buena dosis de valor y hay que gustarse mucho a sí mismo. Y yo ni lo uno ni lo otro: soy más bien cobarde y me gusto poco, así que desde el principio tenía claro que quería que fuese un proyecto de rock y que no se hablara tanto de mí como un cantautor, sino como un escritor de canciones de rock. Me interesa más Bob Dylan cuando coge una guitarra eléctrica que sus primeros discos, que eran más acústicos.
Supongo que eso pesa de alguna manera a la hora de componer…
Sí, lo que pasa es que las canciones las compongo sólo con una acústica, pero sí tengo presente la idea de introducir la electricidad y de tener una banda detrás apoyándome. Aunque tampoco descarto hacer canciones e incluso algún concierto en acústico, no reniego de ello.
¿Las referencias literarias, empezando por el nombre de la banda, son fundamentales?
Sí, sí que son importantes. En el caso de “Las Uvas de la Ira”, es una novela que me marcó mucho. En general toda la obra de Steinbeck. No sólo por la manera en que está escrita, sino porque cuenta una historia que desgraciadamente sigue siendo muy actual, la de la gente que tiene que dejar su tierra e irse a un lugar que le es hostil y le hace daño. Y después hay referencias literarias en algún caso de manera más explícita, porque ya te digo que en este proyecto la escritura de textos es un elemento central y tiene un papel casi protagonista. Y en eso me influye tanto la música que escucho como las cosas que leo.
¿Cuéntas con la alargada sombra de las comparaciones con tu hermano Nacho?
Bueno, es inevitable. Cuando empecé con este proyecto tenía claro que iba a haber comparaciones, y también tenía claro que no voy a luchar contra ellas ni a enfadarme, porque me parece una pérdida de tiempo. Es cierto que los dos estamos haciendo rock de autor y que tenemos referencias o una cultura musical parecida, pero a los dos nos interesan cosas distintas en la manera de escribir y contar historias, de relatar nuestras propias experiencias y también en la manera de ambientarlas con la banda. A Nacho le veo más como hermano que como músico, y de hecho creo que sólo tengo su primer disco realmente escuchado. No por nada, sino porque no se dio la circunstancia de escuchar un disco suyo entero, pero ahora mismo no está nada presente en mí a la hora de hacer canciones. Pero sé que es inevitable que exista la comparación, aunque eso me perjudique más que otra cosa, aunque soy consciente de que a veces incluso nuestro timbre de voz se parece, pero nos interesan cosas muy diferentes a la hora de escribir canciones.
¿Tienes ya título para el álbum?
No, y es algo en lo que llevo pensando varias semanas y que tengo que dar ya.
(Para el próximo post me prometo a mí mismo escapar de la música, hablar del musical y también de alguna traición, pero eso tendrá que esperar...).
lunes, 12 de noviembre de 2007
causas, hechos, consecuencias
Parece claro que tenemos una peligrosa tendencia a complicarnos la vida. Hoy lo digo por un amigo que hace unos días dejo a su chica. Me lo contó por teléfono, que es un medio como otro cualquiera para ponerse a hablar de estas cosas, aunque tiene sus riesgos. Uno de ellos es que vayas conduciendo y aparezca la Guardia Civil en medio del relato, con lo que las cosas se quedan a la espera de un café para profundizar en causas y consecuencias. Cuando estudiábamos historia, en BUP, COU y luego en la facultad, los profesores hacían hincapié en el asunto de las causas y las consecuencias, aunque yo creo que en definitiva lo que importan son los hechos. Las causas dependen de cada cual y las consecuencias a menudo son impredecibles, pero los hechos no tienen vuelta de hoja. Pues aquí lo mismo.
Hace mes y medio estábamos tan a gusto en su casa, en una cena apañadita, con unas copas y una noche que se alargó más de lo previsto, con el becario y uno mismo dando cuenta de una botella de Johnny Walker. Llevaban viviendo juntos desde agosto, con sus libros de filosofía, la guitarra, dostoievski, jodorowski, sartre, los girasoles ciegos y un patio acojonante de 70 metros cuadrados. Pero se acabó, y me jode. Vamos a llamarles F (chico) y A (chica). F es mi amigo, ex compañero de trabajo, el que lo contó el martes pasado un poco de repente, después de hacer chascarrillos sobre temas varios (entre otros el "olé, olé, olé, somos españoles" con que los ceutíes hacían patria). Le aprecio como a poca gente, pero hay una cosa que no acabo de entender: la facilidad que tiene para complicarse la vida. Lo hace con todo. Y lo pasa mal. Pero me temo que ya no tiene remedio. Las navidades pasadas también lo dejaron, aunque entonces fue un calentón en sentido inverso y se veía que no duraría mucho. Se lo dije entonces y se lo he dicho ahora: A te hace mejor. Es así. Hay gente que nos mejora y éste era uno de esos casos.
Esta tarde he hablado con A (o ella ha hablado conmigo, para ser más fieles a la realidad). Dice que F dijo hasta aquí porque no era feliz con ella, que desde luego es una razón de peso que no necesita causas ni consecuencias, aunque creo que esconde un mal endémico de este chico: su retorcida necesidad de estrujar la felicidad. Nacho Vegas escribe en una canción que la felicidad es un estado que existe sólo de manera contextualizada. Sólo somos felices respecto a algo. F ha estrechado tanto las cosas, ha dejado márgenes tan reducidos, que ha ahogado los límites y corre el riesgo de no ver más allá de una premeditada insatisfacción. Le ha pasado antes y le está pasando otra vez, con la diferencia de que en este caso A le hacía mejor.
Todo esto lo escribo pero no se lo digo, o lo hago de otra manera, porque no quiero caer en el riesgo de la psicología barata y porque también confío en que pese a todo sabe lo que hace. Pero espero que se lo piense, para que engañarnos.
A todo esto, en las historias ajenas siempre encuentra uno la posibilidad de medirse, de preguntarse qué es lo que haría y qué es lo que va a pasar, suponiendo que tenga que pasar algo. Esta vez también lo he hecho, y salgo bien parado: me siento feliz y procuro no complicarme la existencia. Pero también tengo la sensación de que tengo todo tan aparentemente controlado que en caso de que algo falle la hostia va a ser de campeonato. En todo caso, es simplemente un supuesto, pero aquí pasa como con la Policía Científica (y mejor CSI que la versión española made in Coronado): hay que trabajar con todas las hipótesis.
Hasta aquí la charla. Me da un poco de reparo hablar de otros, pero ya está hecho. Desde el jueves, día de la última entrada, han pasado varias cosas: torneo de wii frustrado, fin de semana seta, lentejas bien ricas, me quedo dormido en el sofá, M está tristona, compramos el regalo para el cumple del próximo viernes (a mí no me gusta, que quede claro), el rey manda callar a chávez, madrid se convierte en escenario de la ampliación del campo de batalla, empiezo a hacer las compras de reyes, voto por la tapa de las murallas, justine henin gana a maria sharapova (a la que voy a dedicar una santología en breve, voy avisando) y me encargan entrevista con xabel vegas, que acepto encantado y a quien podría recibir en batín si fuese su hermano, pero como no lo soy y él además está en gijón, pues hablaremos por teléfono y se acabó.
Hace mes y medio estábamos tan a gusto en su casa, en una cena apañadita, con unas copas y una noche que se alargó más de lo previsto, con el becario y uno mismo dando cuenta de una botella de Johnny Walker. Llevaban viviendo juntos desde agosto, con sus libros de filosofía, la guitarra, dostoievski, jodorowski, sartre, los girasoles ciegos y un patio acojonante de 70 metros cuadrados. Pero se acabó, y me jode. Vamos a llamarles F (chico) y A (chica). F es mi amigo, ex compañero de trabajo, el que lo contó el martes pasado un poco de repente, después de hacer chascarrillos sobre temas varios (entre otros el "olé, olé, olé, somos españoles" con que los ceutíes hacían patria). Le aprecio como a poca gente, pero hay una cosa que no acabo de entender: la facilidad que tiene para complicarse la vida. Lo hace con todo. Y lo pasa mal. Pero me temo que ya no tiene remedio. Las navidades pasadas también lo dejaron, aunque entonces fue un calentón en sentido inverso y se veía que no duraría mucho. Se lo dije entonces y se lo he dicho ahora: A te hace mejor. Es así. Hay gente que nos mejora y éste era uno de esos casos.
Esta tarde he hablado con A (o ella ha hablado conmigo, para ser más fieles a la realidad). Dice que F dijo hasta aquí porque no era feliz con ella, que desde luego es una razón de peso que no necesita causas ni consecuencias, aunque creo que esconde un mal endémico de este chico: su retorcida necesidad de estrujar la felicidad. Nacho Vegas escribe en una canción que la felicidad es un estado que existe sólo de manera contextualizada. Sólo somos felices respecto a algo. F ha estrechado tanto las cosas, ha dejado márgenes tan reducidos, que ha ahogado los límites y corre el riesgo de no ver más allá de una premeditada insatisfacción. Le ha pasado antes y le está pasando otra vez, con la diferencia de que en este caso A le hacía mejor.
Todo esto lo escribo pero no se lo digo, o lo hago de otra manera, porque no quiero caer en el riesgo de la psicología barata y porque también confío en que pese a todo sabe lo que hace. Pero espero que se lo piense, para que engañarnos.
A todo esto, en las historias ajenas siempre encuentra uno la posibilidad de medirse, de preguntarse qué es lo que haría y qué es lo que va a pasar, suponiendo que tenga que pasar algo. Esta vez también lo he hecho, y salgo bien parado: me siento feliz y procuro no complicarme la existencia. Pero también tengo la sensación de que tengo todo tan aparentemente controlado que en caso de que algo falle la hostia va a ser de campeonato. En todo caso, es simplemente un supuesto, pero aquí pasa como con la Policía Científica (y mejor CSI que la versión española made in Coronado): hay que trabajar con todas las hipótesis.
Hasta aquí la charla. Me da un poco de reparo hablar de otros, pero ya está hecho. Desde el jueves, día de la última entrada, han pasado varias cosas: torneo de wii frustrado, fin de semana seta, lentejas bien ricas, me quedo dormido en el sofá, M está tristona, compramos el regalo para el cumple del próximo viernes (a mí no me gusta, que quede claro), el rey manda callar a chávez, madrid se convierte en escenario de la ampliación del campo de batalla, empiezo a hacer las compras de reyes, voto por la tapa de las murallas, justine henin gana a maria sharapova (a la que voy a dedicar una santología en breve, voy avisando) y me encargan entrevista con xabel vegas, que acepto encantado y a quien podría recibir en batín si fuese su hermano, pero como no lo soy y él además está en gijón, pues hablaremos por teléfono y se acabó.
Hacía días que no terminaba con ninguna cita, pero hoy he estado escuchando a Triángulo de Amor Bizarro (TAB) y dicen con razón: "Lo malo del gobierno es que gobierna" (en "Isa Vs. El Partido Comunista"). Y también (en "¿Quiénes son los curanderos?"): "Portaos bien, hijos de puta; Jesús os mira desde las alturas". Pues eso, vamos a ser buenos, aunque sea por una vez.
jueves, 8 de noviembre de 2007
vuelve la canción protesta
No. No voy a hablar de Ismael Serrano ni de los habituales del Libertad 8. Sólo faltaba. Los líderes de la nueva canción protesta, los más frescos del pop a la izquierda y también los más rápidos, efectivos, eficaces y eficientes son Grande-Marlaska, el grupo antes llamado Garzón hasta que el juez de marras en un ataque de egolatría dijo que nanai y ellos encontraron un nuevo superjuez en Grande-Marlaska, que el verano de 2006 (cuando pasó todo esto) andaba revolucionando la Audiencia Nacional.
Ahora acaban de publicar disco, "El momento de hacer" (te lo puedes bajar enterito en http://www.superjuez.com), que de verdad merece la pena, porque tienen cosas que decir, porque las dicen y porque las dicen bien. Y porque son los que mejores estribillos y la-la-las tienen ahora mismo. Pueden gustar a niños y grandes y en su repertorio (no en este trabajo) tienen una frase que tiene mucha más ideología que todos los sesudos planteamientos de los cantautores autoproclamados revolucionarios:"¿Qué es lo que vigila tu libertad?".
Aquí empiezan con un medio tiempo, aunque con idéntica disposición: "Llegó el día, escoged la posición; llegó la hora: despertad, es el momento de hacer". No hay "ora et labora". Sólo de lo segundo, y adiós a la palabrería.
Víctor Lenore ha escrito siete razones para hacerles caso, de las que sólo rescataré dos para no alargarme demasiado:
"2) Es un grupo digno de sus influencias: Violent Femmes, Beat Happening, The Go-Betweens, Television Personalities, The Feelies, La Polla Records, The Wedding Present, Phil Ochs... Casi nada. ¿Cuántos artistas (de aquí o de fuera) pueden decir eso?
3) Han conseguido quitar telarañas al término "pop político". No escriben eslóganes ni arengas sobre causas con las que todos estamos de acuerdo. Siguiendo la tradición de The Smiths, Housemartins o McCarthy deshacen fronteras entre lo público y lo privado. No es que hagan un esfuerzo por incluir la política, simplemente cantan sobre conflictos que les afectan (que nos afectan a la mayoría)".
Y antes César Estabiel resumió sin complicaciones su manera de hacer pop: "Con ilusión, mucho nervio, sin dictados estéticos y poca tontería".
Ni más ni menos. Ahora estas 12 canciones permiten de nuevo creer en una música que no salvará el mundo, aunque seguro que sí más de una noche. Ellos son Roberto Herreros, Malela (también Le Mot y ex de Nosoträsh) y Pepo Márquez (al que en otro sitio rebauticé como Pepo Hernández; espero que lo corrigieran).
Pero como no sólo de jueces vive el hombre, y como la justicia es una cosa lenta y a menudo incomprensible (hoy leo que una juez ha quitado la custodia de sus hijos a un hombre porque éste es cojo), aquí va un pequeño catálogo de autores (Grande-Marlaska es un grupo, pero una cosa lleva a la otra) con los que quitar las telarañas a un género que ha sufrido y todavía sufre mucho por obra y desgracia de unos pocos.
- El Hijo (Abel Hernández; ex Migala): su primer disco largo es "Las otras vidas", donde demuestra que es mucho más que una gran voz, descubriendo matices inéditos y con un lenguaje que le pone a años luz de la mayoría.
- Aroah (Irene R. Tremblay): en cada uno de sus tres discos ha dado una vuelta de tuerca a la intimidad, con una desarmante facilidad para la melodía. En todo caso, me quedo con el primero, de título genial, "No podemos ser amigos".
- Refree (Raúl Fernández): lo último suyo es "Els invertebrats", como siempre distinto y sacando brillo a la canción mediterránea, aunque todavía me falta cogerle el punto. Por lo menos no tanto como a "La matrona", que tiene la canción de cumpleaños más triste que conozco.
- Nacho Vegas: hay a quien le ha dado últimamente por decir que acabará siendo el Sabina del indie, pero eso es porque no han escuchado bien "Desaparezca aquí". No digo más para no aburrir al personal.
- Christina Rosenvinge: acaba de publicar un mini-lp con Nacho Vegas, "Un verano fatal", y con "Continental 62" ya dejó bien claro que ha vuelto para quedarse. Hace tres semanas redescubrí toda la belleza de "Días grandes de Teresa", de su época con subterráneos.
- Aroah (Irene R. Tremblay): en cada uno de sus tres discos ha dado una vuelta de tuerca a la intimidad, con una desarmante facilidad para la melodía. En todo caso, me quedo con el primero, de título genial, "No podemos ser amigos".
- Refree (Raúl Fernández): lo último suyo es "Els invertebrats", como siempre distinto y sacando brillo a la canción mediterránea, aunque todavía me falta cogerle el punto. Por lo menos no tanto como a "La matrona", que tiene la canción de cumpleaños más triste que conozco.
- Nacho Vegas: hay a quien le ha dado últimamente por decir que acabará siendo el Sabina del indie, pero eso es porque no han escuchado bien "Desaparezca aquí". No digo más para no aburrir al personal.
- Christina Rosenvinge: acaba de publicar un mini-lp con Nacho Vegas, "Un verano fatal", y con "Continental 62" ya dejó bien claro que ha vuelto para quedarse. Hace tres semanas redescubrí toda la belleza de "Días grandes de Teresa", de su época con subterráneos.
Me dejo unos cuantos: Antonio Luque (Sr. Chinarro), Xabel Vegas, Jabier Muguruza, Joan Miquel Oliver, Ainara LeGardon, Jonston, Juana Molina (al otro lado del charco), Ana Laan, trocitos de Bunbury, Martín Buscaglia ("El Evangelio según mi jardinero" es divertidísimo), algo de Quique González, The Secret Society (Pepo Márquez), pero para completar la lista de songwriters de aquí reservo a otros dos:
- Lluis Llach: éste sí que sabe de canción protesta, pero sobre todo de canción. Y tiene un disco del que no me canso, "Viatge a Ítaca", que contiene toda la épica y la lucha y el deseo y también el sentimiento más mínimo ("Fins el mai").
- Jorge Drexler: en otras circunstancias no estaría entre mis favoritos, pero sí me gustan algunas canciones y tiene una cosa que no tienen los demás, y es que es el primer tío que se ha venido con un Óscar a mi pueblo, San Lorenzo de El Escorial, y eso ya está bien, así que ganado se lo tiene.
- Jorge Drexler: en otras circunstancias no estaría entre mis favoritos, pero sí me gustan algunas canciones y tiene una cosa que no tienen los demás, y es que es el primer tío que se ha venido con un Óscar a mi pueblo, San Lorenzo de El Escorial, y eso ya está bien, así que ganado se lo tiene.
Hay otros, seguro, pero así ha quedado esto: demasiado serio, creo, aunque sin dogmas ni nada parecido (o eso intento). Y nada más: vuelvo al principio. Es el momento de hacer. Se finí.
Etiquetas:
así opino yo,
citas...,
comentarios...,
discoteque
domingo, 4 de noviembre de 2007
on the road (again)
La idea era haber esperado algún día más para publicar otra entrada, pero hace 50 minutos que he terminado “La carretera”, de Cormac McCarthy, y prefería no esperar para hacer algunos comentarios. El primero es que las 20 últimas páginas son terriblemente tristes y también esperanzadoramente desoladoras, o al revés. Sobre todo a partir de una pregunta y su respuesta:
“¿Qué es lo más valiente que has hecho?
Levantarme esta mañana”.
Pues sí. Es la estrategia del tedio en un mundo gris absolutamente arruinado, en el que un padre y su hijo luchan por sobrevivir, llevando el fuego y siguiendo el trazado de una carretera a ninguna parte. El final, decía, es triste, pero sobre todo porque deja una puerta abierta a la esperanza cuando parecía que por fin llegaba la muerte.
Siempre hay oportunidades para empezar de cero. O por debajo o por encima de cero, lo mismo da. Y a ese crío se le presenta una más, aunque sea en un mundo tan mínimo y amenazante como en el que se mueve.
Aquí, en esta otra parte de la vida real, también seguimos.
Escenas de matrimonio (M&E): M, tumbada en el sillón rojo, empieza “Brooklyn follies”; y yo, sentado en una butaca de Ikea que hace un ruido del demonio, termino “La carretera”, poniendo fin provisional a un puente en el que ha habido tiempo para varias cosas: un partidillo, visita al cementerio, bollitos de miel, teatro (“El maletín”, de Mark Ravenhill), cine (“El sueño de Cassandra”, más floja que las otras dos de la trilogía de Londres), victoria de Nadal sobre Bagdhatis, derrota de Nadal ante Nalbaldian, un disco de Trentemoller, Pauline en la Playa, Joan Miguel Oliver y sus “surfistas a cámara lenta”, unas fotos en flickr.com, unas bravas en la cantina y hasta un post en el blog.
Hoy, por enésima vez en las últimas semanas, iba a empezar el libro que me lleva esperando desde diciembre de 2006: “Hablamos. Besos”. Creo que tengo una idea y un par de buenos protagonistas, como siempre heredados de este lado de la vida real, pero no tengo claro si debo hacerlo, o si debo hacerlo con variaciones, o si mejor miro hacia otro lado. Lo que sí sé es que si al final lo hago la siguiente escena empezará así:
Hola.
Hola.
Tan simple como eso, y con la banda sonora de “Noam Chomsky”, de Astrud, como recurso musical para animar el messenger.
Hasta aquí esta entrada. Si fuera Nacho Vegas mandaría saludos desde el norte, pero como soy el que soy, y vale, dejamos el norte como un estado de ánimo y me limito a despedirme desde este rincón peregrino de la sierra, con vistas al monasterio y a la iglesia de san Bernabé, y a la espera de que mañana sea un día más en el que poder decir, también desde aquí, que lo más valiente que he hecho ha sido levantarme.
jueves, 1 de noviembre de 2007
santos que yo te pinté
Creo que tenía unas cuantas cosas que contar, pero como hoy es hoy, empezaré por aquí. Día de Todos los Santos. Visita al cementerio. Flores por aquí, oraciones por allá. Gran ganga, gran ganga, él es de Teherán. A ver si me centro. En realidad el Día de Todos los Difuntos es mañana, 2 de noviembre, pero mis abuelos es verdad que tenían algo de santos, así que vale.
En el colegio (de monjas, claro) nos decían que todos estábamos llamados a la santidad. Y yo, que últimamente no estoy muy católico, creo que es verdad. Que cada uno se tome la santidad como quiera, pero mejor eso que no otras cosas peores y que además hacen más daño. El martes, antes de hablar de amores express en otro ámbito, me marqué una parrafada sobre los mártires de San Lorenzo, que por cierto me quedó medianamente bien y que me recordó algo que escribí hace tres o cuatro años después de ver "Soldados de Salamina". Héroes y mártires, se llamaba aquello, y a eso me refiero con lo de la santidad; que andamos faltos de héroes y santos, y que algunos van de mártires. Bowie lo cantó antes, Los Planetas se marcaron luego "San Juan de la Cruz", pero en aquella película el olor a santidad era el del barro y la pólvora, la tierra mojada y la sangre. Y eso además con la banda sonora de "Suspiros de España" en la versión de Diego El Cigala. Algo así debe ser la santidad: un baile lento mientras el mundo se para y la muerte aguarda; un soldado abrazado a su fusil. O un pic-nic en medio del campo de batalla.
Hay a gente a quien los cementerios le dan yuyu; a mí no, como casi todo. Ni fu ni fa. Encuentro que es un lugar como otro cualquiera para las convenciones sociales, donde se llora más que un bar pero a lo mejor no más que en el cine viendo "Bailar en la oscuridad". Me acuerdo ahora de la canción de Mecano y del numerito en el musical "Hoy no me puedo levantar", también de los Smiths y otro poco de Los Enemigos y "La vida mata", pero en realidad escucho "Santos que yo te pinté", segunda canción del disco "Unidad de desplazamiento" de Los Planetas: "Yo no soy ningún ángel, yo no soy ningún santo, pero lo que me estás haciendo es que me está matando".
Y me acuerdo también de "Encuentros en la tercera fase", pero sólo porque hace un par de semanas, en el entierro del padre de una amiga, voy y me encuentro con esa persona que en el libro de familia y el DNI pone que es mi padre, que también es mala suerte, o buena. O, ya lo he dicho, ni fu ni fa. Hola. Hola. Qué tal. Bien. Y tú. Bien. Pues nada. Sí.
De las cosas que se quedan en el tintero lo más destacable es el pedazo de concierto de Wedding Present, que a lo mejor ya lo mencioné en otro post, no estoy demasiado seguro; y antes una surrealista entrevista con Devendra Banhart que lo mismo un día cuelgo íntegra. Hay más cosas, sí, y algunas más interesantes, pero uno tiene su intimidad (y también los demás),así que me las dejo para otro momento.
Y ahora empieza el puente, en el que no hay grandes planes, aunque acabo de convencer a M para bajar a Madrid a ver "Construyendo a Verónica". Nuestra última experiencia con el teatro, a cuento del "Método Gronholm", es más bien para olvidar, pero allá que vamos. Yo mañana quería ir a comer fuera, pero el Euríbor dice que mejor nos quedemos en casa, que ya hemos rebasado la cuota de gastos extra comprando un portátil (falta hacía, eso sí).
También quería ir al Prado a ver la ampliación (y los cuadros que se exponen), pero como es gratis hasta el domingo hay unas colas del carajo, así que me espero a que cobren. Si la entrada costase aunque fuera 20 céntimos, otro gallo cantaría, pero como es gratis, viva la cultura! (y lo digo yo que trabajo en un periódico gratuito y sé de qué va la vaina).
En definitiva, que ya es otoño de verdad, que hemos dado la calefacción aunque hoy hace bastante bueno, que el cambio de hora es una sandez como otra cualquiera y que empiezo a otear en el horizonte la Navidad, que me apetece tan poco como otros años y si cabe un poquito menos. Calculo que este año tendré unas 10 comidas / cenas, excluyendo las familiares, así que de verdad que acabo hasta la bola de solomillos, corderos y demás (este año pido pescado, aunque mejor si no es merluza). El primero de los eventos está programado para el 23 de noviembre, viernes, con la propuesta de cena-espectáculo en un árabe del centro de la capital del reino. No sé. Es que a mí lo de la danza del vientre no me acaba de poner. Ya ha surgido otra propuesta de un sitio en el que alguien conoce a alguien que conoce al dueño y lo mismo nos sale más barato, pero vamos que me da igual cinco euros más o menos; y yo lo mismo hago caso y voy y digo que si vamos al Bo Finn, que está por el barrio de Salamanca y dice alguien a quien le mola "Dogville", Palahniuk, Ingrid Bergman y Eric Bana (amén de otras cuantas referencias) que está bien.
Hasta aquí la charla. Me da la sensación de que se me olvidan cosas, pero no me apetece ponerme a pensar demasiado. Eso sí, otro día escribo sobre Le Mans y la canción de todas nuestras vidas, incluyendo la mía: "Mi novela autobiográfica". De eso y de la paternidad que viene o pueda venir.
domingo, 21 de octubre de 2007
diez cosas. ni más ni menos (y no me llamó josé luis)
La de cosas que tengo que contar. Primero, y por ceñirme a la actualidad: carambolas varias y una desastrosa salida han hecho que Hamilton pierda el mundial de F1. No ha ganado Alonso, pero qué contento que se le veía; por no hablar de Pedro Lobato, el comentarista de Telecinco, que se ha pasado la última media hora de la carrera diciendo que eso le pasaba a mclaren por una estrategia tan estúpida, que Ron Dennis era un soberbio y que habían hecho un ridículo espantoso. Y no le falta razón, pero lo ha repetido hasta la saciedad, y yo creo que tampoco era cuestión de hacer sangre.
Hasta aquí la parte deportiva, aunque voy a hacer un inciso y me tiro flores y digo que vaya derechas más buenas que pego y no digamos las dejadas; cuando consiga mejorar el revés no hay quien me pare. A todo esto, inciso 2: Federer ha perdido con Nalbaldian en el masters de Madrid. Me alegro básicamente porque es argentino y porque había un par de chicas que tenían una pancarta sencilla a la par que contundente: “Vamos David. Vos podés”. Y vaya que si pudo.
Segunda parte: desde aquí quiero dejar claro a todo el mundo que yo no me llamo josé luis. Tampoco josep lluis. Ni siquiera enric. En fin, que Carod Rovira se ha descolgado con la frase del mes a cuento del programa “tengo una pregunta para usted”, que a partir de ahora debería cambiarse nombre por el de “tengo una pregunta para josé luis”, y que conteste quien sea, que total da igual. Lo mismo le perdieron un poco las formas, pero es que lo de la gente (dos señoras y un chico) ya son ganas de provocar. O de joder, qué coño. La verdad, y me pongo serio, es que es absolutamente ridículo que a estas alturas estemos así. No me voy a poner a defender el nacionalismo, ni el independentismo, que por otra parte me parecen ideas legítimas, pero sí por lo menos un mínimo de tolerancia y de respeto. Y algo, aunque sea muy poco, de riqueza mental y apertura de miras, que por decir josep lluis en vez de josé luis no estamos rompiendo España.
Tercera parte: leo hoy en “El País” que el rey está molesto con esperanza aguirre porque le dijo que había que dar un trato más humano a jiménez losantos (al que el corrector del word deja como “lozanitos”, por cierto). Y ahí sí que estoy absolutamente de acuerdo, porque jamás se vio semejante animador de las ondas, que es escucharle por las mañanas (yo lo hago porque carlos herrera y sobre todo francino me aburren soberanamente) y entrarte una cosa entre la mala ostia y la risa floja que no sabe uno… Lo resumo con unas tonadas de Meteosat que ya tienen unos años: “La radio me gusta / la radio me alucina / la radio de España es divina” (en otra parte la rima terminaba en polla, pero soy muy fino y no digo esas cosas).
Cuarto: por fin algo de emoción. Hablemos de sexo, como pipi estrada.
Quinto: vaya mierda de nueva maqueta que se han marcado los de “El País”.
Sexto: la campaña del PSOE es una mierda pinchada en un palo, así de claro. Así no vamos a ninguna parte, aunque lo mismo es un síntoma. Z de calidaz, Z de claridaz, Z de igualdaz y sobre todo Z de gilipollez. De verdad: me parece un insulto a la inteligencia y desde aquí digo ya que la RAE, suponiendo que sirva para algo, se debería molestar en decir un par de cosas.
Séptimo: he vuelto a hacer listas de canciones. Me ha encantado. Y al final ha sido como leer a Saramago (“Todos los nombres”), del que tengo tres libros que no he leído ni tengo demasiada intención en estos momentos. Sigo con “la carretera”, de cormac mccarthy, y “hasta que te encuentre”, de john Irving, aunque por distintas circunstancias ando un poco atascado.
Octavo: entre esas circunstancias está la intensa actividad que ha tenido en las últimas dos semanas, con demasiado trabajo atrasado y unos cuantos conciertos. Por resumir (otro día lo mismo dejo las crónicas), me limito a puntuar: Mishima, un 5; Spiritualized, 7; Soulsavers, 8,5; Eef Barzelay, 6; The Wedding Present; 8,5; y Nacho Vegas & Christina Rosenvinge, 7. A M no le gustó demasiado este último, aunque dice que “verano faltal” le recuerda un poco a los electroduendes; yo no lo veía, pero como dos que duermen juntos se vuelven de la misma condición al final también se lo veo.
Octavo: the next big thing tiene que ser por fuerza Facto Delafé y Las Flores Azules. El viernes me compré su nuevo disco, “La luz de la mañana”, y no me gusta más que el pimero, pero su música sigue siendo tan optimista, distinta, vital y colorista que de ahí tiene que salir algo grande de verdad. Y también, aunque con menos posibilidades comerciales, Tarik y la Fábrica de Colores, con un “El hueso y la carne” que es puro músculo (además de tener unos estribillos estupendos y de que álvaro muñoz es un tío encantador).
Noveno: asuntos laborales. Últimamente estoy un poco desmotivado, no sé si es que todavía me dura el estrés posvacacional. Pero las mañanas (y tardes) son más entretenidas con REM en el msn. A lo mejor no era REM, lo mismo me lío; a lo mejor era al revés, o no lo mismo; o era como electra, con siete corazones (¿o eran nombres?). bueno, el caso es que las cosas salen y supongo que cuando lleguen tiempos de agobios y haya más actividad, remitirá la desmotivación.
Décimo ( y último): me voy a dormir, que mañana es lunes. Sweet dreams.
Hasta aquí la parte deportiva, aunque voy a hacer un inciso y me tiro flores y digo que vaya derechas más buenas que pego y no digamos las dejadas; cuando consiga mejorar el revés no hay quien me pare. A todo esto, inciso 2: Federer ha perdido con Nalbaldian en el masters de Madrid. Me alegro básicamente porque es argentino y porque había un par de chicas que tenían una pancarta sencilla a la par que contundente: “Vamos David. Vos podés”. Y vaya que si pudo.
Segunda parte: desde aquí quiero dejar claro a todo el mundo que yo no me llamo josé luis. Tampoco josep lluis. Ni siquiera enric. En fin, que Carod Rovira se ha descolgado con la frase del mes a cuento del programa “tengo una pregunta para usted”, que a partir de ahora debería cambiarse nombre por el de “tengo una pregunta para josé luis”, y que conteste quien sea, que total da igual. Lo mismo le perdieron un poco las formas, pero es que lo de la gente (dos señoras y un chico) ya son ganas de provocar. O de joder, qué coño. La verdad, y me pongo serio, es que es absolutamente ridículo que a estas alturas estemos así. No me voy a poner a defender el nacionalismo, ni el independentismo, que por otra parte me parecen ideas legítimas, pero sí por lo menos un mínimo de tolerancia y de respeto. Y algo, aunque sea muy poco, de riqueza mental y apertura de miras, que por decir josep lluis en vez de josé luis no estamos rompiendo España.
Tercera parte: leo hoy en “El País” que el rey está molesto con esperanza aguirre porque le dijo que había que dar un trato más humano a jiménez losantos (al que el corrector del word deja como “lozanitos”, por cierto). Y ahí sí que estoy absolutamente de acuerdo, porque jamás se vio semejante animador de las ondas, que es escucharle por las mañanas (yo lo hago porque carlos herrera y sobre todo francino me aburren soberanamente) y entrarte una cosa entre la mala ostia y la risa floja que no sabe uno… Lo resumo con unas tonadas de Meteosat que ya tienen unos años: “La radio me gusta / la radio me alucina / la radio de España es divina” (en otra parte la rima terminaba en polla, pero soy muy fino y no digo esas cosas).
Cuarto: por fin algo de emoción. Hablemos de sexo, como pipi estrada.
Quinto: vaya mierda de nueva maqueta que se han marcado los de “El País”.
Sexto: la campaña del PSOE es una mierda pinchada en un palo, así de claro. Así no vamos a ninguna parte, aunque lo mismo es un síntoma. Z de calidaz, Z de claridaz, Z de igualdaz y sobre todo Z de gilipollez. De verdad: me parece un insulto a la inteligencia y desde aquí digo ya que la RAE, suponiendo que sirva para algo, se debería molestar en decir un par de cosas.
Séptimo: he vuelto a hacer listas de canciones. Me ha encantado. Y al final ha sido como leer a Saramago (“Todos los nombres”), del que tengo tres libros que no he leído ni tengo demasiada intención en estos momentos. Sigo con “la carretera”, de cormac mccarthy, y “hasta que te encuentre”, de john Irving, aunque por distintas circunstancias ando un poco atascado.
Octavo: entre esas circunstancias está la intensa actividad que ha tenido en las últimas dos semanas, con demasiado trabajo atrasado y unos cuantos conciertos. Por resumir (otro día lo mismo dejo las crónicas), me limito a puntuar: Mishima, un 5; Spiritualized, 7; Soulsavers, 8,5; Eef Barzelay, 6; The Wedding Present; 8,5; y Nacho Vegas & Christina Rosenvinge, 7. A M no le gustó demasiado este último, aunque dice que “verano faltal” le recuerda un poco a los electroduendes; yo no lo veía, pero como dos que duermen juntos se vuelven de la misma condición al final también se lo veo.
Octavo: the next big thing tiene que ser por fuerza Facto Delafé y Las Flores Azules. El viernes me compré su nuevo disco, “La luz de la mañana”, y no me gusta más que el pimero, pero su música sigue siendo tan optimista, distinta, vital y colorista que de ahí tiene que salir algo grande de verdad. Y también, aunque con menos posibilidades comerciales, Tarik y la Fábrica de Colores, con un “El hueso y la carne” que es puro músculo (además de tener unos estribillos estupendos y de que álvaro muñoz es un tío encantador).
Noveno: asuntos laborales. Últimamente estoy un poco desmotivado, no sé si es que todavía me dura el estrés posvacacional. Pero las mañanas (y tardes) son más entretenidas con REM en el msn. A lo mejor no era REM, lo mismo me lío; a lo mejor era al revés, o no lo mismo; o era como electra, con siete corazones (¿o eran nombres?). bueno, el caso es que las cosas salen y supongo que cuando lleguen tiempos de agobios y haya más actividad, remitirá la desmotivación.
Décimo ( y último): me voy a dormir, que mañana es lunes. Sweet dreams.
Etiquetas:
así opino yo,
comentarios...,
La vida...
jueves, 11 de octubre de 2007
client. uniformes, caderas y electroclash
sala heineken, madrid. 10-10-07.
Demasiado pronto y demasiada poca gente para ver a las Charades, que cumplieron con creces y con la soltura habitual dejaron caer unos cuantos temas (también alguno de los nuevos: pop-punk con un plus de energía) para que quedase claro que pueden aspirar a un mejor horario. Segundos de la noche: Humbert Humbert. Sueltan las programaciones y a correr, en el mejor sentido. Paco Alcázar se reivindicó una vez más como frontman chillón, histriónico e infalible, haciendo que el mayor lastre del grupo (la excesiva linealidad) pase a segundo plano en directo, para mayor gloria de un punk bailable que con temas como “Soul weasel” o “Following you” sigue encontrando argumentos para vencer y convencer. Un respiro de cuarto de hora y aparecen las tres Client: uniformes (falda negra de tubo y polo verde caqui) e imágenes subidas de tono en las pantallas. Hasta aquí, nada nuevo. Tampoco luego: a la media hora habían agotado su repertorio de movimientos de cadera. Pues sí, pero funciona. Y mientras su propuesta perdía capacidad de sorpresa, paradójicamente iba ganando en aciertos puntuales. Primero fue “Heartland”, luego “Where’s the rock and roll”; también “Zerox machine” o -demostrando que tienen pasado- “In it for the money”, con una coreografía básica que triunfaría sin problemas en algún programa de televisión. Lo suyo es electroclash de manual, sin complicaciones, con una estructura a la que vuelven una y otra vez y que, después de todo, acaba ofreciendo motivos para enganchar. En conjunto no deja de ser más de mismo (Miss Kittin, Ladytron), aunque el directo les permita llegar más y mejor, con Sarah Blackwood mandando sobre el escenario y también con guiños a un synthpop ochentero y resultón al que saben sacar partido.
Posdatas...
a) con según qué imágenes uno tiende a despistarse, por lo que puede que todo lo señalado arriba no sea rigurosamente cierto.
b) sarah blackwood fue la cantante hace unos años de dubstar, grupo al que tampoco está mal echarle un repasillo.
c) las dos primeras client recibieron el impulso de andrew fletcher (depeche mode). se nota.
d) la tercera client (client e) salió de la versión británica de supermodelo. áquí con suerte acaban en el cuerpo de baile de chenoa.
e) tienen su puntillo de tensión sexual, pero también un nosequé de cartón-piedra.
f) su público (por lo menos ayer) es mayoritariamente femenino (por lo menos eran ellas las que más gritaban).
g) paco alcázar y miguel b. núñez (humbert humbert) también hacen cómics.
h) las charades son muy majas.
y ya.
viernes, 5 de octubre de 2007
un soplo en el corazón
No tengo demasiado claro cómo empezar. Lo primero porque no sé qué título va a tener este post, y eso es lo primero que decido. Primero la parte, luego el todo (o la siguiente parte, vaya). Había pensado en unos cuantos: “Second coming”, no sé muy bien por qué; “Kill all hippies”, pero sólo porque hoy me encuentro un poco neohippie; “En la carretera”, así en plan Kerouac; “La cosa está que arde”, con una foto del rey y todo, pero prefiero no hablar de política, que bastante lo hago a diario; “Alegrías del incendio”, por la canción de Los Planetas. Y sobre todo “Mar el poder del mar”, mi favorita de Facto Delafé y las Flores Azules. No me puedo quitar de encima la cancioncilla desde esta tarde.
Provisionalmente, y a falta de que este comentario evolucione hacia Dios (hoy con mayúscula) sabe dónde, lo voy a dejar en “Un soplo en el corazón”, que es el título del disco que más veces me ha hecho llorar y que hoy también, vete a saber por qué, lo ha conseguido de nuevo. Es esa extraña sensación, una melancolía inmensa, inagotable; lágrimas que resbalan sin venir a cuento mientras ves la tele o escribes o escuchas la radio. Hago un inciso: hoy se ha muerto Carlos Llamas, responsable de Hora 25 durante muchos años. Y otro: ayer el que se fue, aquí al lado, en Galapagar, fue Pablo Palazuelo, pintor de la abstracción más emocionante que he disfrutado. En su caso han sido cosas de la edad (90 años tenía).
Vuelvo. Melancolía, decía. Y algo más. “Todo va bien, mi vida va bien, que feliz que soy…”. Pues sí, pero entre tanto siempre hay un espacio para la tristeza desde un punto de vista casi alegre, una tristeza premeditada, una sensación de dejarse llevar, de que cualquier cosa, una vuelta de tuerca, una visita inesperada, un giro en la conversación, está a la vuelta de la esquina.
Quienes me conocen saben de mi tendencia al victimismo, y quienes no se habrán dado cuenta de mi facilidad para meter la mata. Creo que hay en todo algo de superficial. Voy a contar aquí, tampoco sé muy bien por qué, algo que nunca había exteriorizado (al menos no de manera evidente). Hace casi dos años, cuando murió mi abuela, la primera sensación fue de alivio. Creo que incluso respiré mejor por un momento; no lloré ese día y sin embargo lo hago ahora. Es algo que me pasa factura y que todavía no me he perdonado del todo, así que supongo que sigo en fase de expiación. Entonces para mí fue un paso más en el juego, pero hasta un mes y medio después no tomé conciencia de verdad de la situación, de sus consecuencias y de todo lo que ese día debería haber sentido y me dejé adentro por vestir una estúpida coraza que no lleva a ningún sitio.
Será por eso, o no, pero de un tiempo a esta parte tiendo a emocionarme más de lo habitual. España pierde con Rusia y se me hace un nudo en la garganta; a Tricky le sale un bulto y me descubro un cariño inédito; se muere (final de la segunda temporada, en el primer capítulo de la tercera resucita) Nathan Fisher y poco más o menos me parece que es el fin del mundo; me reencuentro con unos amigos (después de hacerme el remolón) y procedo a la exaltación de la amistad sin haber bebido; M se pone gafas y me parece tan tierna y tan guapa que primero la abrazo y luego pienso que qué bonito es todo y que ojalá el presente se viviera en continuo absoluto, sin sobresaltos; atze me cuenta su (nueva) vida y consigue que, bajo el tamiz superficial con que lo adorno, me parezca la mejor noticia posible; un giro en una conversación me deja un poco sin palabras, porque me he equivocado en la interpretación, por las conclusiones y sobre todo porque al otro lado estoy yo sin saber exactamente por qué. Pero el caso es que todo esto, de principio a fin, me resulta emocionante, consigue que sonría a veces y que suelte alguna lágrima luego. Supongo que está bien, pero tampoco estoy demasiado seguro. Una cosa sí sé (acotación para desdramatizar): no pienso parecerme a Fran Perea, así en plan blandito. Los chicos de La Granja lo resumían mejor que yo: azul eléctrica emoción.
Voy a llegar al final. Estamos a jueves noche (en la práctica ya viernes) y en menos de tres días otras tantas personas (que no tienen nada que ver entre sí, para más INRI) han dicho de mí que:
a) Soy pretencioso.
b) Intento ir de guay.
c) A veces me paso de listo.
Cuando distintas personas coinciden es que algo hay. O no. En el programa de TVE “Identity”, bastante decadente por otra parte, hay una especie de comité de expertos que, en base a las pintas de la gente, determina a qué se dedica. Bueno, pues resulta que no lo he visto demasiad, pero fallan más que una escopeta de feria. Lo malo es que en mi caso las pintas no son determinantes (o sí, que ahora llevo un pijama de Piolín y Silvestre que es para flipar), sino lo que digo, escribo o se me ocurre soltar sin pensar demasiado (a veces cuando pienso es todavía peor). Y teniendo en cuenta eso, pues a lo mejor resulta que es verdad y a), b) y c) son opciones correctas. Le daré alguna vuelta más, aunque creo que lo que me pasa (qué me pasa, doctor) es que tiendo a quitar hierro a todo –a lo que va y a lo que no va conmigo- y a dejarlo en la superficie. A afrontar todo de una manera demasiado superficial, en definitiva.
Y nada más, por ahora. Iba a terminar sin citas, pero ya que estoy voy y dejo la letra entera de “Viaje a los sueños polares”, de Family (Un soplo en el corazón, 1994):
Provisionalmente, y a falta de que este comentario evolucione hacia Dios (hoy con mayúscula) sabe dónde, lo voy a dejar en “Un soplo en el corazón”, que es el título del disco que más veces me ha hecho llorar y que hoy también, vete a saber por qué, lo ha conseguido de nuevo. Es esa extraña sensación, una melancolía inmensa, inagotable; lágrimas que resbalan sin venir a cuento mientras ves la tele o escribes o escuchas la radio. Hago un inciso: hoy se ha muerto Carlos Llamas, responsable de Hora 25 durante muchos años. Y otro: ayer el que se fue, aquí al lado, en Galapagar, fue Pablo Palazuelo, pintor de la abstracción más emocionante que he disfrutado. En su caso han sido cosas de la edad (90 años tenía).
Vuelvo. Melancolía, decía. Y algo más. “Todo va bien, mi vida va bien, que feliz que soy…”. Pues sí, pero entre tanto siempre hay un espacio para la tristeza desde un punto de vista casi alegre, una tristeza premeditada, una sensación de dejarse llevar, de que cualquier cosa, una vuelta de tuerca, una visita inesperada, un giro en la conversación, está a la vuelta de la esquina.
Quienes me conocen saben de mi tendencia al victimismo, y quienes no se habrán dado cuenta de mi facilidad para meter la mata. Creo que hay en todo algo de superficial. Voy a contar aquí, tampoco sé muy bien por qué, algo que nunca había exteriorizado (al menos no de manera evidente). Hace casi dos años, cuando murió mi abuela, la primera sensación fue de alivio. Creo que incluso respiré mejor por un momento; no lloré ese día y sin embargo lo hago ahora. Es algo que me pasa factura y que todavía no me he perdonado del todo, así que supongo que sigo en fase de expiación. Entonces para mí fue un paso más en el juego, pero hasta un mes y medio después no tomé conciencia de verdad de la situación, de sus consecuencias y de todo lo que ese día debería haber sentido y me dejé adentro por vestir una estúpida coraza que no lleva a ningún sitio.
Será por eso, o no, pero de un tiempo a esta parte tiendo a emocionarme más de lo habitual. España pierde con Rusia y se me hace un nudo en la garganta; a Tricky le sale un bulto y me descubro un cariño inédito; se muere (final de la segunda temporada, en el primer capítulo de la tercera resucita) Nathan Fisher y poco más o menos me parece que es el fin del mundo; me reencuentro con unos amigos (después de hacerme el remolón) y procedo a la exaltación de la amistad sin haber bebido; M se pone gafas y me parece tan tierna y tan guapa que primero la abrazo y luego pienso que qué bonito es todo y que ojalá el presente se viviera en continuo absoluto, sin sobresaltos; atze me cuenta su (nueva) vida y consigue que, bajo el tamiz superficial con que lo adorno, me parezca la mejor noticia posible; un giro en una conversación me deja un poco sin palabras, porque me he equivocado en la interpretación, por las conclusiones y sobre todo porque al otro lado estoy yo sin saber exactamente por qué. Pero el caso es que todo esto, de principio a fin, me resulta emocionante, consigue que sonría a veces y que suelte alguna lágrima luego. Supongo que está bien, pero tampoco estoy demasiado seguro. Una cosa sí sé (acotación para desdramatizar): no pienso parecerme a Fran Perea, así en plan blandito. Los chicos de La Granja lo resumían mejor que yo: azul eléctrica emoción.
Voy a llegar al final. Estamos a jueves noche (en la práctica ya viernes) y en menos de tres días otras tantas personas (que no tienen nada que ver entre sí, para más INRI) han dicho de mí que:
a) Soy pretencioso.
b) Intento ir de guay.
c) A veces me paso de listo.
Cuando distintas personas coinciden es que algo hay. O no. En el programa de TVE “Identity”, bastante decadente por otra parte, hay una especie de comité de expertos que, en base a las pintas de la gente, determina a qué se dedica. Bueno, pues resulta que no lo he visto demasiad, pero fallan más que una escopeta de feria. Lo malo es que en mi caso las pintas no son determinantes (o sí, que ahora llevo un pijama de Piolín y Silvestre que es para flipar), sino lo que digo, escribo o se me ocurre soltar sin pensar demasiado (a veces cuando pienso es todavía peor). Y teniendo en cuenta eso, pues a lo mejor resulta que es verdad y a), b) y c) son opciones correctas. Le daré alguna vuelta más, aunque creo que lo que me pasa (qué me pasa, doctor) es que tiendo a quitar hierro a todo –a lo que va y a lo que no va conmigo- y a dejarlo en la superficie. A afrontar todo de una manera demasiado superficial, en definitiva.
Y nada más, por ahora. Iba a terminar sin citas, pero ya que estoy voy y dejo la letra entera de “Viaje a los sueños polares”, de Family (Un soplo en el corazón, 1994):
"Cuando pesen demasiado la rutina / El trabajo y la vida en la ciudad / Nos iremos en un viaje infinito / Con esa tonta sensación de libertad / Hacia el fondo de ese mundo del que me has hablado tanto/ Paraíso de glaciares y de bosques polares / Donde miedos y temores se convierten en paisajes / De infinitos abedules, de hermosura incomparable / Dibujamos sobre un mapa imaginario / Autopistas de gran velocidad / Nos invade una ilusión desconocida / Y nuestra única intención es avanzar / Hacia el fondo de ese mundo del que me has hablado tanto / Paraíso de glaciares y de bosques polares / Donde miedos y temores se convierten en paisajes / De infinitos abedules, de hermosura incomparable / Donde siempre te querré".
Etiquetas:
La vida...,
Un soplo en el corazón...
lunes, 1 de octubre de 2007
Los golpes que da la vida
Termina septiembre con dos noticias, una buena y una mala. Primero la mala: Hamilton dice que preferiría que Alonso no estuviese en McLaren el próximo año. Seguro que Alonso prefiere lo mismo. Y esto después de que el hijo de Anthony haya ganado en Japón y el noviete de Raquel del Rosario abandonase. Peor es que yo me levantase a las 6.30 (al alba) a verlo, a la misma hora que no hace tanto era la de mi entrada habitual en casa; pero en fin, estas cosas pasan… Hablaba el otro día de hostias y sus tipos y va Alonso y se da una sin aditivos, sin contemplaciones, sin más ni más: contra el muro, rompe el coche y a correr. Luego dijo que había sido el aquaplanning, pero eso son menudencias que a nadie importan cuando el otro ya está a 12 puntos.
De todas formas se veía venir. Claro que ahora es fácil decirlo, pero es verdad. Algo tenía que pasar y pasó esto, y vete a saber si el charco estaba donde estaba por cosas del destino o del espionaje industrial. Alonso decía el sábado que prefería lluvia. Deseo concedido. Y luego va y se estrella… Conste que soy alonsista convencido, que me cae bien el chico, pero se ve que este año no estaba de dios, y así ha sido.
Ahora le veo en Ferrari, de rojo y gualda, poniendo banderas españolas (y asturianas) por Italia, haciendo patria y al final, cuando gane a Hamilton (2008-2009), reclamando Gibraltar como pago por la ofensa. Pero eso es otro cantar. Con las banderas entre tanto andan liados pedrojota y los suyos, y he aquí que encuentro hoy en “Público” un primer comentario que vale la pena: algo así como que andan en “El Mundo” de turismo rural, buscando ayuntamientos donde no ondee la banderita. Les ha quedado bien, sí, pero por lo demás los domingos, sólo con un cd de Pavarotti, no se comen ni un colín.
A todo esto decía que también había una noticia buena, y es verdad: los peces sobreviven tras el intento de masacre en el acuario. Bueno también es que Valverde no haya ganado el Mundial, porque para lo que iban a haber tardado en quitárselo. Y bueno es que haya terminado Nocilla Dream, que se lee a velocidad de vértigo, como haciendo zapping, dando saltos, juntando al Che con Fernando Alfaro y a un diseñador de tapas de alcantarilla con meretrices de serie b. Ciencia ficción y pop, narrativa y poesía postpoética (eso dice el autor, Agustín Fernández Mallo), La Matanza de Texas y Los Diarios de Petróleo, una gasolinera en Albacete y un árbol en medio del desierto de Nevada. Un divertimento con enjundia.
Más cosas del fin de semana: qué pereza da la amistad cuando se está en casa con un juego de la PS2 recién estrenado. La nostalgia es un arma, eso sí, así que tiramos de ella y revivimos noches en bares que ya han cerrado. Habría que reconstruirlos en 3D dice una canción. Lo mismo nos ponemos a ello.
Reflexiones (prestadas) sobre el espacio / tiempo:
“Cuando hablamos del pasado mentimos cada vez que respiramos” (William Maxwell en “Adiós, hasta mañana”).
“No estaría mal no tener que saber qué es lo que va a pasar” (Astrud).
Pero como mañana es lunes, no queda otra que saberlo.
De todas formas se veía venir. Claro que ahora es fácil decirlo, pero es verdad. Algo tenía que pasar y pasó esto, y vete a saber si el charco estaba donde estaba por cosas del destino o del espionaje industrial. Alonso decía el sábado que prefería lluvia. Deseo concedido. Y luego va y se estrella… Conste que soy alonsista convencido, que me cae bien el chico, pero se ve que este año no estaba de dios, y así ha sido.
Ahora le veo en Ferrari, de rojo y gualda, poniendo banderas españolas (y asturianas) por Italia, haciendo patria y al final, cuando gane a Hamilton (2008-2009), reclamando Gibraltar como pago por la ofensa. Pero eso es otro cantar. Con las banderas entre tanto andan liados pedrojota y los suyos, y he aquí que encuentro hoy en “Público” un primer comentario que vale la pena: algo así como que andan en “El Mundo” de turismo rural, buscando ayuntamientos donde no ondee la banderita. Les ha quedado bien, sí, pero por lo demás los domingos, sólo con un cd de Pavarotti, no se comen ni un colín.
A todo esto decía que también había una noticia buena, y es verdad: los peces sobreviven tras el intento de masacre en el acuario. Bueno también es que Valverde no haya ganado el Mundial, porque para lo que iban a haber tardado en quitárselo. Y bueno es que haya terminado Nocilla Dream, que se lee a velocidad de vértigo, como haciendo zapping, dando saltos, juntando al Che con Fernando Alfaro y a un diseñador de tapas de alcantarilla con meretrices de serie b. Ciencia ficción y pop, narrativa y poesía postpoética (eso dice el autor, Agustín Fernández Mallo), La Matanza de Texas y Los Diarios de Petróleo, una gasolinera en Albacete y un árbol en medio del desierto de Nevada. Un divertimento con enjundia.
Más cosas del fin de semana: qué pereza da la amistad cuando se está en casa con un juego de la PS2 recién estrenado. La nostalgia es un arma, eso sí, así que tiramos de ella y revivimos noches en bares que ya han cerrado. Habría que reconstruirlos en 3D dice una canción. Lo mismo nos ponemos a ello.
Reflexiones (prestadas) sobre el espacio / tiempo:
“Cuando hablamos del pasado mentimos cada vez que respiramos” (William Maxwell en “Adiós, hasta mañana”).
“No estaría mal no tener que saber qué es lo que va a pasar” (Astrud).
Pero como mañana es lunes, no queda otra que saberlo.
domingo, 30 de septiembre de 2007
Carlos Berlanga. justicia poética
(Rescato aquí un texto de hace cuatro meses sobre Carlos Berlanga, escrito con motivo del quinto aniversario de su muerte).
Podríamos empezar en 1977, 1978 o 1982. Tres fechas históricas en la crónica de la Movida: Kaka de Luxe, Pegamoides y Dinarama. También por el final, el 5 de junio de 2002, cuando Carlos Berlanga murió tras una larga enfermedad hepática. Pero lo haremos en 1990, el año en que rescató a Buñuel para publicar el primero de sus cuatro discos en solitario; una carrera de aciertos e incomprensiones que sólo a última hora, cuando ya era demasiado tarde, hizo el amago de cambiar su suerte.
Ahora, cuando se cumplen cinco años de su muerte, todo suena a jugar con ventaja; por eso, antes de avanzar más líneas, toca mover ficha: Carlos Berlanga es uno de los más certeros compositores del pop español. Seguramente también uno de los más incomprendidos. En 1990 aparecía como invitado en “Con las manos en la masa”, el gastronómico programa de la Vainica Doble Elena Santonja. Entre fogones presentaba su primer disco en solitario, después de poner fin a una etapa, la de Dinarama, mientras Alaska y Nacho Canut empezaban con Fangoria. Tomó el nombre, “El ángel exterminador”, de una de las películas clásicas de Luis Buñuel. Él, que era hijo de otro hombre de cine, Luis García Berlanga; que había aparecido, como tantos otros, en “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”; y que hasta diseñó el cartel para “Matador”, de Pedro Almodóvar.
Era un álbum que, tras una producción descafeinada, escondía una indisimulada mala leche. Eso sí, sin perder las formas; despellejando con elegancia (“En el volcán” es el mejor ejemplo) en un momento en que las relaciones con sus ex compañeros casi acaban en los tribunales. Salió en la tele, hizo directos, sonó en las radiofórmulas, reclutó a Miguel Bosé en “El verano más triste” y a la postre fracasó en su venganza. Tenía 30 años y mucho que decir, pero no se enteró casi nadie. Era un trabajo irregular que con el paso del tiempo ha ganado enteros. Demasiado tarde. Rafa Cervera dejó escrita hace unos años la que quizá es la mejor definición de Carlos Berlanga: “El esteta en el laberinto”. Le venía al pelo. Y sin perder la compostura, siguió a lo suyo: componiendo para otros, poniendo música a la serie de televisión “Villarriba y Villabajo”, y sobre todo perfilando el que sería su primer gran triunfo, de nuevo ajeno al gran público, el que justificaría todas las comparaciones: Edwyn Collins (Orange Juice), Neil Tennant (Pet Shop Boys), Stephin Merrit (The Magnetic Fields), Antonio Carlos Jobim y muchas otras. Un dandy en toda regla, la reinvención del rey del glam y sin quererlo también el padre de toda una generación que va de Parade o Dar Ful Ful al movimiento Austrohúngaro. Quién se lo iba a decir. “Indicios” es el disco. Uno de los dos imprescindibles en el pop español de 1994; el otro es “Un soplo en el corazón”, la primera y única entrega de Family, con la que han ido creciendo las coincidencias, que no casualidades. La última y más significativa fue la versión que Fangoria hizo de “Carlos baila” en el homenaje al grupo de Javier Aramburu, cuya letra parecía escrita para este crooner vencido por la timidez. Eterno aspirante a la fama y a la vez enemigo de los conciertos, mitómano de gustos diversos, artista plástico y también danzante impenitente. “Indicios” fue el disco, sí, pero no el éxito, a pesar de que contenía todos los ingredientes para haberlo sido.
Luego llegó la reconciliación: “Vía satélite alrededor de Carlos Berlanga” recompuso las relaciones con Alaska y Nacho Canut, que intentaron llevarle a la felicidad por la electrónica en un disco que participaba del hedonismo made in Fangoria, aunque sin enganchar como el anterior. Lo que no cambiaron fueron las ventas, que le siguieron dejando en un terreno underground del que, pese a todo, tampoco tenía mayor interés en salir. Pose, autosuficiencia o constatación de una realidad, que cada uno piense lo que quiera: justicia poética frente a la indiferencia. Otra vez un prolongado paréntesis de cuatro años y por fin la segunda obra cumbre: “Impermeable”. 35 minutos para sentar cátedra. Ibon Errazkin (Le Mans) pone su granito de arena con una producción delicada y casi transparente, envolviendo las canciones en papel de celofán. Decenas de preguntas, melodías de seducción, la canción que la ley del matrimonio gay nunca tuvo (“Vacaciones”), incorrección con traje de seda y una estrofa que sólo unos meses después se convertiría en epitafio: “Estoy aislado, impermeabilizado; estoy cerrado al mundo que me ha traicionado. Ya no quiero sufrir más”.
Ahora, cuando se cumplen cinco años de su muerte, todo suena a jugar con ventaja; por eso, antes de avanzar más líneas, toca mover ficha: Carlos Berlanga es uno de los más certeros compositores del pop español. Seguramente también uno de los más incomprendidos. En 1990 aparecía como invitado en “Con las manos en la masa”, el gastronómico programa de la Vainica Doble Elena Santonja. Entre fogones presentaba su primer disco en solitario, después de poner fin a una etapa, la de Dinarama, mientras Alaska y Nacho Canut empezaban con Fangoria. Tomó el nombre, “El ángel exterminador”, de una de las películas clásicas de Luis Buñuel. Él, que era hijo de otro hombre de cine, Luis García Berlanga; que había aparecido, como tantos otros, en “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”; y que hasta diseñó el cartel para “Matador”, de Pedro Almodóvar.
Era un álbum que, tras una producción descafeinada, escondía una indisimulada mala leche. Eso sí, sin perder las formas; despellejando con elegancia (“En el volcán” es el mejor ejemplo) en un momento en que las relaciones con sus ex compañeros casi acaban en los tribunales. Salió en la tele, hizo directos, sonó en las radiofórmulas, reclutó a Miguel Bosé en “El verano más triste” y a la postre fracasó en su venganza. Tenía 30 años y mucho que decir, pero no se enteró casi nadie. Era un trabajo irregular que con el paso del tiempo ha ganado enteros. Demasiado tarde. Rafa Cervera dejó escrita hace unos años la que quizá es la mejor definición de Carlos Berlanga: “El esteta en el laberinto”. Le venía al pelo. Y sin perder la compostura, siguió a lo suyo: componiendo para otros, poniendo música a la serie de televisión “Villarriba y Villabajo”, y sobre todo perfilando el que sería su primer gran triunfo, de nuevo ajeno al gran público, el que justificaría todas las comparaciones: Edwyn Collins (Orange Juice), Neil Tennant (Pet Shop Boys), Stephin Merrit (The Magnetic Fields), Antonio Carlos Jobim y muchas otras. Un dandy en toda regla, la reinvención del rey del glam y sin quererlo también el padre de toda una generación que va de Parade o Dar Ful Ful al movimiento Austrohúngaro. Quién se lo iba a decir. “Indicios” es el disco. Uno de los dos imprescindibles en el pop español de 1994; el otro es “Un soplo en el corazón”, la primera y única entrega de Family, con la que han ido creciendo las coincidencias, que no casualidades. La última y más significativa fue la versión que Fangoria hizo de “Carlos baila” en el homenaje al grupo de Javier Aramburu, cuya letra parecía escrita para este crooner vencido por la timidez. Eterno aspirante a la fama y a la vez enemigo de los conciertos, mitómano de gustos diversos, artista plástico y también danzante impenitente. “Indicios” fue el disco, sí, pero no el éxito, a pesar de que contenía todos los ingredientes para haberlo sido.
Luego llegó la reconciliación: “Vía satélite alrededor de Carlos Berlanga” recompuso las relaciones con Alaska y Nacho Canut, que intentaron llevarle a la felicidad por la electrónica en un disco que participaba del hedonismo made in Fangoria, aunque sin enganchar como el anterior. Lo que no cambiaron fueron las ventas, que le siguieron dejando en un terreno underground del que, pese a todo, tampoco tenía mayor interés en salir. Pose, autosuficiencia o constatación de una realidad, que cada uno piense lo que quiera: justicia poética frente a la indiferencia. Otra vez un prolongado paréntesis de cuatro años y por fin la segunda obra cumbre: “Impermeable”. 35 minutos para sentar cátedra. Ibon Errazkin (Le Mans) pone su granito de arena con una producción delicada y casi transparente, envolviendo las canciones en papel de celofán. Decenas de preguntas, melodías de seducción, la canción que la ley del matrimonio gay nunca tuvo (“Vacaciones”), incorrección con traje de seda y una estrofa que sólo unos meses después se convertiría en epitafio: “Estoy aislado, impermeabilizado; estoy cerrado al mundo que me ha traicionado. Ya no quiero sufrir más”.
miércoles, 26 de septiembre de 2007
de nombre público
Como la mítica discoteca de Mostenses (qué noche la de aquel año), pero en prensa: de nombre público. Hoy, 26 de septiembre, ha salido el primer número de “Público”, el periódico de Mediapro, Clarín, La Sexta y demás que se supone va a hacer temblar los cimientos de El País. Mira que me extraña. En primera, el hombre que abortó la tregua, y en la última los deportes. Por lo demás, progresista, con supuesto aire juvenil, color por los cuatro costados y diseño aseado que no supera al de El Periódico de Catalunya. Total, que tampoco hay para tanto, aunque pongamos que le doy un mes para ver cómo van las cosas.
Y en tan magno día, la RAE ha aceptado términos como “flipar”, “ADSL” o “SMS”, lo que supone un verdadero descanso. Siempre atentos a la actualidad los académicos, cómo son. Pero con su bendición desde luego que cambiarán las cosas. Gran trabajo.
Y en tan magno día, la RAE ha aceptado términos como “flipar”, “ADSL” o “SMS”, lo que supone un verdadero descanso. Siempre atentos a la actualidad los académicos, cómo son. Pero con su bendición desde luego que cambiarán las cosas. Gran trabajo.
El Barça gana sin Ronaldinho, el Atleti sin Torres, Torres marca de tres en tres en Liverpool, el Real Madrid aguarda, McLaren dice que tratará a todos los pilotos igual, Sneijder juega mañana, Valverde corre el Mundial (y lo gana y se lo quitan, verás), y por lo demás sin cambios.
Visto / Oído: “Cada vez que en compre un iPod la SGAE se embolsará 3,5 euros”. En su línea.
Acumulo retraso en el curro, pero mañana es el día, no queda otra. M ve “Kyle XY”. Yo no. M ve “El Hormiguero”. Yo paso. Mejor “El Intermedio”, aunque hoy hay fútbol, que sigue en guerra. Hoy voy a empezar “Nocilla dream”. Hoy voy a escuchar TV People. A porque B. Sin pelos en la lengua. Conversaciones para guardar. Tenemos vaporetta. 10.00: camisa en Leño. 10.15: recogida de podas. 20.00: socialistas reunidos (jamás serán vencidos, salvo en Madrid). Y entre tanto: hola / hasta mañana (también Ian Curtis, Lisboa, DM, Dylan, el trabajo, lunares blancos). Nos vemos. Lgf. G ©. Los peces siguen bien, Tricky también. M dice que tiene una dioptría (yo gano, como el sello).
Termino:
“- ¿Has vuelto a leer algún libro de Raymond Carver?
- ¿Leer? No, no leo, no (se pone a reír inesperadamente). Veo muchos DVD’s.”.
(Entrevista a Daniel Johnston, RDL 231)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)